Bach, preludio y fuga BWV 566



¡Feliz domingo! Espero que estés disfrutando del fin de semana y que lo aproveches, que todavía queda. Tras el derroche de popularidad de la obra para órgano de la semana pasada, vamos hoy a retomar la tranquilidad (digamos) para acudir a obras muchísimo menos conocidas. Es el caso de la de hoy. Es curioso cómo algunas piezas se han impuesto en el repertorio y otras han pasado si pena ni gloria. Pero aquí estamos nosotros para disfrutarlas con la tranquilidad que queramos.

De nuevo un domingo más estamos en compañía de Johann Sebastian Bach (1685-1750), maestro alemán nacido en Eisenach. El talento de este hombre sentado a los teclados y pedalero del órgano era tal que siempre dejaba asombrados a quienes lo escuchaban. Johann Nicolaus Forkel fue su primer biógrafo y dijo de él: «Su gran genio, que lo cubría absolutamente todo, que lo unía todo, que era necesario para alcanzar tal arte sin fin, trajo su arte de tocar el órgano hasta la perfección, que no existía antes de él y probablemente tampoco después». Charles Burney, el músico e historiador inglés comentó: «Estaba tan obsesionado con la sonoridad que, además de su toque excesivo con el pedal, tocaba algunas teclas con una pequeña barra que ponía en su boca y a las que ninguna de las dos manos podía alcanzar». El landgrave Federico II de Hesse-Kassel también admiraba al músico y lo demostró con estas palabras: «Sus pies volaban sobre los pedales, como si tuviesen alas, de forma que poderosos sonidos llenaban todo el templo». No sé si antes te he traído estas frases pero merece la pena recordarlas.

Bach nos trae hoy su Preludio y fuga en Mi Mayor, BWV 566. Es una obra bastante antigua y casi hay consenso en que fue compuesta en su época de Arnstadt (1703-1707). No es un simple preludio y fuga al uso y quizá podría llamarse mejor tocata, por su estilo casi improvisatorio y declamatorio. Comienza con un línea en forma de preludio, cortada por el pedal y con un pasaje polifónico muy rico, aunque quizá podemos decir que es el pedal el protagonista de este momento. Llega la fuga, con un sujeto de cuatro compases y medio que va ondulando y creando una estructura fascinante. Muy en estilo barroco, con exposiciones y episodios, más exposiciones que conducen a una serie de escalas para retomarse la fuga con otro compás (3/4), con ritmo con puntillos. Llegamos a un nuevo clímax que lo alcanzan, nuevamente, los pedales. Toda una obra muy desconocida que tiene todo el estilo que recibió de su adorado Dietrich Buxtehude.

La partitura de esta composición puedes conseguirla aquí.

La interpretación es de Christiaan Teeuwsen al órgano Bader de la St. Walburgiskerk de la localidad holandesa de Zutphen.

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