Pequeños chantajes de los débiles

Enfermos y debilidad

Pequeños chantajes de los débiles

Se trata de pequeños chantajes, de manipulaciones, de conseguir del prójimo lo que ni puede ni quiere dar, por medio de tretas poco inocentes. La relación entre manipuladores y víctimas se basa en el poder conquistador frente a la debilidad de la víctima. Concretamos. En la mente de todos sobrevive el recuerdo de una persona de gran relevancia social en el siglo pasado. ¡Una maravilla! Gustaba de visitar establecimientos de antigüedades, lencería fina y otros. Simplemente ponderaba la belleza, calidad y su interés por la prenda, y se marchaba, si no se colmaba su deseo: el regalo del objeto. Casi siempre la segunda ronda al establecimiento era suficiente: el regalo estaba asegurado. De vez en cuando – en rara ocasión – no era complacido el deseo de aquella dama de la alta sociedad. Siempre nos encontramos con gente que no se deja dominar. Conozco varios casos de comerciantes que no sucumbieron ante el suave acoso.

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 ¿Llora para chantajear?

Existe una estrategia especial para conseguir hacerse con la voluntad ajena sin dar órdenes, sin levantar la voz o esgrimir la autoridad. Incluso a veces el más fuerte se deja avasallar por la exigencia emocional o por la prestancia del interlocutor. Para cuando nos damos cuenta de estar atrapados en las redes del estratega, ya es demasiado tarde. Estoy casi seguro de que, en algún momento de nuestras vidas, la mayor parte de las personas hemos abusado de la debilidad de nuestros seres más queridos. Basta recordar el chantaje que del niño travieso ante el castigo consiguiente: mueve a compasión al padre poniendo cara de bueno y lloriqueando arrepentido.

En la pareja con frecuencia el dominador manipula a su cónyuge, para eximirse de cargas pesadas. Lo peor es cuando, a nivel laboral, el jefe, con una mirada, una sonrisa o un gesto amable, subyuga a su víctima infeliz para cargar sobre sus hombros lo más pesado de la empresa, lo que todo el mundo rehúsa. ¡Ay de los “buenos”, de los que no saben plantar cara!

Creo que todos debemos examinar nuestras costumbres y actitudes; en el sentido del verdugo y en el de la víctima. No podemos consentir que se nos manipule: por propia dignidad, por respeto hacia nosotros mismos, por dignidad. Creo que el ceder no es cuestión de humildad, sino de timidez o falta de personalidad. A veces es difícil discernir cuándo se trata de un verdadero chantaje o de una necesidad de nuestro prójimo, que no consigue expresarla con claridad. Pero a la larga aparece la realidad. Ojalá que no sea demasiado tarde, y no llegar a vivir sometidos, dominados y humillados. Conviene estar alerta.

José María Lorenzo Amelibia                                        

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