Zagal del Buen Pastor

Y no digas lo de Caín: "¿Acaso soy yo su guardián?" Ayer orabas junto al Sagrario y pedías por la Iglesia: "Envía, Señor obreros a tu mies". Y ahora contemplas el rebaño sin pastor. No te dijo, es verdad, Jesús como a Pedro: "Apacienta mis corderos". Pero has escuchado la voz y el rebaño ha perdido su ramadán. Marcha otra vez al Sagrario. Mira el modo de penetrar en la pradera.


¿Has sentido el rechazo de mayorales? ¿Ni siquiera ellos compadecen la mirada de sus ovejas?

Medita y haz oración. Pero luego toma el cayado.

Si tu vida no te ha conducido al pastoreo del rebaño del Señor, serás al menos su zagal.

Jesús te llama y vas a seguirle. Y, la verdad, no es tarea fácil. Habrás de soportar el peso del día y del calor; las borrascas y las nieves; la incomprensión y el menosprecio. Lo cierto es que también lo aguantan quienes no siguen a Cristo. ¡Y no estaremos en mejores condiciones laborales que ellos!
A la hora de la verdad, infeliz será quien no siga al Señor y los caminos de su misión. Nada sabrán de la dulzura del encuentro con su Dios; no han gustado la felicidad en medio el dolor y de la incomprensión y del abandono.
Ser zagal. Llegar a valles inaccesibles al Pastor. Ahora sale del fondo de tu alma preocuparte de ovejas alejadas, distantes mucho de los pastos sanos del redil divino.
Otros zagales han entregado su vida en santidad; han dado día a día su trabajo por las ovejas de nadie.
Emplea la fuerza entera de tu espíritu, el amor grande de tu corazón. Merece la pena atraer a tantos alejados de Dios. Porque "la mies es mucha y los obreros pocos".


José María Lorenzo Amelibia
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