El dinero de la redención (con E. Mora)

Presenté el otro día (19.2.14) una postal sobre la redención de cautivos; hoy cuyo tema reasumo y concluyo el tema con una reflexión ya más concreta sobre el dinero de la redención (utilizando también los materiales del trabajo ya citado de E. Mora). Mañana presentaré Dios mediante una famosa novela de J. S. Adalid tejida en gran parte en torno a ese motivo.

Actualmente se habla del “dinero del rescate”: Un tipo de dinero que sirve teóricamente para redimir o rescatar otro dinero… Pues bien, de lo que yo trato aquí es el dinero que servía para rescatar personas, conforme a la famosa palabra de Jesús “ganaos amigos con la mamona de la iniquidad” (Cf. Lc 16, 1-3). Hoy expongo con E. Mora el aspecto económico de la redención.


‒- No sé si es políticamente correcto el decirlo, pero había por entonces (del siglo XV al XVIII d.C.) estados “piratas” cautivadores… que vivían de hacer cautivos por mar y por tierra a unos seres humanos desafortunados.

‒ Gran parte de la economía de esos “estados” se fundaba en la “maquinaria” del cautiverio y la redención. Venían los “pobres frailes”…, recogían dineros de todas las formas posibles, y los utilizaban para redimir cautivos… Así la máquina del cautiverio y de la redención seguía.


Cesó el cautiverio (en esa forma) en el siglo XIX cuando las grandes potencias (sobre todo Inglaterra) impusieron en tierras y mares otro tipo de economía y de comercio, pero el tema de fondo continúa, como podrá ver quien siga leyendo los días que vienen…

Éste es uno de los temas y motivos más importantes de la historia cristiana de los últimos siglos. Lo podrá ver quién siga leyendo.En la imagen... los doblones de la redención, en el seno de una Virgen redentora....


2.1 Cautivos de venta, cautivos no rentables para vender

Una vez apresados los cautivos y llevados a tierra de moros, se hace una primera división o clasificación de esta especial mercancía: los cautivos de rescate y los de no rescate . Es decir, de rescate serán aquellas personas que se retenían pertenecientes a una clase social superior y, por tanto, con posibilidad de buscar entre su familia o a través de alguna institución su rescate.

Mientras que los pobres, mercancía de ‘difícil venta’, o se mantenían como cautivos del concejo , esto es, como mano de obra esclava para los trabajos públicos, o eran vendidos como galeotes o como esclavos domésticos. Esta situación les hacía perder, sobre todo si eran enviados a Constantinopla o al interior, la esperanza del añorado retorno a la libertad.

El hecho de ser mujer también conlleva desventajas mayores para el rescate, más aún si es joven y agraciada físicamente, pues se convierte en un botín preciado para posibles matrimonios y se intentará por todos los medios de convertirla al Islam.

Los niños conforman también un caso especial. La tendencia expuesta de asumir a las mujeres en la sociedad berberisca nos la encontramos de un modo más agudo con referencia a los niños cautivos. Los niños cautivados constituyen el material humano del que se nutre el mítico cuerpo militar de los jenízaros. Además, como lo denuncian con gran escándalo redentores, viajeros y se lee en los relatos de cautivos, los adolescentes son invitados a la práctica del nefando, es decir, a la práctica de la homosexualidad por aquellos que estaban inclinados a ello. Las mujeres y los niños se convierten, por tanto, en el objetivo teórico principal de las redenciones. Pero existe una presión social berberisca de querer asumir este sector de población y esto hace que la redención de niños y mujeres sea imposible o muy costosa.

El cautivo, en realidad, es una mercancía, pero una mercancía en cierto modo frágil y costosa de mantener. De ahí la división primera entre los de rescate y los de no rescate. El cautivo es una mercancía que hay que alimentar y proporcionarle unas condiciones mínimas para mantenerlo con la salud necesaria para su rescate o, si el caso así lo indica, venderlo cuanto antes como esclavo dentro de la sociedad islámica para ahorrase gastos que no se prevé que puedan ser resarcidos en el negocio del rescate.

Por esta razón, el objetivo principal teórico y carismático de las redenciones de los mercedarios será la redención de niños, mujeres y pobres, pues ellos son los que están en más peligro de perder la fe. Algo que, sin embargo, sólo podrán hacer según se lo permitan las circunstancias y las estructuras.
Los cautivos, por su parte, según su condición y posibilidades, tienen ante sí para abordar su situación las siguientes posibilidades: - esperar con paciencia su rescate. Cervantes, hablando de sí mismo en tercera persona resume esta actitud con estas palabras: fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades.
- renegar, de corazón o sólo formalmente, para conseguir una mejor situación de vida.
- huir con el consiguiente riesgo de grandes castigos o de perder la vida en el intento.

2.1 Iniciativa y permisos de una redención de cautivos

Las redenciones de cautivos son una misión que se mueve entre dos campos: espontaneidad carismática y regulación gubernamental. La realidad de la cautividad como un problema político y social, económico y religioso determina la acción redentora. La iniciativa carismática social y religiosa necesita del amparo institucional (política) y la estructura gubernamental necesita de la iniciativa de la caridad. Se trata, pues, de un binomio indisoluble. En España, hasta el reinado de Felipe II el Estado respaldaba pero no interfería en las actividades de las órdenes redentoras.

La situación cambia bajo Felipe II, sobre todo a partir de 1574, cuando el gobierno regula todos los estadios de la redención de cautivos. La iniciativa de las redenciones nace del corazón herido y misericordioso del pueblo cristiano. Los familiares, en primer lugar, junto a la conciencia del deber de la limosna para liberar a los cautivos toman la iniciativa con el ofrecimiento del dinero redentor.

Las órdenes redentoras tienen como misión especial avivar las conciencias cristianas para que no olviden su deber de caridad. Pero la organización y ejecución de una redención necesita, por las razones ya expuestas, del amparo institucional del Estado. Una redención de cautivos es una especie de tregua pactada, en el paradójico mundo de frontera, entre dos Estados en abierta confrontación y guerra. Por otra parte, las redenciones de cautivos mueven cantidades considerables de dinero. El Estado se ve obligado a legislar el modo de cómo sacar esta riqueza hacia el bando enemigo para aminorar, en lo posible, el efecto negativo, así como también el Estado se presenta como garante y vigila que este dinero, que procede de la caridad, sea destinado para los rescates de cautivos.

El Estado se convierte en el tutor y las órdenes redentoras en las gestoras de esta obra social y religiosa.
El Estado es el que concede el permiso para realizarlas porque, a su vez, las instituciones religiosas solicitan poder llevarlas a cabo. Las órdenes religiosas las ejecutan y el Estado las supervisa. Este es el juego que reflejan los libros de cuentas de las redenciones. Las órdenes redentoras a partir del siglo XVI tienen la misión de alentar esta obra y de gestionarla bajo la supervisión del Estado que se presenta como garante.

Por tanto, las órdenes redentoras para llevar a cabo una redención deben pedir el correspondiente permiso a las autoridades. Éstas, según el tiempo y el lugar, conseguirán los salvoconductos, darán las instrucciones de cómo efectuarla e inspeccionarán y verificarán, concluida la tarea redentora, que todo se ha hecho con corrección. Además de todo esto, como ya hemos apuntado, hasta la heroicidad carismática de quedar los religiosos mercedarios en rehenes por la liberación de los cautivos tiene que entrar en el marco de la oficialidad.

2.2 Procedencia del dinero y libertad de acción de los redentores

¿De dónde procede el dinero de las redenciones? ¿Qué libertad de maniobra les otorga a los redentores a la hora de realizar una redención? La procedencia del dinero que sustenta una redención está estrechamente ligada a la libertad de maniobra que los redentores tendrán a la hora de utilizar este capital en las redenciones. Los ingresos de una redención se dividen, desde esta perspectiva, en tres tipos.

En primer lugar las limosnas generales: dinero para rescatar los cautivos que los redentores, en el desarrollo de su misión, consideren más oportunos, con el límite que indique al respecto, si la hay, la instrucción del Estado que le ampara. La norma general para estas limosnas es que se empleen en cautivos oriundos del reino del que procede el dinero. El grosso de las limosnas generales procede de dos fuentes fundamentalmente: dinero público, es decir, lo que aportan los distintos consejos (hoy diríamos ministerios) del Reino y las limosnas aportadas por la Orden.

En segundo lugar, limosnas con cláusula. Se trata de dinero que entrega un bienhechor (a través de un testamento o manda) o una fundación para un tipo expreso de cautivos: para rescatar niños, mujeres, vecinos de alguna localidad, caídos en alguna ocasión u otros.

Por último, los adjutorios. Se trata de un dinero que se entrega para el rescate de uno o varios cautivos determinados, con cláusula específica de que sea devuelto en caso de no poder efectuar el rescate de aquel o aquellos por quien o quienes se dio la suma.

Estos dos condicionantes hacen difícil la misión de los redentores. Sólo desde el estudio de la financiación de cada redención se puede llegar a sopesar la capacidad que los redentores tienen para realizar su misión carismática, esto es: liberar a los pobres cautivos o a aquellos que están más en peligro de perder la fe.

2.3 Un capital en movimiento: caridad y comercio

Gracias a los libros de cuentas de las redenciones, que existen a partir de 1575, conocemos el movimiento económico que implicaba llevar a cabo una redención de cautivos. Con toda seguridad, el engranaje económico preciso y complejo que nos presentan estos libros de cuentas es algo que se fue fraguando con la experiencia desde la Baja Edad Media. Por imperativo legal del Estado, a través de la Provisión e Instrucción, es decir, a través del permiso para poder llevar a cabo una redención (Provisión) y del ordenamiento de cómo llevarla a cabo (Instrucción), los redentores tenían que invertir en mercancías las dos terceras partes del capital redentivo. Las razones para este mandato son claras y lógicas.

Por una lado — dicho en conceptos modernos — se evita la salida de moneda (oro y plata) o divisas. Por otra parte, se intenta así amortiguar el golpe que supone el desembolso de este dinero del Reino para un reino enemigo. Con la compra de estas mercancías y la salida de ellas para venderlas en tierras de moros se activaba el comercio del país. Los redentores, una vez que han recogido el dinero del reino cristiano del que parten, comienzan todo un trabajo de inversión en mercancías para luego venderlas en Berbería. Las leyes del comercio y del capital se ponen al servicio de la caridad redentora. Los redentores mercedarios dedicarán varios meses, ayudándose de expertos, esto es, de peritos, de corredores y de veedores, para esta delicada operación económica.

Los productos en los que invierten grandes sumas de dinero, dicho de un modo resumido, son tres: metales preciosos (oro, joyas, perlas); telas (de todo tipo y valor: seda, velartes, tafetán, brocados); y bonetes (gorros muy apreciados en tierra de moros). El conocimiento de los redentores de gramajes, precios, quilates, pureza de joyas, diferencias de tejidos, embalajes, entre otros es admirable. En realidad, en este punto deben ser buenos mercaderes. Gran parte del éxito de la redención y de la amplitud de la misma dependerá de saber administrar y hacer crecer, con las leyes del comercio, el capital de la caridad. El hecho de realizar todas estas inversiones conlleva meses de trabajo y muchos viajes. Esta razón, entre otras, hacía que la elección de los redentores no recayera en cualquiera. Los redentores suelen ser Maestros, es decir, lo que equivalía a doctor por una universidad. Hombres muy preparados en letras y en números.

Aunque cada redención es una historia, la verdad es que el análisis detenido de varios de estos libros de cuentas de redenciones nos hacen ver el buen resultado de esta inversión. Lo que se invierte, que es nada menos que dos tercios del total de la redención, incrementa, por norma general, entre un 15-20%. Sin embargo, en algunos casos, como en la redención realizada en Tetuán en 1579, los redentores hacen crecer el capital invertido nada menos que un 167,8%. Se invierte por valor de 1.712.299 maravedíes y la venta de lo invertido arroja la no desdeñable cantidad de 4.861.728 maravedíes.

Estas inversiones no sólo son obligadas por las causas políticoeconómicas expuestas antes. El aumento del capital amplía el margen de maniobra de los redentores, ya que, los beneficios pasan a englobar la suma de las limosnas generales, es decir, dinero libre de cláusulas. El comercio o la inversión se convierte, por tanto, en una fuente importante de financiación de las redenciones. Además, estos beneficios harán de colchón para sufragar los gastos que produce la maquinaria de la redención y que veremos en el siguiente apartado.

2.4 Gastos de la maquinaria de la redención

Con la palabra maquinaria nos referimos a todos los medios prácticos necesarios que dan movimiento al proceso de una redención. El hecho de organizar una redención significa contar con una serie de medios necesarios para poderla llevar a cabo: arrieros, barcos, escuchas, traductores, seguridad, burocracia, viajes y estancias, entre otros. Una redención, en sí misma, cuesta dinero.

Los gastos de organización y ejecución de una redención de cautivos los podemos dividir en cinco categorías: 1) Los gastos que conlleva la inversión en mercancías: su transporte, reparación de género, embalaje y almacenamiento. 2) Viajes, estancias y logística (correos y escuchas) que realizan los redentores. 3) Gastos de burocracia. 4) Transporte y manutención de cautivos. 5) Espiritualidad y limosnas.

1. Una de las partidas mayores de gastos de la maquinaria de la redención va ligada a la inversión en mercaderías . No todo son ganancias, como ha podido parecer en el análisis que hemos ofrecido en el apartado anterior. Esta inversión conlleva sus costes: transporte, corredores, conocedores (peritos), y todo lo necesario para mantener y tratar el género de la mejor manera posible: tundir, afinar, frisar, limpiar, estirar, apuntar, enfardelar, embalar y almacenar. Sin contar el gasto indirecto de los viajes y estancias que los redentores deben hacer para ejecutar esta inversión.

2. Otra partida importante dentro de los gastos de la maquinaria de la redención son los viajes. Como veremos en el próximo apartado, cada uno de los redentores recorrerá por tierra más de un millar de kilómetros. Las razones de estos viajes son tres: a) Recoger el dinero de la redención; b) Realizar la inversión en mercancías; c) Concertar y ejecutar los rescates. Resulta de gran interés repasar los gastos de estos viajes para comprender el nivel de vida que llevaban los redentores. Podemos decir, ya que no podemos entrar en detalles, que los redentores vivían ― dicho en términos de hoy — como la desahogada clase media, esto es, como un mercader medio o un escribano. Los redentores viajan en mulo y con un mozo de compañía que les sirve y ayuda. Alquilan siempre cama en la posada y no sólo un jergón en el suelo. Deben contratar escuchas (espías) para saber cuándo aventurarse a la mar. En definitiva, son los gestores de una maquinaria, como es una redención, que mueve una considerable suma de dinero.

3. El gasto de la burocracia también tiene su peso dentro de la maquinaria de la redención. Los frailes redentores tendrán que acudir y pagar los honorarios de escribanos por los servicios que necesitan de ellos: fes de diverso tipo, traslados, escrituras, entre otros servicios. La mayor parte de estos gastos están derivados de la cobranza de algunas partidas importantes de dinero para la redención que obligan a presentar algún documento público. Por otro lado, también deben afrontar los gastos de aduanas, registros y pasaportes, tanto en España (cuando no están exentos) como, sobre todo, en Berbería.

4. Una vez que los cautivos salen de casa de sus amos dependen de la redención para su manutención. Por esta razón se intentaba que permanecieran en casa de sus amos hasta el momento de la partida de la redención. Pero, a veces, las circunstancias aconsejaban lo contrario. No obstante, desde que salen de tierra de moros hasta que finaliza el viaje de la redención los cautivos, como es lógico, son mantenidos por las arcas de la redención.

5. El último punto de este apartado de gasto de la maquinaria de la redención lo ocasiona la espiritualidad y las limosnas de la redención. Los redentores son frailes sacerdotes. Esto hace que deban registrar gastos que ocasionan el poder mantener el motor de su acción redentora, es decir, su vida espiritual. Para ello, por ejemplo, a la redención de 1575, le cargan el gasto de una arca, que se compro más de las dichas, para llevar el aderezo para decir misa y ropa blanca [...] de una tabla de manteles grandes para decir misa. En la redención de 1579 compran, por su parte, un misal en Sevilla. Pero la espiritualidad de una redención de cautivos en el siglo XVI no sólo se reduce a la vida espiritual de los redentores. La redención en sí participa de la espiritualidad de la orden que la ejecuta. En la redención de 1575 se compran escapularios para todos los redimidos, para lucirlos en procesión desde el Grao a Valencia. También se compra, por ejemplo, lienzo para una bandera que se llevo, según es costumbre, cuatro varas de anjeo y de hechura y pintarla por ambas partes, por la una a nuestra Señora de la Merced con muchos cautivos y por la otra la bajada de Cristo al limbo.

Detrás de las frías partidas de las cuentas, en muchas ocasiones, se esconden dramas. Por ejemplo, la historia personal que nos queda oculta detrás de muchos de los adjutorios devueltos. O, por otro lado, los cautivos desesperados que los redentores no pueden redimir. Y tantas otras calamidades que una fuente como esta no refleja. Poco o nada podemos decir en este aspecto del trabajo de los redentores. Sabemos que poco pueden hacer, pues están encorsetados. No obstante, sí que hemos encontrado algunas partidas significativas que muestran, aunque de un modo muy tenue, la caridad humana de estos gestores de la redención, es decir, de los frailes redentores.

2. 5 Tiempos y distancias

La historia de una redención de cautivos es una historia que obliga a recorrer muchos caminos, es decir, largos desplazamientos por la mala infraestructura de los caminos de la época. Gracias al advenimiento de los libros de cuentas podemos reconstruir el itinerario que los redentores tuvieron que recorrer en cada una de las redenciones, es decir, fechas, distancias, estancias y costes. También, por otra parte, estos libros ofrecen algunos detalles significativos como información sobre enfermedades, peligros de peste, problemas ocasionados por la lluvia, por la seguridad o inseguridad de los caminos, entre otros. Datos objetivos que, con la información que otras fuentes contemporáneas nos ofrecen sobre el viajar por España en el siglo XVI, nos permiten hacernos una clara idea del significado de los viajes de las redenciones.

Una redención de cautivos dura, al menos a partir del siglo XVI, un promedio de más de un año. Los viajes por la Península para recoger las distintas partidas de dinero, así como para hacer la inversión son largos. Como una imagen vale más que mil palabras ofrezco dos ejemplos.

2. 6 El precio de la libertad

Toda la dinámica de las redenciones expuesta se encamina hacia un fin: la libertad de los cristianos cautivos. Una libertad perdida y ansiada. Cervantes, cautivo en los años (1575-1580), expresa por boca de don Quijote el anhelo de la libertad perdida. La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Una libertad, no obstante, que, como en el caso de Cervantes, tiene un precio. El enfrentamiento a gran escala entre las dos civilizaciones del Mediterráneo, Cristiandad e Islam, es aprovechado para reducir al enemigo a mercancía, donde a la libertad se le pone precio.

Este precio en las redenciones de cautivos no es ni mucho menos uniforme. Una tentación sería hacer una sencilla media matemática del precio de los distintos rescates. Pero esto nos alejaría de la verdad concreta e histórica de las redenciones. Cada partida de rescate de uno de los libros de cuentas esconde tras de sí una historia concreta. El precio de los rescates depende de una serie de factores. Los clásicos y estudiados son edad, sexo y condición, los que exponen los estudios, pues así lo narran los tratados y la literatura de cautivos. En el momento en que los corsarios reclutan cautivos hacen enseguida una clasificación de la mercancía humana en vistas al beneficio que se pueda obtener de ella. No podemos olvidar que los corsarios, más allá de ideales políticos o religiosos, viven del negocio del corso, en el que los cautivos es la mercancía más preciada.

El sexo, como ya señalamos, va a ser un condicionante a la hora de establecer el precio del rescate. La mujer es más difícil y más cara de rescatar por lo que ya expusimos. Otro factor condicionante en el precio de los rescates es la edad. Los niños, al igual que las mujeres, son más difíciles de rescatar. Existe en la sociedad berberisca una fuerte tendencia a absorber a los componentes de estos dos grupos. Por esta razón y por que se consideraban a las mujeres y a los niños más débiles para mantenerse en la fe se convierten en un objetivo carismático. El último factor clásico es la condición del cautivo. Esta es un arma de doble filo. Por una parte, si era considerado pobre podría ser vendido como esclavo y llevado lejos con lo que se cerraban las puertas a la posible redención.

Por otra parte, si se intuía que podía ser alguien adinerado o relevante se tasa a un precio muy elevado. Esto último, por ejemplo, fue el caso de Miguel de Cervantes. Pero más allá de todo esto consabido, desde esta fuente que son las cuentas de las redenciones, hallamos otro factor, no esbozado por los estudiosos. Este factor es el de la pertenencia, es decir, los precios dependerán también del dueño a quien pertenezca el cautivo. Es claro que el dueño del cautivo es el que al final pone el precio de su venta o rescate. A pesar de esto, en las cuentas de las redenciones vamos a encontrar largas listas de partidas de rescates de cautivos que pertenecen a un mismo dueño y que establece un precio estándar para todos los cautivos que vende, digamos, en lote.

En algunas ocasiones, el precio del rescate de un cautivo cristiano está determinado por la exigencia de su trueque por un cautivo musulmán. Es decir, para forzar la liberación de algún cautivo moro concreto se pide su liberación como precio exclusivo para el rescate de algún cautivo cristiano determinado del que se sepa que hay un especial y alto interés en su liberación. Lo cual no deja de seguir siendo parte del chantaje y estrategia de la guerra del corso. No obstante, las autoridades cristianas serán reticentes ante estos canjes. Las razones que entran en conflicto para acceder a los trueques como moneda de rescate son la prudencia estratégica, por parte de la autoridad que mira en general el problema de los cautivos, y la presencia de la caridad de los redentores que ven en primera persona el drama de los cautivos que viven sin esperanza de recobrar su libertad.

Con todo, aunque suene duro a nuestra sensibilidad, los precios de los cautivos entran dentro del juego de la ley comercial de la oferta y la demanda. Aquí los factores son variados y fluctuantes. El resultado de un buen negocio dependerá de las circunstancias, de la suerte y de la posible pericia y sagacidad de los redentores. Al fin y al cabo, entre los guarismos de las cuentas de la redención la dignidad y libertad del ser humano se convierte en una cuestión de dinero y chantaje.

2. 7 Personajes de la redención

En los libros de las cuentas de la redención aparecen una infinidad de nombres. Por ejemplo, en el libro de la de 1583 hemos contabilizado 233 personas con sus nombres, sin contar, otros que aparecen innominados.

Las redenciones de cautivos, desde su inicio hasta su conclusión, implican de diferentes maneras a muchas personas. Se encuentran en estos libros los nombres de los oficiales del Estado que conceden los permisos y se encargan de la vigilancia de las redenciones, así como escribanos públicos y contadores del Consejo. Por otra parte, aparecen todos los donantes o bienhechores de la redención con algunos intermediarios de los que necesitan servirse para hacer llegar el dinero a los redentores.

También, cómo no, los frailes redentores y algunos otros frailes mercedarios que hacen alguna labor en la redención, además, todos los contratados de la maquinaria redentora, los comerciantes a los que se compran y luego venden las mercancías, algunas personas que hacen de intermediarios para ejecutar algunos rescates, los dueños de los cautivos con sus agentes, los cautivos y hasta algunos necesitados que reciben limosna de la redención. No deja de ser interesante el papel de los judíos en las redenciones de cautivos. Las comunidades judías de Argel y Tetuán desempeñan en la Edad Moderna un papel importante en las redenciones.

Los judíos y la redención

Por ejemplo, en la redención de 1575, efectuada en Argel, aparecen algunos judíos. La presencia de una comunidad judía en Argel es testimoniada por Haedo/Sosa. Afirma que están repartidos en dos barrios, en los cuales habrá de todos 150 casas. Lo mismo dice otro autor que estuvo en Argel en el siglo XVII, el mercedario Gabriel Gómez de Losada. Conocemos, además, la presencia de los judíos por toda Berbería, incluso son tolerados en la católica Orán, plaza fuerte de la Monarquía hispánica.

Según Haedo Sosa ellos solos los judíos de Argel son los que baten la moneda de oro, plata y bronce, teniendo a su cargo toda la casa de la moneda. No obstante, no los describe como grandes ricos, sino como pequeños comerciantes que participan también del negocio de la cautividad. Por eso dice que sírvense muchos de cristianos cautivos. El redentor mercedario G. Gómez de Losada afirma de los judíos de Argel que
compran lo que los cosarios roban [...]. Y desta manera compran cautivos cristianos. Esta descripción coincide con el papel que ocupan los judíos en la redención en Argel de 1575. En ella los judíos aparecen en tres ocasiones.

En primer lugar, encontramos a un judío inmerso en el negocio del trato de cautivos, ya que se trata de un corredor de cautivos. Otro judío, en segundo lugar, es el que alquila la casa a los redentores para su estancia en Argel, dado que los redentores son infieles y no pueden vivir en la ciudad. Y por último, también encontramos otro judío comprando a los redentores un paño de Baeza, es decir, un comerciante que aprovecha a los redentores como proveedores de mercancías.

Por amor a Dios

Después de todos estos trabajos, caminos, enfermedades, peligros y controles que hemos visto que conlleva una redención de cautivos, cabe preguntarse por el motor que impulsa y da sentido a todo esto en los redentores y en la misma institución redentora, en este caso la orden de la Merced. Todo por amor a Dios. Estos libros de contabilidad muestran que ni los redentores ni la orden llevan beneficio alguno por este trabajo.

En una redención de cautivos confluyen muchos factores que con toda seguridad incidían en la evaluación social que esta obra pudo tener en aquel momento. Los redentores más allá de los trabajos, caminos y cansancios, deben contar, por una parte, con la incomprensión de un sector de la comunidad cautiva que no va a poder ser rescatado, con la susceptibilidad de grupos sociales de la Cristiandad y con la vigilancia de los oficiales de las autoridades cristianas. Los textos espirituales de las órdenes redentoras son claros. Todo se hace a imitación de Cristo redentor en el misterio de amor de Dios uno y trino:

Tuvo Dios tanta misericordia y caridad con los hombres, viéndolos cautivos debajo del poder tirano del demonio por el pecado primero, que, para mayor demostración de su amor y misericordia santa, dio y entregó a su Unigénito Hijo por nuestra libertad y rescate. [...] La obra de redimir a los cautivos cristianos del poder de los infieles, por salvar aquellas almas del peligro de perderlas entre tantos errores y vicios y del de apostatar de la fe, es acto de caridad de amor de Dios y del prójimo.

Este ideal se desarrolla en el devenir concreto de cada una de las redenciones de cautivos. Los libros de cuentas nos permiten seguir de cerca esta encarnación concreta del ideal. La misión es compleja y arriesgada. El hecho de hacer cuadrar las cuentas y cumplir todas las expectativas es casi imposible. Pues las expectativas o exigencias son muchas, diferentes y, en muchos casos, contradictorias: las del Estado, las de los familiares, de las autoridades musulmanas y las de los cautivos. Es muy difícil de hacer cuadrar todo esto.

En la conclusión de estos libros de cuentas se encuentran registradas algunas advertencias por parte de las autoridades cristianas, porque no se ha cumplido (o no se han podido cumplir) todas las prescripciones de la Instrucción. Con lo cual, después de todo el esfuerzo por hacer casar todas las prescripciones de difícil armonía, los redentores reciben amonestaciones de las autoridades, desconfianzas de parte de la sociedad, sin contar, como dijimos, con los desaires de los mismos cautivos que, por su situación desesperada, llegaban a la conclusión de poder exigir un derecho, más que de recibir una caridad que se les concedía. No obstante, estas pequeñas contrariedades humanas no tienen parangón con la satisfacción de haber sido, por amor, prolongación de la redención de Cristo entre los hombres.
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