Fin de semana en el Caribe
Si ya en la prima hacía calor, aquí es como estar en el Caribe: 35 grados, los de los mototaxis haciendo la siesta en las calles polvorientas y yo sudando a todas horas y abanicándome como en verano en España. Esta vez también acompaño al obispo, y a la vuelta de La Peca, a mediodía, el carro atraviesa un espectáculo de arrozales inundados donde se bañan entre risas niños desnudos, de chacras de ají, palmeras, papayos y cocoteros, luminosidad de belleza tropical extendida a lo largo de un verde valle donde el río Utcubamba empieza a despedirse antes de fundirse, un poco más abajo, con el Marañón.
Esta parroquia es totalmente diferente a lo conocido hasta ahora: llana, calurosísísima, con unos 40 pueblos, relación comercial con Jaén y no con Chacha y gran presencia de los protestantes. Aquí trabajan los padres Liborio y Magno, uno de los compañeros con más carisma y más experiencia. Experto cocinero entre los fogones y también en la pastoral, con gran capacidad de mover a la gente, de animar y transmitir optimismo. Con él vamos a Copallí y se ve que el personal lo quiere, y él, tan expresivo, reparte abrazos, bromas y besos por todos lados.
Bagua es el paraíso de la fruta. Y como a Magno le encanta, paso el fin de semana encantado jincándome frutas tropicales exquisitas: sandías grandes y picudas, deliciosas piñas, peras, mandarinas, papayas, plátanos de todos los pelajes... y por supuesto mangos de varios tipos, riquísimos, que me devuelven sabores de África; no se si hay algo que me gusta más que los mangos... el bacalao se acerca.
La asombrosa variedad de climas y paisajes se traduce en diversidad de caracteres y modos de ser de la gente. Acá son más abiertos, conversan con facilidad. Casi siempre, cuando viene a confesarse algún joven, empiezo preguntándole cómo se llama, para romper el hielo; pero en estos pueblos, varios, con una sonrisa que enseñaba todos los dientes, me sorprendieron: "¿Y usted cómo se llama?", jeje. Y cuando Monseñor, tras la crismación, les decía a los muchachos "La paz sea contigo", ellos le contestaban "Y con tu espíritu" dándole un abrazo también, jajaja.
Realmente Bagua no es tan chica, tiene más de 20.000 habitantes, y es por tanto enorme para estas latitudes. En la tarde toca Eucaristía en la iglesia parroquial, muy decorada, donde suenan la batería, la guitarra eléctrica y el saxo en una celebración urbana y multitudinaria. Como de costumbre, he de presentarme y decir unas palabras al final, que siempre acaban con aplauso. La acogida es una constante allá por donde voy, un valor central de esta cultura, el la ciudad y en los pueblitos, donde te invitan a almorzar y te llevas los cuyes de postre a tu casa.
Al anochecer, ya en la casa parroquial, se agradece una ducha fresquita (aquí no hace falta la terma) y un jugo de maracuyá que sabe a gloria después de tanta sudadina. Magno aparece con su última ocurrencia para la misa de los niños: dos marionetas para hacer un teatro de guiñol en la homilía. Este es un tipo genial, y cuando la noche avanza y pasamos a las cervecitas, nos reímos con las anécdotas y las historietas de la diócesis, de la que me voy sintiendo parte poco a poco. Magno me enseña a decir en guayacho: "¡Cooooochino!"; porque antes del almuerzo el obispo me ha dicho mi destino: la parroquia de Rodríguez de Mendoza.
César L. Caro