HOY CUMPLO 81 AÑOS

Queridos amigos y amigas blogeros:

Hoy, 16 de agosto, interrumpo mis vacaciones, que todavía durarán hasta el comienzo de la próxima semana. La interrupción se debe a que hoy cumplo mis 81 años. No os lo digo para que me felicitéis. No vale la pena. Hoy os escribo porque esta fecha me evoca recuerdos que, para mí al menos, son importantes. Y los quiero compartir con vosotros.

En 1929, cuando vi la luz de este mundo, en Puebla de Don Fadrique, al norte de la provincia de Granada (España), corrían malos tiempos. El año 1929, como es bien sabido, fue el año de "la gran depresión", la primera crisis del capitalismo mundial. En España, el año 1929 fue el de la agonía de la dictadura de Primo de Rivera, el pre-anuncio del hundimiento de la monarquía (en 1930), y la entrada de la II República, en 1931. A partir de entonces, años de crispación y violencia, el enfrentamiento de las "dos españas", hasta desembocar en la crueldad de la guerra civil de 1936, con más de un millón de muertos. Al recordar estos hechos, lo que en realidad estoy indicando es que di los primeros pasos de mi vida en un mundo demasiado agitado y violento; un mundo de hambre y escasez. Pero, sobre todo, un mundo extremadamente peligroso y cruel.

Pues bien, estando así las cosas, precisamente en aquellos años de tantos odios, resentimientos y venganzas, en mi pueblo, salpicado también por aquellas violencias, aprendí de mis padres, de mi familia, de mis raíces, la primera gran lección que ha marcado mi vida: la lección del respeto. Mis padres no fueron unos santos. Ni sus hijos tampoco lo hemos sido. Esto es verdad. Pero, tan cierto como lo que acabo de decir, es que, si algo valioso me dejaron como herencia mis padres, fue el principio determinante del respeto a los demás. Mi padre nos decía, a mis hermanos y a mí: "No le faltéis nunca al respeto a nadie; porque el día que se le falta al respeto a alguien, ese día se rompe algo muy fundamental en la vida, algo que ya nunca más se vuelve a componer". No se me olvida esta enseñanza, que mamé en mi casa desde niño. Y aquí quiero dejar constancia de que el "principio determinante del respeto" no se transmite por "enseñanza", sino por "contagio". Doy gracias a la vida porque mis padres, mi familia, mi pueblo, me contagiaron la actitud más elemental que se ha de tener siempre ante los demás: el respeto incondicional a lo diferente, a lo extraño, a lo que no encaja en mis esquemas de pensamiento o en mis criterios de interpretación de la realidad.

En fin, queridas amigas y queridos amigos, como veis, mi mensaje de este día es muy sencillo, muy elemental. Pero también los muchos años de vida me han enseñado que, normalmente, lo más básico es lo más profundo. Hay gente que habla a todas horas de amor y caridad, lo cual está bien, está muy bien. Pero lo que no está bien es insistir tanto en el amor de caridad cuando tanto (o más) se le falta al respeto a los demás. Por eso, se me ha ocurrido que quizá lo mejor que puedo decir en este día, tan señalado para mí, es que empecemos por el respeto. Y cuando sepamos respetar a todos, entonces tendrá sentido hablar del amor a todos.

No os canso más. Y, por supuesto, me doy por felicitado por todos y todas. Aquí vale aquello de que "con la intención basta".

Hasta pronto, desde los calores inmisericordes de este "ferragosto" granaíno, que este año está resultando glorioso. Ya está bien.
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