Discrepo de La Cigüeña que pronto dejará esta torre

No voy a entrar en su labor como obispo de Sigüenza-Guadalajara que no conozco de primera mano. Y tampoco voy a defenderlo con artículos de El Mundo (varios he publicado sobre él). Mi colega Pacopepe lo hace echando mano de El País (el diario que él mismo llama "anticlerical" por antonomasia) y del testimonio de un sinfín de artículos firmados por Santiago Martín.
Pues bien, he coincidido muchos años con el sacerdote Santiago Martín en las labores informativas. El, en el Abc y yo en El Mundo. Desde entonces somos amigos y nos respetamos como profesionales. Auqnue con querencias eclesiales distintas. Santiago Martín defendía desde el Abc a capa y espada la Iglesia beligerante y de confrontación que, desgraciadamente (a mi juicio), se impuso de la mano de Suquía y de Rouco. Nunca ocultó su animadversión (por decirlo suavemente) hacia el tándem de herededo de la mejor tradición taranconiana. Tanto es así que, antes de las elecciones a la presidencia de la CEE llegó a llamarlos poco menos que "rojos". A pesar de todo, ganó el tándem Yanes-Sánchez.Ante los reiterados ataques del sacerdote-periodista, Don José tuvo que llamarle la atención. Y el padre Martín nunca le perdonó que no le considerse a él y al Abc como el diario "oficioso" de la CEE. Y sobre todo, que no le diese exclusivas. Es decir, la fuente de Santiago Martín está, cuando menos, escorada y contaminada.
Es indigno y muy poco católico (para los que tanto presumen de serlo) utilizar a monseñor Setién como un muñequito de feria y, sobre todo, equipararlo con los terroristas. La Historia le juzgará. Los qye ya le juzgan y le condenan son los católicos a machamartillo, que tanto presumen de querer al Papa y a los obispos. ¡Pero sólo a los que van en su carro a misa! Y si monseñor Sánchez defendió al entonces obispos de San Sebastián cuando desde el ABC se le dedicaban portadas de Mingote con las tablas de la Ley y el dedo de Dios apuntando al quinto mandamiento ("no matarás), como si el obispo donostiarra fuese un asesino, es algo que honra al entonces secretario general de la CEE.
Porque ésa es una de las funciones del secretario. Dar la cara por sus obispos. Por todos sus obispos. Como siempre lo hizo Sánchez. Y por eso se la partieron más de una vez. Hay que tener en cuenta, además, que el entonces secretario no hacía más que aplicar la política acordada, consensuada y votada por todos los obispos de la CEE. Una política que, después, con Rouco cambió. Pero que, mientras fue secretario, Sánchez cumplió al pié de la letra. Siempre con absoluta lealtad y dignidad. Sabiendo a lo que se exponía, pero cumpliendo siempre con su función.
Durante sus años como secretario, Sánchez no me concedió privilegio profesional alguno. Ni a mí ni siquiera a Santiago Martín. Siempre nos trató a todos los periodistas por igual. Como debe hacer cualquier portavoz de una institución. Y más, si es de la Iglesia católica. Eso sí, siempre nos trató a todos como amigos. Y no como enemigos. Como necesarios colaboradores y transmisores de lo que la Iglesia quiere decir a la sociedad. Y eso se lo agradeceremos siempre todos los que cubrímos la información religiosa en aquella época. Excepto, quizás, Santiago Martín, por todo o dicho y lo no dicho.
En resumen: un buen gestor, un extraordinario obispo y un excelente portavoz. En el que otros deberían mirarse. Quizás precisamente por eso y porque no se plegó a la santa voluntad del cardenal Rouco, se quedó en Sigüenza-Guadalajara, cuando podía haber volado mucho más alto. En una evidente caso de agravio comparativo respecto a los anteriores secretarios generales. Estigmatizarlo por cumplir con su deber me parece injusto.
Y si es, como en este caso, por ser uno de los últimos de Tarancón (o del espíritu del gran cardenal de la Transición), doblemente injusto. Aunque no me extraña viniendo de Pacopepe que, una vez más, retrata su querencia episcopal. Que tira mucho más hacia Marcelo González o Guerra Campos. Y está en su derecho. Yo, que tiro más hacia Tarancón, Osés, Díaz Merchán, Yanes o Sánchez, no me atrevería nunca a descalificar al cadenal González Martín. ¿Por qué será que, al final los "progres" somos más eclesiales y rompemos menos la comunión (también y siempre episcopal, no sólo cuando me conviene) que los "carcas"?
José Manuel Vidal