La modestia del saber frente a la soberbia del creer.

Tómese lo que sigue como dicho por “cualquiera”:

La imagen científica del mundo es muy deficiente... No sabe decirnos nada de lo que significa que algo sea rojo o azul... nada de lo bello o de lo feo, de lo bueno o de lo malo, de Dios y la eternidad... por qué la música puede deleitarnos o por qué y cómo una antigua canción puede hacer que nos salten las lágrimas.


Esta frase, sin contexto, sin autoría conocida, es anodina y trivial. Quizá podamos admirar en ella el ejemplo de humildad de la ciencia, la física, claro, recordando que en literatura esto se llama metonimia, la de pretender que la totalidad sea una de sus partes.

La ciencia física no es “toda” la ciencia. También hay ciencias lingüísticas, psicológicas, metafísicas... que son las propiamente “humanas”.

Si ponemos a continuación de la frase el nombre de Erwin Schrödinger (1887-1961), autoridad en la física a la altura de Werner Heisenberg o Wolfgang Pauli, ya parece que dice algo más.

La primera contestación es obvia: la ciencia sí sabe dar explicaciones de todo eso, al menos “ciertas” explicaciones.

Es sintomático que para buscar el “sentido” del mundo y una nueva visión del mismo, Schrödinger acuda a los libros sagrados hindúes, los Veda y los Upanishads. Gran físico y gran crédulo, que, aspectos aunados, pueden dar un escritor de renombre populista. Pero no deja de ser una tragedia para un científico que le aplaudan los imbéciles.

La casi totalidad de los científicos de la naturaleza suelen tener una gran agudeza mental y fina sensibilidad. Perciben lagunas en su formación que suplen admirando las artes y dejándose llevar por la “visión profunda” de las “disciplinas del misterio”. Muchos médicos buscan en la fe algo más allá de aquello que perciben en su trabajo, que el hombre no puede resumirse en células, neuronas, sistemas orgánicos o endocrinología. Pero su visión del mundo es incompleta y sesgada.

La persona normal y corriente no debe impresionarse por lo que digan mentes para él privilegiadas respecto a disciplinas que no son de su especialidad. Es como decir que un especialista en computadoras no tiene ni idea de cómo conducir un rebaño de ovejas, con órdenes precisas a los perros y silbidos especiales.

El renacer de nuestra época tiene poco del “renacimiento” del siglo XV, cuando un Leonardo da Vinci, conocido por todos sobre todo como pintor, era también escultor, ingeniero, gran maestro de cocina, músico y compositor, escritor... Él sí podía tener una “imagen” del mundo. No así los pretendidos “científicos” de hoy día, que caen en la tentación de dar interpretaciones del mundo al dictado de las parcelas de mundo que dominan.
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