Cuaresma: no al cristianismo "de la Señorita Pepis"

Aquí va la homilía que me ha salido para este miércoles de ceniza, por si sirve.

La Cuaresma es un tiempo que tenemos todos los años para acordarnos de que somos cristianos; sí, por si se nos olvida. Para recordar que ser cristiano es algo que hace muy feliz, pero que, como todas las cosas que merecen la pena en la vida, es algo difícil, que cuesta trabajo.

Es más: ser cristianos está, frecuentemente, muy por encima de nuestras posibilidades como personas. Es tan exigente y tan radical que supera las fuerzas que tenemos, nuestras cualidades. Y el caso es que casi todas las personas, cuando les preguntas, dicen que son cristianos. Posiblemente nunca se acuerdan de Dios para nada, o no pisan la parroquia... pero oyes, son cristianos; es que se casan por la iglesia, o van a la boda de su primo, o al entierro de su vecino, y, como están bautizados, dicen que son cristianos... Todo el mundo cree que merece el nombre de cristiano, como si fuera una marca que me pongo en un pantalón porque yo quiero o porque lo he comprado. Como mi sobrino, que le echaron los reyes una guitarra de juguete y él dice que es “guitarrista”; cristiano... así de fácil... por mi cara bonita.

Pero vamos, no hablemos de nadie, mirémonos a nosotros mismos, que con tanta ligereza y alegría decimos que somos cristianos. Somos gente que a veces cree que con ir a misa el domingo, rezar el rosario o incluso comulgar ya somos seguidores de Jesús. Pasan los carnavales, nos echamos la ceniza, comemos lentejas en vez de filete y ya tenemos la Cuaresma hecha. Y no: ser cristiano es mucho más. Más hermoso y más difícil. Porque lo radical de ser cristianos es la experiencia del perdón, de la reconciliación.

No es algo ser cristiano que gire en torno a “unos ritos”; no nos confronta el Evangelio con ir o no a misa, ayunar o rezar más o menos… nos confronta con la calidad de nuestra vida real, no “religiosa”, y en concreto con el problema del amor: querer a quien no conocemos, a quien no es “de los nuestros”, a quien no nos quiere o incluso a quien nos desprecia. Amar como Jesús consiste en perdonar, en perdonarnos unos a otros, ahí está la clave. Y para lograrlo necesitamos vivir la experiencia del perdón. Es decir:
- Saberme perdonado por Dios
- Para poder perdonar al otro

Recordemos más pasajes evangélicos: “quitar la viga de mi ojo antes de quitar la paja del hermano”, “la medida que uséis la usarán con vosotros”, “deja tu ofrenda…”. ¿Cómo podemos apenas atrevernos a llamarnos cristianos si estamos enemistados, si “no nos hablamos” con personas, si incluso acumulamos odio y rencor? ¿O es que sólo nos diferenciamos en que mire usté, a mi siempre ma ha gustao ir a la iglesia? ¡Basta ya de cristianismo “de la señorita Pepis”!

La Cuaresma es un proceso que intenta reavivar en nosotros esta dinámica: ser perdonado por Dios para poder perdonar, vivir el perdón para dar el perdón. Reconstruir, restablecer mi relación con Dios… y con los demás. Para ello:

 El AYUNO: ¿qué tengo que dejar? ¿de qué me tengo que abstener?
 La ORACIÓN. Darle importancia a Dios en nuestra vida: un sitio, un tiempo. Leer el Evangelio. Demostrar que a Dios lo queremos, y a Jesús lo seguimos. Los cristianos somos de Dios.
 La LIMOSNA es el símbolo del compartir. Doy de lo que me privo, lo innecesario lo convierto en solidaridad. El perdón me transforma y me abre al pobre.

"Los que venimos a la iglesia somos tan malos como los que no vienen", dice la gente; la diferencia está en que nosotros nos damos cuenta, lo reconocemos, pedimos perdón y tratamos de ser mejores. La ceniza nos recuerda que siempre nos queda mucho para llevar con verdad el nombre de cristianos. Es un camino largo y fatigoso, que exige ver todo lo que hay de antievangélico en nuestro corazón... y pedir al Señor que lo recicle en vida. Igual que las cenizas que quedan cuando se quema un rastrojo florecen con las lluvias de otoño; así las cenizas que nos imponen en la cabeza expresan nuestra debilidad, lo torpes que somos en el seguimiento de Jesús, pero también que estamos en camino hacia una vida renovada.

César L. Caro
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