Lo musulmán como pretexto

A un lado de la cuerda, estiran con fuerza los que, pretextando la religión del Corán como solución para todos, imponen la violencia con fines muy poco religiosos. Al otro, los fundamentalistas coránicos que no han salido del primitivismo religioso, fiándolo todo a las formas, los ritos y a la tradición, sin discutirla. En medio queda la mayoría, millones de musulmanes sencillos y con buena voluntad, que tratan de vivir su fe conforme a una ley santa en torno al Corán y a su principal Profeta.

A pesar del simplismo al que acabo de reducir una realidad tan importante, creo que sirve para situar el problema en dos vertientes que no pueden soslayarse por más tiempo. La primera, la necesidad ya imperiosa de interpretar la literalidad del Corán por parte de los musulmanes, que para eso tienen muchas personas eruditas, doctas y con experiencia religiosa. Es que tienen miedo, nos dirán, es que no es el momento… Los verdaderos mártires de cualquier religión que se precie, son aquellos que han antepuesto la Verdad para liberarla y de paso, abrir nuevas puertas de Verdad a su pueblo. Y me refiero a la esclavitud en el sentido amplio del término, incluyendo la del fanatismo y la literalidad subjetiva que tanto empobrecen. No hay que olvidar tampoco que el fundamentalismo nació en los protestantes norteamericanos con su literalidad a veces infantil del Antiguo Testamento. Una gran religión como es el islám, con tantas suras apelando al Dios misericordioso en el Corán, no se merece que desconozcamos sus mejor versión.

La segunda, que ya es hora que el propio mundo musulmán, el grueso de sus fieles que aumentan año a año, se manifiesten de una vez en público rechazando estos horribles crímenes terroristas en nombre de Alá. Su silencio es comprensible en parte por miedo, pero no es suficiente razón para la indefinición pública. Creo que las cosas han llegado a un punto en que la comunidad musulmana, debiera dar un paso al frente y manifestarse multitudinariamente con el objetivo doble de visualizar el rechazo del verdadero islam frente a personas que no entienden más que del terror y desacreditan ferozmente a la noble causa religiosa de Mahoma. Y de que admiremos su valentía soportada en su fe.

Los cristianos, en fin, tampoco debemos claudicar a la tentación de demonizar a una religión que es una manifestación teológica del Creador, y por ende, demonizar a los honrados musulmanes practicantes. La historia nos muestra demasiados episodios de sangre en nombre de Dios, aquí y allí. Ya es hora de que nos volquemos, cristianos y musulmanes, en las prácticas de amor como el único lugar en el que podemos ser reconocibles y la marca que señala la fe y la esperanza en un mundo mejor. No demos más bazas a los hijos de las tinieblas, que se frotan las manos con las graves inconsecuencias de los hijos de la luz, por acción y por omisión.
Volver arriba