¡Qué tedio viene a veces en la oración!


Cada vez me aburren más cosas que antes me gustaban: espectáculos, novelas, televisión. Va creciendo mi afición en torno a la oración y lectura espiritual. Lo duro es cuando la oración resulta aburrida. Confío en Dios y se lo ofrezco. Y me alegra cumplirlo porque así le demuestro que le amo por El mismo.

Si la oración no resultara tan árida, todos cuantos hemos experimentado la suavidad de Dios siempre estaríamos practicando. De hecho no es nada fácil perseverar en la oración con asiduidad. Es necesaria la virtud de la fortaleza en un grado considerable.

Yo procuro valerme de todos los medios posibles: cintas grabadas con oraciones. Muchos días el único modo de hacer oración es ir repitiendo mentalmente lo que voy escuchando en la cinta. Foucauld solía escribir cuanto le venía a la mente con relación a Dios.

He formado una baraja con frases del Evangelio, pequeñas canciones, dichos de algún santo y algunos días las recito muy despacio, dejando unos segundos de pausa entre una y otra. Mi práctica consiste en no empecinarme en sentir fervor.

Más bien suelo alegrarme de lo contrario. Así le demuestro más amor al Señor. Si viene el fervor, lo agradezco. ¡Cuánto se avanza en los días de gozo espiritual! Y sobre todo, cómo se influye con la palabra y el ejemplo! Vamos a pedir al Dios el don de fortaleza para perseverar en la oración a pesar de todas las dificultades.

Saber aguantar la racha

Estos años me va tocando dialogar más que antes con amigos sobre temas de oración y constatamos que es tal la fuerza de la aridez en la oración que, aunque sintamos un fuerte amor a Dios y celo por las almas, vamos sustituyendo por obras de apostolado, hechas con fervor, el tiempo dedicado al contacto exclusivo con Dios.

Pláticas a monjas, ejercicios espirituales, palabra fervorosa, nos parece que suple con creces el tiempo aburrido y árido de estar sentado en la presencia de Dios. ¡Engaño grande! Durante una temporada parece que todo nos sale bien. No encontramos grandes diferencias e incluso estamos más a gusto sin el tiempo tedioso de la oración mental. Pero a la larga nos hallamos desprotegidos y sin fuerzas ante las crisis que nos sobrevienen.

La solución es aguantar con fortaleza la desolación de la sequedad junto a Cristo en la Cruz. Luchar contra la distracción, volver a la oración vocal lentamente recitada, continuar dedicando a la oración al menos el mismo tiempo que en los días fervientes. Dios merece nuestra dedicación exclusiva a El durante varios tiempos cada día. Que cada vez estés entregado a Dios, más en el corazón de Cristo. Eso pido para ti como regalo pascual. Un abrazo.

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