Dejarnos moldear por el Alfarero divino

 Enfermos y Debilidad 

Dejarnos moldear por el Alfarero divino

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 Tal vez seas hombre siempre inquieto y atormentado, y sufras ante perspectivas de futuro. Quizás soportas un temperamento difícil, una enfermedad mental, o el quebranto de tu salud física, o la ancianidad que dificulta tus movimientos. Quisieras en todo seguridad y orden; que nada pueda ser movido por los vientos del azar… y sólo tienes malestar e incertidumbre.

Y miras las flores del campo y las aves del cielo, cuando lees el Evangelio… Y entonces elevas al Señor tu corazón: “Quiero ser, Dios mío, masa de tierra y agua, y Tú el alfarero divino que me haces y deshaces; líquido sin forma, adaptable a los vasos de tu gracia; cera en manos de mi Señor; hijo en los brazos de su madre o bestia de carga que jamás anda con preferencias y distingos en el servicio de su dueño. Yo quiero ser papel blanco, y Tú, Dios mío, el escritor que traza sus rasgos sobre él”.

“Todo ha de parecerme igualmente bueno; no tendré preferencias ni caprichos. Me dejaré guiar por Ti, Señor que me amas. Ser mucho o ser poco o no ser nada; mandar como jefe u obedecer como lego; ser ensalzado por el triunfo o humillado hasta los abismos del olvido e indiferencia. ¿Qué más da? La vida es relámpago perdido en la inmensidad eterna; teatro la han llamado hombres sabios, y poco tiempo dura la representación de un drama”.

“Estar solo como eremita de las montañas, o muy acompañado por familia numerosa sin sosiego ni quietud; disponer de mucho tiempo en ancianidad precoz, o permanecer abrumado por el trabajo; salud o enfermedad; riqueza o pobreza; vida larga o corta (que nos diría el Maestro de los Ejercicios). Todo quede en tus manos, Señor, en tu Providencia de Padre. Yo me dejaré llevar. Bien sé de quién me he fiado”. “Todo esto es posible, todo me puede suceder, pero nunca temeré”.

Quedarme junto al Señor: lo que Tú quieras, Padre, confío. Siempre unido a la voluntad de mi Dios en alma y cuerpo. Y con los ojos muy abiertos. Que a la vuelta de la esquina un hermano mío me necesita. Y todo lo que sufro siempre ha de ser para el bien del Cuerpo Místico; para la salvación del mundo.

José María Lorenzo Amelibia

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