"LA VISITA DE DIOS", dramáticos versos de LUIS CERNUDA

Celebrábamos el pasado día 5 el aniversario del fallecimiento de Cernuda (pulsar aquí). ¿Por qué no releer algún poema suyo, acaso uno largo, de esos que solemos aparcar por falta de tiempo, pero sospechamos que nos estamos perdiendo lo mejorcito de su poesía? Os invito a disfrutar, reposadamente, "La visita de Dios", de 76 versos. Forma parte del poemario "Las nubes", que inició en 1936 y tuvo que continuar ya fuera de España, cuando, en 1938, en plena guerra civil, viajó a Inglaterra para impartir lecciones y se quedó a vivir en el exilio (Inglaterra, Estados Unidos, México) hasta su muerte, veinticinco años después.

QUIERO ESPERAR UNAS LÁGRIMAS DIVINAS

A la terrible Guerra española, de la que consigue alejarse con su pacífico corazón malherido y sangrando, hay que sumar las primeras batallas de la brutal contienda que devastará a Europa. Como el náufrago que bracea desesperadamente en la tempestad, así se siente el poeta, flotando en el océano del sufrimiento, desnortado y perdido.
Escribir le consuela y dignifica, y da a luz, desde Inglaterra, dos desgarradores poemarios, "Las nubes" (1937-1940) y "Como quien espera el alba" (1941-1944). De "Las nubes" seleccionamos "La visita de Dios", documento capital de la poesía religiosa de todos los tiempos. Lo presentamos con ligeras introducciones, para hacer su lectura más cómoda. Quien quiera saborear sin pausas todo el texto, pulse aquí.
Hace Cernuda balance de salud, física y espiritual. No necesita todavía bastón ni trompetilla, pero reconoce que queda lejos la belleza de juventud y casi olvidados sus amores. Del cielo espera hoy bendiciones y la cercanía de alguien a quien entregar el corazón...
LA VISITA DE DIOS
Pasada se halla ahora la mitad de mi vida.
El cuerpo sigue en pie y las voces aún giran
y resuenan con encanto marchito en mis oídos,
mas los días esbeltos ya se marcharon lejos;
sólo recuerdos pálidos de su amor me han dejado.
Como el labrador al ver su trabajo perdido
vuelve al cielo los ojos esperando la lluvia,
también quiero esperar en esta hora confusa
unas lágrimas divinas que aviven mi cosecha.
Hasta aquí el Deseo. Ahora le golpea la Realidad. Entre el exilio de todo (trabajo, casa, amigos perdidos por la guerra...), ¿no sería justo alcanzar, al menos, un pequeño descanso, una gozosa pausa de generoso y recíproco amor?
Pero hondamente fijo queda el desaliento,
como huésped oscuro de mis sueños.
¿Puedo esperar acaso? Todo se ha dado al hombre
tal distracción efímera de la existencia;
a nada puede unir este ansia suya que reclama
una pausa de amor entre la fuga de las cosas.
Vano sería dolerse del trabajo, la casa, los amigos
perdidos
en aquel gran negocio demoníaco de la guerra.
LA REVOLUCIÓN RENACE SIEMPRE

Sigue chapoteando en la Realidad que le rodea, la de la miseria: héroes anónimos que sobreviven al hambre y al frío. Como él mismo, un mendigo más. En este contexto de pobreza extrema, no es de extrañar que predicadores de una sociedad más igualitaria seduzcan, como la serpiente en el Paraíso, a los explotados, para transformar el mundo. No olvida Cernuda el incendiario discurso político que aprendió en el frente y en los salones del Partido Comunista de España.
Estoy en la ciudad alzada para su orgullo por el rico,
adonde la miseria oculta canta por las esquinas
o expone dibujos que me arrasan de lágrimas
los ojos.
Y mordiendo mis puños con tristeza impotente
aún cuento mentalmente mis monedas escasas,
porque un trozo de pan aquí y unos vestidos
suponen un esfuerzo mayor para lograrlos
que el de los viejos héroes cuando vencían
monstruos, rompiendo encantos con su lanza.
La revolución renace siempre, como un fénix
llameante en el pecho de los desdichados.
Esto lo sabe el charlatán bajo los árboles
de las plazas, y su baba argentina, su cascabel
sonoro,
silbando entre las hojas, encanta al pueblo
robusto y engañado con maligna elocuencia,
y canciones de sangre acunan su miseria.
SOLEDAD DE QUIEN NO TIENE YA NADA ENTRE LOS BRAZOS

Enfatiza nuestro poeta su necesidad de expresión escrita como remedio a la soledad de quien no tiene a nadie entre los brazos. "¿Quise de mí dejar memoria? / Perdón pido por ello" ("A sus paisanos).
Fallecieron las mujeres de su vida, "tejedoras de esperanza", otro motivo de desamparo y lágrimas. Y ha caído en la trampa de la rutina vacía, del estereotipo sin alma.
El tiempo es muerte, pero también luz inmortal para los jóvenes, fecundo manantial de sucesivas generaciones para ilusionados padres...
Por mi dolor comprendo que otros inmensos sufren
hombres callados a quienes falta el ocio
para arrojar al cielo su tormento. Mas no puedo
copiar su enérgico silencio, que me alivia
este consuelo de la voz, sin tierra y sin amigo,
en la profunda soledad de quien no tiene
ya nada entre sus brazos, sino el aire en torno,
lo mismo que un navío al alejarse sobre el mar.
¿Adónde han ido las viejas compañeras del hombre?
Mis zurcidoras de proyectos, mis tejedoras de
esperanzas
han muerto. Sus agujas y maderas reposan
con polvo en un rincón, sin la melodía del trabajo.
Como una sombra aislada al filo de los días,
voy repitiendo gestos y palabras mientras lejos
escucho
el inmenso bostezo de los siglos pasados.
El tiempo, ese blanco desierto ilimitado,
esa nada creadora, amenaza a los hombres
y con luz inmortal se abre ante los deseos juveniles.
Unos quieren asir locamente su mágico reflejo,
mas otros le conjuran con un hijo
ofrecido en los brazos como víctima,
porque de nueva vida se mantiene su vida
como el agua del agua llorada por los hombres.

PERO A TI, DIOS, ¿CON QUÉ TE APLACAREMOS?

Infancia desgraciada. Un padre "adusto", una madre "caprichosa". Describe así el ambiente de terror del hogar ("La familia"): "Presidían mudos, graves, la penumbra, / ojos que no miraban los ojos de los otros, / mientras sus manos pálidas alzaban como hostia / un pedazo de pan, un fruto, una copa con agua..." Y admite con tristeza la dura formación que recibió de ellos: "Con dios y la moral te proveyeron."
No es de extrañar que la imagen de Dios que transmite en sus versos de madurez sea la de un Dios caprichoso (como la madre), cruel, justiciero (como el padre)... ¡Con qué dolor, con qué desesperanza acude, como recurso último, al Todopoderoso de su infancia, implorando misericordia! Se derrumban sus sueños como torre de naipes.
De pequeño creía en Dios el poeta (estudió con Padres Escolapios), pero se fue apagando su fe, su sed de Absoluto ("Mi sed eras tú, tú fuiste mi amor perdido..."). En el poema "Otra fecha", hablando consigo mismo, reconoce: "Pues si nada crees, aun queriendo, / aun sin querer crees a veces..." Todo lo que me viene sucediendo, ¿es pura casualidad o luminosa prueba de que tú estás muy cerca para protegerme? ¿O cerca, muy cerca, para castigarme?...
Pero a ti, Dios, ¿con qué te aplacaremos?
Mi sed eras tú, tú fuiste mi amor perdido,
mi casa rota, mi vida trabajada, y la casa y la vida
de tantos hombres como yo a la deriva
en el naufragio de un país. Levantados de naipes,
uno tras otro iban cayendo mis pobres paraísos.
¿Movió tu mano el aire que fuera derribándolos
y tras ellos, en el profundo abatimiento, en el hondo
vacío,
se alza al fin ante mí la nube que oculta tu presencia?
NO GOLPEES AIRADO MI CUERPO CON TU RAYO...

Hace estragos en España y Europa un militante laicismo que quisiera erradicar del mundo la fe religiosa. Me vienen al corazón versos de Pedro Casaldáliga ("Equívocos"): "Donde tú dices paz, justicia y amor, / ¡yo digo Dios! / Donde tú dices Dios, / ¡yo digo libertad, justicia / y amor!"
No golpees airado mi cuerpo con tu rayo;
si el amor no eres tú, ¿quién lo será en tu mundo?
Compadécete al fin, escucha este murmullo
que ascendiendo llega como una ola
al pie de tu divina indiferencia.
Mira las tristes piedras que llevamos
ya sobre nuestros hombros para enterrar tus dones:
la hermosura, la verdad, la justicia, cuyo afán
imposible
tú solo eras capaz de infundir en nosotros.
Si ellas murieran hoy, de la memoria tú te borrarías
como un sueño remoto de los hombres que fueron.
