Saber aceptar frustraciones
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Saber aceptar frustraciones

Aceptar las frustraciones
Con el amor y el reconocimiento de los padres, hemos ido aprendiendo a renunciar a las satisfacciones directas encontradas en los primeros objetos amorosos. ¡Cuánto nos costó ir a la escuela, pero nuestros padres nos convencieron! Así empezamos a aceptar las pequeñas frustraciones y a esperar la hora de obtener gratificaciones más perfectas. Pero esta educación no siempre se consigue como algo recibido. Podemos también fomentarla en nosotros mismos en la edad adulta y ayudar a nuestros hijos o educandos a conseguirla. Por eso qué importante es haber recibido una educación integral.
Pero no escribimos para lamentarnos de nuestras carencias, sino para superarlas y ayudar a otros a que no caigan donde nosotros hemos tropezado. Es preciso aprender a aceptar las frustraciones con vistas a un bien mayor. A veces desde la infancia podemos llevar con nosotros una sensación constante de frustración, una especie de afasia para mostrar nuestros sentimientos o una indefinida timidez.
Coloquialmente entendemos por frustración la imposibilidad de poseer aquello que hemos deseado con ardor. Todas las personas hemos sufrido estos pequeños traumas; pero a muchos les han marcado en el fondo de su ser. Los intervalos de presencia y ausencia de la madre suponen en el bebé un pequeño y constante trauma. Para que todo sea beneficioso es preciso poder soportar estas reiteradas carencias. Y si desde pequeños disponemos de suficientes recursos, encontramos satisfacciones sustitutivas.
Coger la mano a un ser querido calma el estrés. Nueurocientíficos han comprobado que en el momento en que las mujeres notaban la mano de su marido se liberaban de la tristeza. También esta sencilla caricia practicada a un enfermo le calma y satisface, aunque quizás con menor intensidad. La amistad, el amor expresado de una forma natural nos hacen más felices y ayudan a nuestro equilibrio interior. Y con frecuencia producen mayores beneficios que cualquier específico de farmacia y nos compensan de las frustraciones diarias.
En la vejez es muy bueno apoyarnos en la experiencia de nuestra larga vida. Y todo el cariño recibido a lo largo de nuestra existencia puede compensar muchas limitaciones propias de la ancianidad. Si añadimos una amplia gama de actividades gratificantes, los días pasan con gozo en esa felicidad sencilla que tan solo los mayores logran disfrutar.
Llegar a conocer todo esto es ya un paso para fortalecer nuestra debilidad. Y poder educar de esta manera a nuestros descendientes o alumnos alienta para ir superando las propias carencias.
José María Lorenzo Amelibia
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