“Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras” Dios regala la vida y el Espíritu para realizarla (D. 4º Cuaresma B 2ª lect. 10.03.2024)

“Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta”

Comentario:Dios nos ha hecho revivir con Cristo” (Ef 2, 4-10). 

Esta es la buena noticia de la segunda lectura: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó… nos ha hecho revivir con Cristo” (vv. 5-6). Coincidente con el evangelio de hoy: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

La actuación divina viene descrita en una oración gramatical compleja. El sujeto viene expresado en el v. 4: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó”. El Amor divino, pues, es el origen de la creación y de la vida de Jesús. El núcleo verbal lo forman tres verbos predicativos: “estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo -estáis salvados por pura gracia-; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él” (vv. 5-6).

Estas acciones en aoristo (pasado indefinido) describen la solidaridad de Jesús con la humanidad: nos da una nueva vida en el Espíritu, nos resucita en esperanza, cumple la esperanza. El objeto o complemento directo -sobre quienes cae directamente la acción divina- somos los cristianos, de quienes, dice: “estando nosotros muertos por los pecados” (v. 5a). En versículos anteriores (Ef 2, 1-3), nos ha desdoblado en “vosotros” (los no judíos) y “nosotros” (los judíos): “Vosotros: que estabais muertos por vuestras culpas y pecados, pues tal era antes vuestra conducta, siguiendo el genio de este mundo, siguiendo al jefe que manda en la región del aire, el espíritu que actúa ahora en los rebeldes” (vv. 1-2). “Nosotros: de ellos éramos también nosotros, pues vivíamos antes sujetos a los bajos deseos, obedeciendo a los caprichos del instinto y de la imaginación, y, naturalmente, destinados a la reprobación como los demás” (v.3)].

Estar muertos por vuestras ofensas y pecados es la situación descrita en Romanos (3,9ss; 5,12ss). Para la Tradición: “pecado original”: “corazón curvado sobre sí mismo” (Lutero); “el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios” (san Agustín); “pretensión humana de alcanzar el propio fin al margen de Dios” (GS 13); “carácter `pecador´ del deterioro humano” (González Faus: “Proyecto de hermano”. Sal Terrae 1987, p. 366ss); “empecatamiento de la estructura”, “pecado del mundo”, “pecado estructural”, “ámbito de pecado”, ausencia de Dios, “hamartiosfera” en que nacemos y vivimos” (González Ruiz: “El evangelio de Pablo”. 2ª ed. Sal Terrae. 1988. p. 190s); “manifestaciones de nuestra impotencia creatural, dimensiones de `tristeza de nuestra finitud´: `alienación existencial, económica, psicológica, cultural, social, moral, histórica, religiosa´” (Torres Queiruga: “Recuperar la salvación”. Sal Terrae 1995, pp. 159-170).

Complemento circunstancial de finalidad: para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (v. 7). Para mostrar el Amor divino en la vida de Jesús y en sus seguidores.

Conclusiones lógicas (2,8-10):

- “En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe(v. 8).

- “Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir” (v. 9).

- “Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos” (v. 10).

Oración: “Dios nos ha hecho revivir con Cristo (Ef 2,4-10)

Una vez más, Padre nuestro, contemplamos tu amor:

“amor puesto más en las obras que en las palabras;

en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene…;

y así, por el contrario, el amado al amante” (EE 230);

a esto último somos invitados nosotros:

 “amemos a Dios, porque él nos amó primero” (1Jn 4,19).

Amor que se concreta amando a tus hijos, hermanos nuestros:

amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios,

y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.

En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:

en que Dios envió al mundo a su Unigénito,

para que vivamos por medio de él…”.

A Dios nadie lo ha visto nunca.

Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros

y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud(Jn 4,7-9.12).

La carta a los Efesios proclama el mismo mensaje:

Tú, Padre, nos elegiste en Cristo antes de la fundación del mundo

para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.

 Nos has destinado por medio de Jesucristo a ser tus hijos…;

en él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados…;

así nos has dado a conocer el misterio de tu voluntad…” (Ef 1,4ss).

La lectura de hoy nos recuerda tu actividad constante:

Tú, Padre…, por el gran amor con que nos amas,

estando nosotros muertos por los pecados,

nos ha hecho revivir con Cristo,

nos ha resucitado con Cristo Jesús,

nos ha sentado en el cielo con él.

Así revelas la inmensa riqueza de tu gracia:

mediante tu bondad con nosotros en Cristo Jesús.

En efecto, por gracia estamos salvados, mediante la fe.

Esto no viene de vosotros: es don tuyo, Padre de todos.

Tampoco viene de nuestras obras…

Somos obra tuya.

Tú, Padre nuestro, nos ha creado en Cristo Jesús:

para que nos dediquemos a las buenas obras,

que de antemano dispusiste que practicásemos.

A pesar de “estar nosotros muertos por los pecados”:

 con el “corazón curvado sobre nosotros mismos”;

“pretendiendo realizarnos al margen de tu Amor”;

“viviendo entre odios, hambres, tristezas, desilusión…”;

“sintiendo nuestra impotencia creatural”;

“alienados económica, social, moral, religiosamente…”.

A pesar de esto, tu amor de Padre:

nos has hecho revivir con Cristo dándonos el mismo Espíritu:

que nos hace llamarte “¡Padre – Madre!”;

que “testimonia a nuestro espíritu que somos tus hijos”;

que “acude en ayuda nuestra,

pues no sabemos pedir como conviene;

intercede por nosotros con gemidos inefables”;

que nos convence de que “nada puede separarnos de tu amor

manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8).

“Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria,

mi entendimiento y toda mi voluntad,

todo mi haber y mi poseer.

Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno;

todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad;

dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta” (EE 234).

Volver arriba