Las lágrimas convertidas en sonrisas

Paisaje
La vida del hombre está compuesta generalmente por momentos de gozo y otros de penas. Es bueno que en los momentos de dolor nos acordemos de que el Señor nos ha regalado muchos de alegría. Esto es lo que canta el autor del salmo 125. El regreso del exilio no fue fácil para los repatriados. Pero con todo, volver a su patria era una gran alegría. “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares” (v 1-2).

El pueblo de Israel en tiempos del salmista era un pueblo agrícola y pastoril. Su situación dependía de la meteorología: Si llovía cosecha asegurada, ganado bien nutrido. Los esfuerzos y fatigas estaban recompensados: “Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares, al ir iban llorando llevando la semilla; al volver vuelven cantando, trayendo sus gavillas” (5-6).

“Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb” (v 4). Y es que este torrente seco y pedregoso, situado al sur de Jerusalén; cuando llueve en las montañas el cauce se llena de aguas torrenciales y aparece un paisaje completamente distinto. Todo se cubre de verde con multitud de flores de múltiples colores. Así la vida de los que han regresado de su cautiverio. Todo tiene otro tono que les hace olvidar sus penurias.

En nuestra vida espiritual también podemos padecer momentos de gran sequía, todo se nos hace cuesta arriba. En otros, el Señor nos inunda con su luz, y aunque la vida puede ser dura se nos hace fácil. Este salmo orado en los momentos oscuros nos dará aliento para seguir con fidelidad el camino emprendido. Las lágrimas convertidas en sonrisas. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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