Las mujeres deber ser respetadas en sus dones y servicios en la sociedad y en Iglesia ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (15.08.2019)

María, “figura y primicia de la Iglesia glorificada”

Comentario: “en Cristo todos serán vivificados (1Cor 15,20-26)

El capítulo 15 puede dividirse en tres partes: 1ª (vv. 1-11): la resurrección de Cristo, “evangelio” de Pablo, confirmado por testigos. 2ª (vv.12-34): “también nosotros resucitaremos”. 3ª (vv. 35-58): condición del cuerpo resucitado. Hoy leemos (v. 20-26) el núcleo de la segunda parte.

Solidaridad de Jesús resucitado

Una argumentación por reducción al absurdo inicia la segunda parte: si los muertos no resucitan, Jesús tampoco; el evangelio y vuestra fe es pura ilusión; atribuimos cosas falsas a Dios; somos los más desgraciados (vv.12-19). El versículo 20, inicio de nuestra lectura, afirma el hecho cierto para Pablo: “Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto”. “Primicia” es primer fruto de la cosecha de la vida nueva. Garantía, por tanto, no en sentido temporal, sino en sentido constitutivo del plan salvador divino. Para subrayar esta consecuencia, inventa la metáfora del “nuevo Adán”. El libro del Génesis interpreta la historia como un proceso degenerativo: el pecado de Adán nos ha acarreado la muerte. Así la vida de Jesús puede interpretarse como un proceso contrario: su vida de amor (según Dios quiere) nos ha llevado a la resurrección: “si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección... en Cristo todos serán vivificados” (vv. 21-22).

Esta solidaridad es una tesis paulina clara y constante:

- “Dios resucitó al Señor y nos resucitará tambiéna nosotros con su poder” [su Espíritu] (1Cor 6,14);

sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús tambiénnos resucitará a nosotros con Jesús” (2Cor 4,14a);

pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto” (1Tes 4,14);

si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús tambiéndará vida a vuestroscuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8,11).

María, la madre de Jesús, “en Cristo ha sido vivificada”

La fiesta de la Asunción celebra la fe de la Iglesia de que María ha sido incorporada a la resurrección de Cristo. Así lo expresa el Vaticano II: “en María, la Iglesia admira y ensalza el fruto sobresaliente de la Redención, y contempla en ella con gozo, como en una imagen purísima, lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser” (SC n. 103). En la virgen María se ha realizado la promesa de Dios: “seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es” (1Jn 3,2b). Su Asunción al cielo realiza el proyecto divino, la esperanza cristiana: “Esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,40). María es definitivamente dichosa, no por llevar a Jesús en su vientre y amamantarle, sino más bien “porescuchar la palabra de Dios y cumplirla” (Lc 11,27-28), es decir, por llevarle “en su corazón más que en su seno” (San Agustín, De sancta virginitate 3: PL 40,398), o lo que es lo mismo, por “haber creído” y vivido en el Amor divino que se consuma en el cielo.

Oración:en Cristo todos serán vivificados (1Cor 15,20-26)

Jesús, hijo de María:

Como los primeros discípulos “perseveramos unánimes en la oración,

con las mujeres y María tu madre y tus hermanos (He 1,14).

Seguimos pidiendo lo mismo que María, tu madre:

“implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo...,

por el que ella en la Anunciación había sido actuada...,

y por quien, terminado el curso de su vida terrena,

en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial” (LG 59).

Sentimos la compañía del Espíritu:

después de escuchar la palabra de la verdad

-el Evangelio de nuestra salvación-,

 creyendo en él, hemos sido marcados

con el sello del Espíritu Santo prometido.

Él es la prenda de nuestra herencia...” (Ef 1,13-14; 2Cor 1,22; 5,5);

el Espíritu nos identifica como hijos y hermanos;

el “dulce huésped” de nuestra intimidad, en cuyo amor vivimos;

el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte y que habita en nosotros;

por medio del cual dará vida también a nuestro ser mortal” (Rm 8,11).

Hoy celebramos que tu Espíritu, Jesús, hijo de María:

acompañó siempre a tu Madre, llenándola de “gracia”, de amor;

desde su “concepción inmaculada” hasta la “asunción a los cielos”.

Así, caminando por tu camino de humildad y servicio,

es también “figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada;

consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra”

(Prefacio de la misa de este día).

Hoy oramos con ella “implorando el don del Espíritu Santo”:

que sintamos al Espíritu como fuente de vida permanente;

que creamos que habita en la Iglesia y en los corazones nuestros;

que le demos ocasión y sosiego para respirar en nuestro interior;

que respetemos sus dones y funciones en la fraternidad;

que apreciemos sus frutos: el amor, la alegría, la paz, la tolerancia,

el agrado, la generosidad, la lealtad, la sencillez, el dominio de sí...;

que nos dejemos conducir por su amor en busca de la verdad;

que su amor unifique los diversos servicios y funciones;

que nos rejuvenezca en el “amor primero”, nos renueve; 

que abra nuestro corazón al desconocido, marginado, creativo...

Este Espíritu alentó la vida de María, tu madre:

le hizo percibir la “grandeza” del amor divino,

amor que “mira la humildad” de cualquier vida;

le dio a sentir “alegría en Dios, nuestro salvador”;

le pasó su corazón, incluso a quien no se lo merecía;

le animó a vivir en humildad y a desbaratar a los soberbios;

le sentó a la mesa de todos para saciar sus deseos y carencias;

le enseñó que los ricos tienen su alma vacía, sin entrañas.

Que este Espíritu moldee nuestro corazón:

para escuchar tu evangelio y hacer lo que nos dice (Jn 2,5).

Preces de los fieles: Asunción de la Virgen María (15.08.2019)

Como los primeros discípulos, reunidos con María, Madre de la Iglesia: “implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo..., por el que ella en la Anunciación había sido actuada..., y por quien, terminado el curso de su vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial” (Vat. II: LG 59). Digamos: “que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida”.

Por todos los cristianos:

- que creamos que el Espíritu Santo habita en la Iglesia y en nuestros corazones;

- que sintamos al Espíritu y escuchemos sus inspiraciones.

Roguemos al Señor:que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida”.

Por todas las mujeres:

- que sean respetadas y valoradas igual que todas las personas;

- que encuentren respeto a sus dones y funciones en la sociedad y en Iglesia.

Roguemos al Señor:que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida”.

Por los servidores de la Iglesia:

- que María los rejuvenezca en el “Amor primero”;

- que aprecien y vivan la fraternidad.

Roguemos al Señor:que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida”.

Por pidamos por nuestra comunidad:

- que demos espacio y tiempo al Espíritu Santo;

- que nos conduzca a la verdad y al amor.

Roguemos al Señor: que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida

Por los más necesitados:

- que acudamos presurosos, como María, a prestarles ayuda;

- que les escuchemos, les acompañemos, compartamos con ellos.

Roguemos al Señor: que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida

Por esta celebración:

- que nos alegre el alma, nos mejore, nos consuele;

- que alimente la esperanza de seguir los pasos de María.

Roguemos al Señor: que el Espíritu de Jesús inspire nuestra vida

María, madre de Jesús y madre nuestra, acompaña hoy nuestros ruegos al Padre de todos. Que ellos sean agradables como el olor del incienso que sube a su presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Jaén, agosto 2019

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