“Este es el ayuno que yo quiero” (Is 58,6) La cuaresma de la misericordia

El propósito de este artículo es reflexionar en torno a la práctica de la Misericordia durante el tiempo litúrgico de Cuaresma. Para ello se presentarán elementos extraídos de la experiencia profética, del sentido de la conversión, tanto personal como pastoral, y de la vivencia de las obras de misericordia, las cuales y a nuestro juicio, representan el sentido más auténtico de la práctica cuaresmal

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1. Para comenzar

En la Bula Misericordiae Vultus (MV) con la cual Francisco convocó al Jubileo de la Misericordia, el Papa tiene un especial interés por la Cuaresma que estamos viviendo en este Año Santo. Así nos dice que ella “ha de ser vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (MV 17). Sin duda, este tiempo litúrgico que nos prepara para celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, constituye un momento propicio para volver sobre la meditación de la Palabra de Dios, para incrementar nuestra oración y nuestra acción caritativa, tanto para los otros conocidos pero especialmente para los desconocidos.

Ahora bien, la Cuaresma lejos de ser un tiempo triste y de silencio, ha de constituirse en un tiempo de gracia en el que podamos experimentar la conversión tanto personal como eclesial, logrando un cambio de mirada que nos permita contemplar el mundo a través de los ojos de Jesús. Para ello, la Iglesia nos propone tres claves fundamentales para vivir estos cuarenta días previos a la Semana Santa. Estas claves son: el ayuno, la oración y la caridad, las cuales constituyen el motor de todas las obras de misericordia, tanto las espirituales como las corporales. Estas obras, nos dice el Papa Francisco, “son un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y de entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina” (MV 15). Son estas obras las que fundamentan el sentido más auténtico de la práctica cuaresmal. Será sobre ellas que queremos reflexionar en esta primer Rumbos del 2016. Estas reflexiones no pretenden ser una receta acabada para vivir la Cuaresma, sino que pretenden ser un pre-texto para seguir reflexionando y para ir perfilando lo que será nuestra acción pastoral y eclesial durante este Año Jubilar.


2. “Este es el ayuno que yo quiero” (Is 58,6-11): La experiencia profética y las obras de misericordia


Nos dice el Papa Francisco: “¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre!” (MV 17). Dos textos de los profetas son propuestos por Francisco para meditar, uno de Miqueas (Miq 7,18-19) y otro de Isaías (Is 58,6-11), sobre el cual queremos reflexionar ahora.

La experiencia profética es una de las más llamativas de todo el Antiguo Testamento. Los profetas surgen por una vocación, por un llamado de Yahvé. Como hombres de carne y hueso, experimentaron el miedo y la dificultad de aceptar el ministerio de anuncio y denuncia que se les encargaba. Representan el movimiento contracultural de la Biblia, porque hablan por aquellos a los que se les extirpó violentamente la posibilidad de hablar. Su carisma y su atracción se basan en la fuerza con la que hablan y actúan, enfrentándose muchas veces al poder político, religioso y económico de Israel. Como dice H. de Wit, los profetas “hablan palabras fuertes, insolentes a veces, a través de las cuales transmitían la voz de Dios mismo. Palabras sucias que nos cuesta entenderlas”. La Cuaresma es un tiempo clave para poder caminar con los profetas, para leerlos y confrontar su experiencia de fe a la nuestra, tanto a la personal pero sobre todo a la comunitaria.

Pero volvamos al texto de Isaías. En él se nos presentan a lo menos siete acciones bien concretas por medio de las cuales podemos de practicar la misericordia. Estas acciones, a su vez, representan el ayuno que Dios quiere que vivamos. Lejos de una privación material, hemos de ayudar que otros se priven de aquellos yugos, cadenas e indigencias que los atan. Por ello el profeta habla de soltar cadenas, de compartir el pan, de albergar a los pobres sin techo, de cubrir al desnudo. Todo ello resumido en el “no abandonar a tus semejantes”. El profeta tuvo la especial sensibilidad de descubrir en sus semejantes la huella de Dios. Ese fue su especial carisma. Como Iglesia, durante esta Cuaresma Jubilar, hemos de cultivar esta sensibilidad, esta búsqueda de una ética y de una cultura de la alteridad, de la empatía y de la convivialidad. Durante esta Cuaresma hemos de lograr recrear en medio de nuestras comunidades “una mística de ojos abiertos”, por medio de la cual vivamos el ayuno que agrada a Dios.

¿Cuál será la consecuencia de la vivencia de este ayuno de la misericordia? El mismo profeta nos lo dice: “Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna, si partes tu pan con el hambriento y sacias al afligido de corazón, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía” (Is 58, 10-11). Cada vez que realizamos una obra de misericordia ya sea corporal o espiritual, estamos proyectando una luz nueva sobre las tinieblas que degradan a la persona humana. Sólo así estamos proveyendo a nuestros semejantes de un oasis en medio del desierto cuaresmal. Así estaremos actualizando nuestra vocación profética adquirida en el bautismo de manera de constituirnos en pregoneros y pregoneras que anuncian palabras molestas y sucias para los oídos de los poderosos de este tiempo, para aquellos que comprenden el mundo sólo en términos económicos. Sólo así la Cuaresma podrá comprenderse como un auténtico tiempo de gracia, como un kairós, un tiempo oportuno para creer en el Evangelio y para convertirnos (Cf. Mc 1,14-15).

3. La espiritualidad cuaresmal: conversión, justicia y misericordia

El deseo que el Papa Francisco tiene para la Cuaresma 2016 es “que la palabra del perdón pueda llegar a todos y la llamada a experimentar la misericordia no deje a ninguno indiferente” (MV 19), ya que la Cuaresma “es el tiempo oportuno para cambiar de vida” (MV 19), tiempo donde la espiritualidad es leída en clave de conversión, justicia y misericordia.

Francisco, aunque asume la necesidad de la conversión personal, es también consciente de que la sociedad en su conjunto debe experimentar un cambio de vida. Es lo que en teología llamamos la superación del pecado social, es decir, de erradicar aquellas estructuras económicas, políticas, sociales, educativas, religiosos o culturales que crean brechas injustas entre los grupos humanos. Y esta promoción del bien común es una que debe vivirse como espiritualidad.

¿En qué sentido entenderemos espiritualidad? La comprenderemos como un seguimiento específico de Jesucristo, una formad e ser que se viva a la luz de su práctica de la misericordia, de la acogida de los pecadores y marginados sociales, de la instauración del Reino como sociedad transformadora, como espacio de libertad e inclusiva. La espiritualidad cuaresmal ha de tener características históricas, encarnadas, no abstractas. Se es cristiano y se vive la fe en medio de las condiciones sociales, políticas y culturales de este tiempo. Esta espiritualidad nos permite comprender cómo la justicia de Dios aparece a los ojos del mundo como injusta, ya que Él busca que todos se salven (Cf. 1 Tim 2,4-5), especialmente los pecadores, a los cuales Jesús se acerca para “ofrecerles el perdón y la salvación” (MV 20). La fe en el Dios de Jesús pasa finalmente por la verificación del amor compartido, de la justicia hecha a los que viven las injusticias de los poderosos, poniendo el esquema del don y de la gracia antes que el esquema de la transacción, el cálculo y el egoísmo.

Que durante esta Cuaresma Jubilar, podamos experimentar la presencia del Dios Emmanuel, del Dios-con-nosotros que nos invita a ser profetas y profetisas en medio de nuestras comunidades, religiosas y civiles, a pronunciar palabras insolentes y sucias, pero palabras cargadas de misericordia. ¡Buen camino Cuaresmal!


Preguntas para la reflexión:

1. ¿Qué obra de misericordia, espiritual o corporal, quiero/queremos vivir durante esta Cuaresma?
2. ¿Cómo la experiencia de los profetas nos ilumina en la planificación pastoral para este Año de la Misericordia?
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