Bodas de oro sacerdotales

Fue mi anhelo hacer de esta celebración jubilar no tanto una fiesta para mí, sino la promoción de un florecimiento de todo tipo de vocaciones, que fueran como una ofrenda de gratitud al Señor por lo que esta vocación sacerdotal me ha hecho feliz y fecundo. Necesitamos muchos más servidores del Pueblo de Dios, no sólo sacerdotes. Por ello, durante este año jubilar, con ayuda del equipo diocesano de pastoral vocacional, recorrimos todas las parroquias con unas jornadas vocacionales, para promover más apóstoles laicos, mejores matrimonios, y desde luego más religiosas y sacerdotes. Participaron muchas personas, escuchando los temas y orando por las vocaciones, como ordenó el Señor; los jóvenes fueron 9,518.
En esta diócesis, para atender a un poco más de dos millones de habitantes, la mayoría indígenas tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales y zoques, hay sólo 99 sacerdotes; de ellos, 5 proceden de estos pueblos originarios; pero de los 67 seminaristas con que empezamos este curso escolar, 32 son indígenas: 16 tsotsiles, 8 ch’oles, 6 tseltales, 1 totik y 1 zoque. Todas las vocaciones son importantes y las valoramos de corazón, pues ¡qué sería de la evangelización sin los ocho mil catequistas que tenemos, la mayoría para comunidades y adultos, sin los 320 diáconos permanentes, sin las casi 200 religiosas, y sin tantos apóstoles laicos, hombres y mujeres, que son verdaderos discípulos misioneros de Jesús!
ILUMINACION
Me ha servido de meditación lo que dijo el Papa Francisco a obispos, sacerdotes y seminaristas en Brasil: “Hemos sido llamados por Dios y llamados para permanecer con Jesús (cf Mc 3,14), unidos a él. En realidad, este vivir, este permanecer en Cristo marca todo lo que somos y lo que hacemos. Es precisamente «vida en Cristo» lo que garantiza nuestra eficacia apostólica y la fecundidad de nuestro servicio: «Soy yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero» (Jn 15,16). No es la creatividad por más pastoral que sea, no son los encuentros o las planificaciones lo que aseguran los frutos, si bien ayudan y mucho, sino que lo que asegura el fruto es ser fieles a Jesús, que nos dice con insistencia: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes» (Jn 15,4). Y sabemos muy bien lo que eso significa: contemplarlo, adorarlo y abrazarlo. En nuestro encuentro cotidiano con él, en la Eucaristía, nuestra vida de oración, nuestros momentos de adoración y también reconocerlo presente y abrazarlo en las personas más necesitadas. El «permanecer» con Cristo no significa aislarse, sino un permanecer para ir al encuentro de los otros. Quiero recordar algunas palabras de la beata Madre Teresa de Calcuta, que dice: «Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres. Es en las «favelas» donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría». Jesús es el Buen Pastor, es nuestro verdadero tesoro. Por favor, no lo borremos de nuestra vida, enraicemos cada vez más nuestro corazón en él”.
COMPROMISOS
Oremos para que haya más discípulos misioneros de Cristo, seglares, consagradas, consagrados y muchos más santos y sabios sacerdotes, para la vida plena del pueblo. Que los niños y jóvenes escuchen la voz de Dios que les llama, por medio de padres de familia, educadores y agentes de pastoral, que les invitamos a darle sentido a su vida entregándola en bien de los demás. Quisiera que muchos gozaran de la sublime gracia del sacerdocio, contagiando a los jóvenes de la belleza de esta vocación.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas