"El uso que hace la extrema derecha española de la religión es obsceno" La 'blasfemia' de Abascal: El uso obsceno de la religión cristiana

"Es evidente que, en las famosas (y siempre parciales) raíces cristianas de la Europa y de la España, la extrema derecha está tallando garrotes y palos con los que golpear a todo aquel que sea diferente y se confiese distinto. Y no podría haber mayor blasfemia que ésta"
"Los Papas, Cardenales y Obispos no son Jesús: durante siglos han bendecido cruzadas y espadas, han ungido reyes y emperadores, han tranquilizado a los ricos sobre su capacidad de pasar por el ojo de una aguja. Y todos esos poderosos, desde siempre, les han correspondido: cubriendo a la Iglesia de dinero y poder, y haciendo alarde de una gran devoción personal"
"El predicador de odio más violento de la reciente política española blande argumentos en nombre de aquella religión del amor incondicional y de la libertad de la adoración y del culto"
"El predicador de odio más violento de la reciente política española blande argumentos en nombre de aquella religión del amor incondicional y de la libertad de la adoración y del culto"
El uso político de la religión es tan antiguo como la religión misma. Y, en la Iglesia católica, la tentación de aliarse con el poder de este mundo es la Gran Tentación a la que ya se cedió en el año 380 d. C., cuando el emperador Teodosio declaró el cristianismo religión de Estado y la jerarquía eclesiástica comenzó a heredar el papel de estructura de gobierno del Imperio.
En la historia más o menos reciente de nuestro país no han faltado prelados que se han mostrado abiertos a la política de la extrema derecha creyendo que el Reino de Cristo (y, con él, naturalmente, su pequeño y muy personal reino) es de este mundo. Sin embargo, él, Jesús, manifestó toda su vida diciendo justamente lo contrario: «Mi reino no es de este mundo». Afirmó que hay que separar a César de Dios, dando a cada uno lo que le corresponde. Y en el momento más terrible de su vida, al comienzo de su Pasión, hizo enfundar las espadas diciendo que podría tener doce legiones de ángeles para defenderlo, pero que no quería vencer con la fuerza.
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La raíz de esta aversión de Jesús al poder terrenal se encuentra quizás en el episodio en el que el diablo le ofrece, a cambio de su adoración, todos los reinos de este mundo. Lo que significa, según comentaban algunos Padres de la Iglesia, que evidentemente el Mal disponía libremente de esos poderes terrenales.

Pero los Papas, Cardenales y Obispos no son Jesús: durante siglos han bendecido cruzadas y espadas, han ungido reyes y emperadores, han tranquilizado a los ricos sobre su capacidad de pasar por el ojo de una aguja. Y todos esos poderosos, desde siempre, les han correspondido: cubriendo a la Iglesia de dinero y poder, y haciendo alarde de una gran devoción personal.
Todo esto es bien conocido. Sin embargo, en el uso que el Santiago Abascal, y con él buena parte de los líderes del abanico de la derecha y extrema derecha española, hacen de la religión cristiana hay algo aún más obsceno. Y es la evidente, incluso caricaturesca, mala fe de algunas declaraciones del ofendido Santiago Abascal pretendiendo explicar la declaración de la Conferencia Episcopal Española en favor de la comunidad creyente musulmana.
Pero eso es solo la superficie: el verdadero cortocircuito está en el fondo.
Y el fondo es que el predicador de odio más violento de la reciente política española blande argumentos en nombre de aquella religión del amor incondicional y de la libertad de la adoración y del culto. Que Santiago Abascal agite sus argumentos tratando de fundamentarse en un Evangelio en el que Jesús basa el juicio final también en esta pregunta y en esta amenaza: «Era forastero y no me acogisteis: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles». Que un poderoso señor de la extrema derecha siga proclamando las raíces cristianas y católicas de España no es sino desconocimiento del abc del cristianismo: que el Dios que es más grande de los cielos, y que cualquier confesión, no puede ser reducido a instrumento de una política de odio.

En este clima, incluso nuestra por lo menos aparente incapacidad para construir un Estado que es aconfesional (según el artículo 16 de su Constitución) adquiere connotaciones dramáticas y peligrosas. Ninguna confesión religiosa tiene carácter estatal, y los poderes públicos deben tener en cuenta las creencias religiosas de toda la sociedad española, manteniendo relaciones de cooperación con todas y cada una de las confesiones religiosas.
Quienes realmente creen en espíritu y en verdad, sea cuál sea el nombre invocado de la divinidad, solo tienen una forma de detener esta violencia contra la fe religiosa: alzar la voz en público para condenar el uso político de la religión. Lo cual siempre es un error terrible, pero que hoy parece especialmente grave. Porque si es horrible utilizar la religión sin creer en ella, es monstruoso hacerlo actuando activamente para lograr lo contrario.
Es evidente que, en las famosas (y siempre parciales) raíces cristianas de la Europa y de la España, la extrema derecha está tallando garrotes y palos con los que golpear a todo aquel que sea diferente y se confiese distinto. Y no podría haber mayor blasfemia que ésta.
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