Brechas en la identidad de Europa

“Europa es un soldado durmiendo sobre su mochila”. Dos recientes hechos nos recuperan esta frase de González Tuñón: el desenlace de las conversaciones sobre la permanencia en el Reino Unido, y la vergonzosa inoperancia en el mayor desafío de la historia europea después de la II Guerra Mundial: el drama de los refugiados. “Nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos a las personas“, había afirmado Jean Monnet, uno de los que inició el sueño de Europa al emprender el primer paso de la unión económica. Parece que sus ideales, así como los valores que motivaron a los padres de Europa, están comenzando a resquebrajarse de forma preocupante.
Después de 40 horas de intensa negociación, los veintiocho se han bajado los pantalones ante la amenaza de que el Reino Unido abandone la Unión Europea. Lo lógica más obvia es, desde luego, que ni a los intereses de los ingleses ni a los del resto de Europa convendría tal disgregación. Pero la historia de la Gran Bretaña, basada en una insularidad que va desde conducir por la izquierda y no admitir el sistema métrico a hacer siempre lo que le ha dado la gana, es seguir sus intereses desde su “espléndido aislamiento”. Su economía, su potencia militar, su amistad con Estados Unidos y su vieja Commonwealth se lo permiten.
Ahora, ante el referéndum planteado por David Cameron para contentar al ala más conservadora de su país y salvarse a sí mismo, ha impuesto sus condiciones. Entre las principales, los líderes europeos aceptan crear un “freno de emergencia” que permitirá al Reino Unido suspender el acceso de los inmigrantes europeos a determinados complementos salariales, durante sus primeros años de trabajo. Una vez activado el mecanismo, el Gobierno podrá hacer uso de él durante un periodo máximo de siete años y no de los 13 que aspiraba lograr Cameron. También podrá ajustar al precio de la vida en el país de origen las ayudas por hijo que le correspondan al trabajador, si el menor no reside en Reino Unido. Esta será una medida no retroactiva, que se aplicará desde su aprobación a los recién llegados y, tras un periodo de transición hasta 2020, a los que ya residen en el país. Además, a petición de Bélgica y Francia, se ha incluido una cláusula que especifica que las condiciones del acuerdo quedarán sin valor si el resultado del plebiscito británico es contrario a la UE.
Otra de las ventajas que ha logrado el Gobierno británico, con ayuda de Angela Merkel, es una salvaguarda que permitirá a un Estado que no integre la moneda única aplazar políticas económicas de la eurozona o de la unión bancaria, si las considera una “amenaza” para sí.

Otros países como Francia o España plantearon sin éxito que fueran necesarios al menos dos países para poner en marcha esta cláusula. Los países del euro sí han introducido una referencia en el acuerdo que deje claro que Londres no tendrá por ello capacidad de “veto”, ni podrá ralentizar medidas urgentes.
Cameron cree que este acuerdo con la UE es suficiente para recomendar el “sí” a los ingleses y ha asegurado que ha logrado un pacto que concede un “estatus especial” a Reino Unido dentro de la Unión Europea. El que se abra una brecha en la libre circulación y que un inmigrante esté menos protegido en la Pérfida Albión que en el resto de Europa, le importa un comino, así como sentar un precedente a otras singularidades. Por supuesto el RU sigue apeado del ansiado tren de la unión política.
Pero esta cerrazón, este bloqueo, esta xenofobia en favor del egoísmo de la Europa del bienestar está patente también en el resto de países de la Unión en el urgente caso de los refugiados. Europa no solo no se ha puesto en marcha para responder ante tamaña situación, sino que las medidas que ha ido tomando a lo largo de estos meses dejan el camino cada vez más difícil para todas esas personas que huyen.
En 2014 estaba vigente una operación europea llamada Mare Nostrum en el Mediterráneo. Esa operación tenía el objetivo de rescatar y salvar a personas en riesgo. Pues bien, ha sido sustituida por otra llamada Tritón, cuyo objetivo no es el rescate y salvamento, sino la protección de fronteras europeas. Esto obliga a los organismos rescatadores a que, en vez de trabajar en todo el Mediterráneo, solo puedan actuar a 30 millas de la costa italiana. Durante los primeros cuatro meses de 2014, 86 personas murieron en el Mediterráneo; en 2015, con esa nueva operación, fueron más de 1.700.
El cambio de estrategia en el Mediterráneo ha impelido a que Médicos sin Fronteras fletara una operación con tres barcos que ha estado funcionando desde mayo hasta noviembre del año pasado, gracias a la cual 20.000 personas han sido rescatadas. España anunció que iba a acoger a 18.000 refugiados. Los acogidos hasta ahora no pasan de 20. Más del 90% de las víctimas de las guerras actuales pertenece a la población civil, que lo único que ha hecho ha sido nacer y vivir en ese país. Dos niños mueren cada día en la huida por el Mediterráneo. 10.000 menores han desparecido, seguramente para caer en poder las mafias. Más de 300 han muerto en el Egeo. Austria endurece sus fronteras y Merkel, ante su caída de popularidad, negocia ahora con Turquía que los refugiados no crucen el muro levantado por las autoridades. No digamos nada el caos que supone para la empobrecida Grecia. Sobre ese tema los líderes europeos celebraran un encuentro durante los primeros días de marzo después de no llegar a nada en la reciente cumbre.

Europa con estas brechas en su ideario se está jugando su propia identidad.
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