El voto católico y la utopía capitalista
Creo que recojo el sentido del texto de Juan Manuel de Prada cuando afirmo que el problema de los votantes católicos en los próximos comicios va a ser que su voto, sin quererlo, servirá para destruir los valores que tanto aman. Los votantes conservadores católicos han venido llenando las urnas del PP con mayor o menor entusiasmo. En los últimos tiempos lo han hecho a desgana, como mal menor, "tapándose la nariz", decían algunos. Lo hacían con la honestidad de quien no ve otra opción. Eran los tiempos en los que la corrupción del PP avergonzaba al votante católico, pero no le quedaba más opción que apoyar a ese partido para que no avanzaran los enemigos de la familia: socialistas, comunistas o podemitas. Algunos, incluso, llegaron a plantearse votar a Ciudadanos, pero pronto vieron que ese partido es tan enemigo de la familia como los otros; sus posiciones sobre el aborto, los vientres de alquiler y las nuevas familias no dejan lugar a dudas. Incluso, ahora, tienen la opción de Vox como medio para tirar del PP hacia posiciones más tradicionales. Sin embargo, como bien ha alertado de Prada, este tripartito de facto que se está configurando en España es neoliberal, no conservador.
En la última convención, el PP, de la mano de Casado y FAES, ha abrazado plenamente el neoliberalismo, es decir, se ha embarcado en el proyecto capitalista de destrucción de lo humano, y en primer lugar los vínculos familiares. El neoliberalismo no quiere trabas a la producción y consumo, no quiere impedimentos al lucro y al beneficio. Todo debe quedar sometido al dios Mercado, todo ha de supeditarse a la lógica de la productividad. La destrucción definitiva de las estructuras familiares está servida. El Estado dejará de ser garante de la salud y la educación para ir hacia un modelo capitalista puro donde cada cual se proveerá sus necesidades en la medida en que pueda, es decir, una gran parte de las familias perderán el acceso a una sanidad y educación suficientes para que puedan subsistir. Se liberalizarán todos los sectores posibles, todo aquello que genere beneficios quedará permitido y todo lo que impida los mismos prohibido. Los seres humanos avanzaremos rápidamente hacia la pérdida de lo que nos identifica como tales, pues la sociedad no será sino la lucha de todos contra todos para poder hacernos un hueco en el nuevo paraíso, siempre limitado, del capitalismo neoliberal.
En los próximos años, el votante católico conservador se tendrá que enfrentar a la paradójica situación de que los valores de la familia y la tradición están mejor resguardados con políticas de corte socialdemócrata o directamente socialistas, que con las políticas propugnadas por los partidos actuales de la derecha española. Sí le quedará opción de voto en territorios como Euskadi, donde sigue existiendo un partido de derechas que defiende los valores familiares y pretende aplicar políticas que la protejan en parte. En el resto de España será necesario crear un partido que recoja el ideario católico conservador o deberán abstenerse si no quieren colaborara de facto con la destrucción de la familia. La utopía capitalista, en el fondo, es más peligrosa que la comunista. Como diría Chesterton "lo que los comunistas llaman capitalista, los católicos le llamamos cañallas".