APROVECHAR LOS DEFECTOS FÍSICOS

Jamás acomplejarse por un defecto físico; todo lo contrario: puede constituir una peculiaridad gratificante en la persona. Con cierta frecuencia, incluso puede llegar a ser un motor fundamental de la propia creatividad artística.


Ha habido pintores que, gracias a esos defectos y enfermedades invalidantes infantiles, han llegado, por ciertos mecanismos psíquicos desconocidos, a ser verdaderos artistas en el mundo plástico. Dice José Guimón, catedrático de psiquiatría en la Universidad de Ginebra, que la discrepancia entre el ideal del propio "yo" y su realidad deformada genera sentimientos depresivos, pero a la vez estimula un deseo de reparación que se plasma a través de la actividad artística. De esta manera han llegado a la cumbre muchos genios. Entre los grandes pintores es considerable el número de quienes padecieron deformidades, y gracias a ellas, ciñeron sus sienes con el laurel de la genialidad. Toulouse - Lautrec, por ejemplo, llegó a decir: "Si hubiera tenido las piernas más largas, nunca habría pintado un lienzo"


En el terreno espiritual de nuestra relación con Dios, conocemos casos singulares de santidad para quienes alguna de estas pegas humanas han servido de aliciente y estímulo.

El padre García Nieto - uno de nuestros grandes santos del siglo XX, cuyo proceso de canonización está abierto - se distinguió por ser tremendamente feo. Era tan feo que, cuando en los tiempos de la guerra civil lo detuvieron y confesó su condición sacerdotal, nadie lo creyó y lo soltaron: "Vete, feo, ¿qué vas a ser tú cura?". El mismo apóstol San Pablo también debía de tener algún defecto físico tan tremendo que - según su propia expresión - le "azotaba como ángel de Satanás".

Para superar la depresión por estos traumas, el artista y el santo procuran dominar ese instinto destructivo que a veces intenta asfixiar la propia personalidad, y se lanzan por las sendas del arte o de la santidad. Buen tema éste para un largo ensayo o tesis doctoral de un psicólogo. Para quienes no aspiramos a ninguna clase de doctorado ni genialidad, nos servirán nuestras limitaciones de estímulo en el camino hacia Dios, teniendo en cuenta la frase de Jesús: "Esta enfermedad no es mortal, sino para la gloria de Dios, de modo que el Hijo de Dios sea glorificado por ella". Jn. 11,4.

José María Lorenzo Amelibia
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