El Papa, el secretario y el bebé

¡Un gesto de amor y delicadeza que vale mil palabras! El Papa anciano, con todo el peso de la Iglesia sobre sus frágiles hombros, se transforma en un abuelo feliz. Acaricia al bebé que le presentan con su mano derecha, la del anillo de Pedro. Y con la izquierda, en un esto de ternura, sujeta su frágil cabecita. Como si estuviese acostumbrado a hacerlo. Como si fuese un abuelo con muchos nietos, que no lo es y lo es.

Y la mirada de Benedicto XVI se torna aún más dulce. Y sus ojos parecen acariciar la inocencia. A su lado, el rostro de su fiel y guapo secretario, monseñor Georg Gänswein, resplandece de alegría. Y el bebé también se siente feliz y extiende su manita hacia el hombre vestido de blanco. Y le mira y parece bendecirle o interesarse por su esclavina blanca.

Imagen bella y evocadora, que reconcilia al Papa-barrendero de Dios con la infancia abusada por las "manzanas podridas" del clero católico. En la protección de la infancia, la Iglesia se juega su propia salvación. ¡Ay del que escandalice a uno de estos pequeños...!, clama Jesús. Y, además, se juega su credibilidad social.

Si la ternura salva al mundo, una imagen como ésta acerca el Papa a nuestro corazón. Y le humaniza frenta a tanta papolatría. Bella estampa del humilde trabajador de la viña del Señor que acaricia a un bebé con todo su amor de Papa y de ser humano.

José Manuel Vidal
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