¿Estamos o no en la onda de Jesús?

En el evangelio de este miércoles escuchamos el texto de Mateo 20, 17-28 donde Jesús, subiendo a Jerusalén, anuncia a sus discípulos que allí va a ser entregado y condenado por los poderes religiosos y políticos de la época. De repente la madre de los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) se acerca a Jesús pidiéndole que coloque a sus hijos en los puestos de honor en su reino. Como vemos es bien antiguo el enchufismo, esos deseos mundanos de poder y prestigio… como apunte exegético vemos que en Mateo es la mamá quien lo pide pero en el evangelio de Marcos no aparece la madre sino los propios Santiago y Juan que le piden esto mismo a Jesús. Lucas y Juan no mencionan este episodio.
Volvemos al asunto. Es bueno preguntarse qué entendía aquella madre y los Zebedeo de todo lo que les estaba diciendo Jesús… probablemente nada o muy poco. Ellos tenían otras expectativas, esperaban un reinado mesiánico ya en esta tierra con un poder mundano, de ahí la petición de enchufismo de querer estar en lugares privilegiados de poder. La tentación del poder de la que ya se nos avisaba en el primer domingo de cuaresma cuando acompañábamos a Jesús en el desierto… el evangelio sigue el camino opuesto del poder que persigue el mundo. Jesús habla de entrega, de sacrificio, de sufrimiento… aquella madre hablaba de poder, de prestigio y de asegurarse una buena vida. Nada que ver.
¿Y nosotros? ¿Cómo vivimos la fe? La fe que hunde sus raíces en el espíritu del evangelio no busca condecoraciones ni aplausos, no tiene interés en puestos de prestigio ni en poderes. La fe del evangelio se nutre de la sencillez y la humildad del trabajar por un mundo más justo y fraterno, a menudo desde el anonimato, desde la incomprensión, desde la persecución…. Siempre desde el dar la vida silenciosamente día a día por los demás. ¿Estamos o no estamos en la onda de Jesús?
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