Pentecostés

Queridos jóvenes de la Arquidiócesis de Los Altos: La pastoral juvenil arquidiocesana ha organizado este encuentro de ustedes, jóvenes de las parroquias de la Arquidiócesis, para celebrar el día de Pentecostés. En este Año de la Fe, la pastoral juvenil ha querido reunirlos a ustedes, jóvenes, en particular a quienes se están preparando para recibir el sacramento de la confirmación, con el fin de puedan visualizar que la Iglesia a la que pertenecen es más grande que su comunidad, y que muchos otros jóvenes, de otros lugares de la Arquidiócesis tienen las mismas inquie-tudes, persiguen las mismas búsquedas, quieren seguir al mismo Cristo en la única comunidad de fe que es la Iglesia. Doy la bienvenida a todos ustedes a esta Jornada Arquidiocesana Juvenil. Con esta misa concluimos esta jornada de reflexión, oración, encuentro amistoso y celebración festiva.

La juventud es la edad de las preguntas y de las búsquedas que dan profundidad a la vida. La juventud puede ser también la edad en la que el temor a preguntar y el miedo a buscar conduzca a una vida de distracciones, diversiones y apariencias. Pero ustedes, jóvenes, si pertenecen a la pastoral juvenil de sus parroquias, si están en la catequesis de confirmación, seguramente son jóvenes en búsqueda de la felicidad que dura, de la riqueza que no se agota, del sentido de vida consistente. Los jóvenes que no tienen miedo a preguntar, buscan autenticidad, buscan sinceridad, buscan el suelo firme sobre el que caminar.

Las preguntas juveniles, ¿quién soy? ¿para qué estoy aquí? ¿qué debo hacer para que valga la pena vivir?, son preguntas que ya algunos jóvenes le hicieron en su tiempo al mismo Jesús y son preguntas que los jóvenes de hoy le siguen planteando a Jesús. ¿Se acuerdan de aquel joven que le preguntó a Jesús, qué debo hacer para alcanzar al vida eterna, la vida consistente? O de aquellos jóvenes que le preguntaron a Jesús, ¿dónde vives? Ambas preguntas reflejan búsqueda, inquietud, deseo de una vida consistente. Ni las inquietudes del corazón de los jóvenes, ni las respuestas de Jesús envejecen. Son siempre inquietudes vivas y vigentes, porque nacen de la condición humana, nacen del hecho de que somos personas.

El día de hoy la Iglesia celebra el día en que Jesús resucitado dio a sus discípulos el don del Espíritu Santo. La pastoral juvenil arquidiocesana pensó que este era un día propicio para reunir a los jóvenes de las parroquias. El Espíritu Santo es el don de Dios que rejuvenece a la Iglesia, es el don de Dios que hace nuevas todas las cosas. El don del Espíritu dio audacia a los discípulos temerosos; dio intrepidez y arrojo a los discípulos amedrentados; dio una nueva visión de sí mismos a quienes estaban desconcertados. Los discípulos de Jesús estaban a puerta cerrada por miedo a los judíos. En eso entró Jesús y pronunció un saludo de paz: La paz esté con ustedes. La tristeza se convirtió en alegría, y Jesús les dio una misión, les dio propósito a sus vidas: Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Reciban el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la fuerza que los capacita para cumplir la misión que Jesús les acaba de dar.

Hoy es un día para que cada uno se pregunte: ¿cuál es la misión que Jesús me ha dado a mí? ¿cuál es la misión que Jesús nos ha dado? En cada uno, dice san Pablo, se manifiesta el Espíritu para el bien común. Todos tenemos una misión, una tarea, una vocación que hemos recibido de Dios. Hemos nacido para responder a una llamada. A veces no logramos visualizarla, no logramos escuchar la llamada. Pero hay que hacer silencio, hay que mirar dentro para escuchar atentos. Hemos nacido para una misión, grande o pequeña, no importa. Pero la tarea que nos corresponde es la que da sentido a nuestra vida a través de la respuesta que damos a la llamada de Dios. Dar sentido es dar rumbo, dar consistencia, dar propósito a la vida. El Espíritu de Dios nos capacita para la respuesta, nos capacita para la tarea. Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo; hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo; hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. ¿Qué quieren decir estas palabras? Que la diversidad de dones, tareas, vocaciones, servicios y profesiones manifiestan el encargo personal que Dios nos ha dado, pero como todo procede del mismo Dios, del mismo Señor, del mismo Espíritu, todo está encaminado al bien común, todo está al servicio de la unidad, todo está orientado a la comunión.

El día de Pentecostés, los apóstoles hablaban a la multitud presente, y cada uno los oía hablar en su propio idioma. Todos se maravillaban de ese prodigio. Quienes hablaban eran galileos, en su idioma materno. Pero quienes escuchaban venían de muchos países y culturas y cada uno los oía hablar en su propio idioma y se alegraba, porque el mensaje que escuchaban les llegaba al corazón. El mensaje de los galileos no era solo para los galileos, era para las personas, para los hombres y mujeres del mundo. El único mensaje de alegría y salvación se transmite por obra del Espíritu a los hombres y mujeres de todas las culturas y lenguas. Cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El mensaje de Jesús ya no es para personas de una sola cultura, de una sola época, de una sola nación. El mensaje de Jesús se dirige a toda la humanidad.

Quiero recalcar este punto, porque yo sé que hay personas que dicen que Jesús pertenece a otra cultura, a otra nación, a otra lengua, a otro tiempo y que nosotros no tenemos que prestar atención a sus palabras. La gente de cada pueblo y cada cultura tendría que bus-car su religión en su propia tradición. Pero yo les digo que Jesús y su Evangelio son una palabra de sabiduría y de fe que viene de Dios, no de la sabiduría humana. Jesús tiene propuestas y dice palabras que llegan al corazón de las personas de cualquier cultura, lengua o nación. Jesús pertenece ciertamente a otro tiempo, a otra cultura, a otra nación, pero sobre todo Jesús pertenece a la raza humana, como nosotros, y tiene palabras que trascienden las culturas, los siglos y las naciones y responde a las preguntas y los interrogantes propios de toda persona y de todo joven porque es humano. No tengamos vergüenza de ser seguidores de Jesús, no tengamos reparos para reconocer que Él tiene palabras que dan vida y alegría a pesar de los siglos de distancia. Porque a decir verdad, Jesús murió hace muchos años, pero Jesús está vivo siempre, con nosotros, hasta el final de los tiempos.

Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra, hemos dicho en el salmo responso-rial. Envía, Señor, tu Espíritu sobre nosotros. Haz jóvenes de espíritu a los que la desilusión y la tristeza ha envejecido; haz audaces a quienes el temor ha reprimido; haz emprendedores y creativos, a quienes la oscuridad ha desanimado y silenciado. Danos, Señor, un corazón nuevo. Danos un espíritu firme. Danos la capacidad de asumir desde nuestra fe y con tu fuerza la misión y la tarea que nos has dado. Danos tu alegría y danos tu luz.

Mario Alberto Molina, arzobispo de Los Altos
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