El siglo de Oro. La Biblia en la literatura española (81-3)


Hoy escribe Antonio Piñero

El segundo volumen general de la obra que comentamos, el siglo de Oro (ISBN: 978-84-8164-991-8) está coordinado por Rosa Navarro Durán y sus temas son los siguientes:

La Biblia en la poesía lírica y épica de la Edad de Oro; la Biblia en el teatro; la Biblia en la literatura espiritual y más tres apartados dedicados a Cervantes y la novela en la Edad de Oro, la prosa de Quevedo y la Biblia y la prosa culta en general del siglo XVII. Concluyen el volumen dos estudios consagrados a la influencia de la Biblia en la literatura judeoespañola: uno en los Balcanes y otro en los judíos sefardíes de Amsterdam y otras colonias en la Europa occidental.


La vida de Jesús tal como aparece en los cuatro evangelios es la base de toda obra religiosa española de la Edad de Oro; además, el Antiguo Testamento sirve de referencia dentro del código literario de cualquier escritor de la época. Dos obras de referencia de la época, que en apariencia poco tendrían que ver con la Biblia, como el Lazarillo de Tormes o La Celestina no pueden entenderse de ningún modo sin la Biblia, pues a ella hacen referencia constante.

Sin embargo, será quizá curioso para algunos hacer notar que los novelistas de la época (novela de aventuras, cortesana, de ámbito bizantino o morisco, así como la picaresca), no tuvieron ante sus ojos una biblia en castellano, sino que debieron de haber utilizado la Biblia o bien en versión latina, o bien en citas a partir de textos religiosos, espirituales o de temas ascético-místicos, ya que la Biblia en romance estaba absolutamente prohibida. Por ello es más notable aún la influencia de los textos bíblicos en lengua española.

La literatura española del Siglo de Oro es como un reflejo de toda la cultura occidental de la época que se sostiene sobre dos pilares fundamentales: el legado clásico grecorromano y el bíblico. No cabe duda que a lo largo de los siglos del Medioevo y de los albores de la Edad Moderna, las Escrituras contribuyeron a la configuración y mantenimiento de la identidad cultural de Occidente. La Biblia destilaba un sustrato de motivos, imágenes, personajes, relatos e historias que nutrieron el imaginario colectivo e individual del mundo hispano.

En concreto, en el Siglo de Oro español, unas circunstancias históricas muy determinadas favorecieron el florecimiento de una sensibilidad de raigambre bíblica. Se respiraba un clima pleno de inquietudes religiosas, que oscilaba entre el entusiasmo renovador y el control ideológico es decir, entre la llamada a la ortodoxia y la apertura hacia nuevas ideas heterodoxas. De una manera un tanto suavizada este clima de influencia de la Biblia en nuestra literatura ha continuado hasta la Edad Moderna.

Resulta curioso e instructivo -en el campo de la prosa culta del siglo XVII- el estudio del uso de la Biblia por Baltasar Gracián (El héroe; El criticón; Arte de ingenio, etc.) y Diego de Saavedra (República literaria; Empresas políticas). Del primero poco hay que decir, puesto que como era jesuita, el uso de la Biblia era constante. Del segundo, como escritor político, es sumamente interesante el balance de citas eruditas que López Poza hizo en 2001 (p. 270 del libro que comentamos en el artículo de Jorge García López): El autor cita 695 veces a Tácito (del que extrae buena parte de su discurso político), 158 veces a Juan de Mariana, en su Historia, y ¡559 a la Biblia!

Por tanto, Diego de Saavedra piensa que para temas políticos la Biblia ofrece tanta inspiración, casi, como el inteligente Tácito, el cual como senador desencantado con el Imperio que la había tocado vivir (a principios del siglo II) y como amante de la República romana, ejerció una crítica política demoledora contra las prácticas de su tiempo que Diego eleva a categorías universales.

Puede decirse que hasta 1950 o 1960 más o menos en los que los referentes bíblicos van siendo cada vez menos utilizados y son sustituidos por otros pertenecientes al mundo de los avances científicos, en particular en el ámbito de la astrofísica y cosmología y de la electrónica. Por ello volver a una época en la que la Biblia era como el único referente nos puede parecer por un lado curios, y por tor, atractivísismo. Este volumen dedicado al siglo de Oro es, pues, tan interesante como los dos anteriores.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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