"El genocidio de Gaza sigue golpeando nuestras conciencias cada día" 'La Biblia y el dron': La violencia del pueblo judío contra los palestinos en la tradición bíblica

Escuchaba el otro día en un encuentro de amigos que no estamos haciendo nada eficaz por acabar con ese genocidio. Y lo cierto es que hace tiempo que nos sentimos impotentes ante él; con el sentimiento de que hagamos lo que hagamos no somos capaces de frenarlo
Leí recientemente un libro de una judía argentino-mexicana antisionista, que conocía de hace años y con la que estuve el año pasado en Ciudad de México, Silvana Ravinovich, doctora en filosofía y profesora de la UNAM, que fue alumna de Enrique Dussel: La Biblia y el Dron
| Victorino Pérez Prieto
El genocidio de Gaza sigue golpeando nuestras conciencias cada día. Inexorablemente, de modo cada vez más terrorífico. Cuando parecía que ya lo habíamos visto todo con los bombardeos y la destrucción del 90% de sus casas, y sabíamos desde hace tiempo que Israel quería acabar con la resistencia del pueblo palestino con el hambre -“tenemos que ponerlos a dieta, pero no matar los de hambre”, dijo ya en el 2006 el general y jefe de gobierno sionista Ariel Sharon-; pero la evolución de la barbarie represiva llegó ahora a querer matarlos literalmente de hambre. Una foto de un niño esquelético en la portada de un diario este pasado 23 de agosto resultaba insoportable.
Hace ya tiempo que parecía que lo habíamos dicho todo contra ese genocidio: hemos hablado, analizado, denunciado... Yo mismo he publicado en distintos medios digitales y de papel artículos hasta quedarme sin qué decir. El último fue precisamente a finales del año pasado en este blog con un titulo hasta malhablado, que tomé de la Pasión gitana, en la que el pueblo le gritaba a los judíos por la tortura e muerte de Jesús el Cristo: “‘¡Si serán hijos de puta! ¿No es pa cagarse en todos sus muertos?’.Acerca del genocidio israelí de los palestinos” (Religión Digital, 25/10/2024).
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Pero a pesar de ello, escuchaba el otro día en un encuentro de amigos que no estamos haciendo nada eficaz por acabar con ese genocidio. Y lo cierto es que hace tiempo que nos sentimos impotentes ante él; con el sentimiento de que hagamos lo que hagamos no somos capaces de frenarlo. Hasta han sido inútiles incluso las manifestaciones de altos dirigentes internacionales como el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que habló de la situación de Gaza como “un fracaso de la humanidad”; o más recientemente Volker Türk, alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU, que acaba de decir que “es un crimen de guerra usar el hambre como método de guerra”. Estamos perdiendo la esperanza, pero los gritos de los palestinos y palestinas inocentes asesinados a tiros o de hambre siguen empujándonos a manifestarnos, aunque sólo sea con caceroladas cada semana en distintas ciudades españolas. Y el clamor mundial en manifestaciones multitudinarias sigue presente. Y necesito volver a decir algo.
En esta ocasión buscando las raíces bíblicas de este genocidio. Leí recientemente un libro de una judía argentino-mexicana antisionista, que conocía de hace años y con la que estuve el año pasado en Ciudad de México, Silvana Ravinovich, doctora en filosofía y profesora de la UNAM, que fue alumna de Enrique Dussel: La Biblia y el Dron. El proprio Dussel hace el Prólogo e dice que el libro, con una “apuesta peligrosa”, analiza las “patologías del Estado”, viendo el “uso de la Biblia como abuso y mal uso para justificar la guerra”; una guerra desigual convertida en genocidio de un pueblo, como a la venganza de Sansón por el Holocausto europeo, aunque que no tenga nada que ver con los palestinos.

Para Silvana Ravinovich: “Nuestro deber como judíos es estar del lado del oprimido, que en este caso es el pueblo palestino”. Pero precisamente por eso es acusada de antisemita, y recebe anónimos llamándole “puta antisionista”. Cuando está claro, como dice también Dussel en el Prologo, que “el sionismo no es el judaísmo!”.
Así lo reconoció incluso un reciente Congreso internacional judío anti-sionista en Viena hace solo unos días. Un judío superviviente del Holocausto, Steven Kapos, declaró que “Israel está cometiendo atrocidades en nuestro nombre… Quien vivió el infierno del nazismo no puede guardar silencio ante lo que hace Israel hoy en Gaza”. El congreso califica a Israel como un régimen colonial de apartheid de carácter sustitutivo, semejante al sistema del apartheid en Sudáfrica. “El Estado de Israel se ha ido convirtiendo desde 1948 en una etnocracia sangrienta, exportadora de terrorismo, belicista y genocida sin paliativos”. El congreso exige que Israel y sus líderes sean llevados ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. El congreso manifiesta explícitamente su apoyo a la resistencia palestina en todas sus formas, considerándola una lucha legítima contra un colonialismo racista. Del congreso se emitió la “Declaración de Viena”, cuyo texto central dice: “Rechazamos la pretensión del sionismo de representar al judaísmo y condenamos el uso del judaísmo como herramienta de colonialismo, apartheid y genocidio contra el pueblo palestino” (https://quintopoder.ar/2025/07/09/genocidio-palestino-por-primera-vez-un-congreso-judio-anti-sionista-a-nivel-internacional/).
Para Silvana Ravinovich: “Nuestro deber como judíos es estar del lado del oprimido, que en este caso es el pueblo palestino”. Pero precisamente por eso es acusada de antisemita, y recebe anónimos llamándole “puta antisionista”. Cuando está claro, como dice también Dussel en el Prologo, que “el sionismo no es el judaísmo!”
La Biblia y el drondenuncia con una lucidez y verdad que conmueve las esencias del sacrilegio construido con referencias bíblicas y las justificaciones blasfemas para el uso y abuso del discurso político del estado de Israel que quiere destruir al pueblo palestino. Y lo hace porque puede hacerlo. Revisa el pasado de la historia bíblica; va a sus fuentes, para ver cómo puede alumbrar el presente e incluso el futuro con un rayo de esperanza. Y lo hace como pensadora, pero también como filóloga experta en hebreo, para ver la manipulación que los sionistas hacen de los textos bíblicos. Como hizo hace años Martín Buber, el libro tiene la valentía de criticar a su pueblo precisamente en nombre de la tradición ética y política semita, sobre todo la denuncia dos profetas.
La autora habla en las primeras páginas de su deseo que el libro “quede como el testimonio de una pesadilla obsolescente de la lengua bíblica”. Pero en su Prefacio para la última edición constata que no fue así, y el gobierno israelí sigue actuando como servidor de un ídolo más terrorífico que la peor imagen de Yahveh, y es capaz “de castigos más brutales y tecnificados que los de Sodoma y Gomorra”. “La Biblia se quema por los abusos que padecen algunas de sus figuras al servicio de un discurso militarista”.
Ciertamente, en la Biblia conviven realidades contradictorias. Por un lado, las leyes morales y sociales como el respeto del otro ser humano (el pobre, la viuda, el diferente o el extranjero). Y, por el otro, una conquista de la “tierra prometida”, el Canaán de los filisteos (philistin o palestinos), que prescribe la aniquilación de los cananeos. Coincido con la autora e que la Biblia puede utilizarse como un “arma de destrucción masiva”; pero también puede ser “un canal de diálogo que construye la paz”. Por eso dice la profecía de Isaías: “Con las espadas forjarán arados; con las lanzas, podaderas. No levantará la espada un pueblo contra otro, ni aprenderán de nuevo a hacer la guerra” (Is 2,4). El sionismo laico/ateo que gobierna hoy en Israel podría decir: “Dios no existe, pero nos prometió la tierra, y todo está justificado para poseerla frente a los que tenemos al lado”.
En el libro hay magníficos capítulos de expresivos títulos: “Fraternidades peligrosas: Isaac/Ismael, Jacob/Esaú, José y sus hermanos”, que para la autora aborda la contigüidad hermano-enemigo. Más allá de la historia fratricida de Caín/Abel, la confrontación y el odio a causas del derecho a la primogenitura entre Ismael e Isaac, o entre Esaú y Jacob, lleva a la confrontación entre lo que un general sionista dijo ya por los años 60, entre os palestinos/árabes (“el útero musulmán”, “terroristas”) y los judíos/hebreos (“el pueblo elegido”, “el mundo libre”).

O el capítulo “Suicidarse con el enemigo: la sombra de Sansón”; que Silvana Ravinovich califica como “e atentado suicida más antiguo en Oriente Medio”, realizado precisamente en Gaza, como dice el libro de los Jueces (Jue, 16), y que alentó por años las bandas terroristas sionistas con el slogan mentiroso “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Y otros capítulos como “De víctimas y victimarios: (1) Biblia y Shoá [Holocausto]”, (2) “Amalec, los cananeos y la Nakba [Catástrofe]”. “El magma semántico sacrificial -escribe Ravinovich- inunda los discurso políticos en la tierra de Israel-Palestina”, y el sionismo tomó al pié de la letra la ocupación de Palestina y la aniquilación de sus habitantes. En el apéndice “Omnipotente-impotente. El exiliado como amenaza”, insta a la gravedad de confundir el bíblico “Yahveh Tzvaot” (Dios de los ejércitos… celestiales, no el griego Ares, dios de la guerra) con el actual “Tzva Haganah Leisrael” (ejército israelí).
Quiero concluir con dos citas de dos escritores judíos, dirigidas a los sionistas del gobierno de Israel. Una es de Ella Shoat, profesor de la New York University experto en el conflicto Árabe–Israelí: “Un espectro asedia el sionismo europeo, es el fantasma de que todas sus víctimas –palestinos, sefardíes…- verán la analogía entre sus opresores. Para conjurar este fantasma, el stablishment sionista en Israel hizo todo lo que estaba a su alcance: fomentar la guerra y el culto a la seguridad nacional, presentar la resistencia palestina como terrorismo... difundir a través de los medios y del sistema educativo a los que odian a los árabes”.
La otra es de Martin Buber, ese gran pensador judío: “Cuidémonos de ver al extraño y a todo aquel que no conocemos suficientemente como inferior y comportarnos con él en consecuencia! Guardémonos de hacer les a los otros lo que nos hicieron a nosotros!
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