Domingo 22º TO C (28.08.2016): “Los pobres eran los asesores de Jesús”

“Quiso Jesucristo elegir todo el santísimo colegio (episcopal, cardenalicio) de entre los pobres y vivir y conversar con ellos, dejarlos por príncipes de su Iglesia...” (San Ignacio de Loyola)

Introducción:Los convidados escogían los primeros puestos” (Lc 14,1.7-14)
Leemos la tercera escena de invitación a casa de fariseos (Lc 7,36 ss; 11, 37 ss; 14, 1 ss). Lucas usa el género literario griego llamado “simposio” (“beber con”; ver domingo undécimo de este ciclo). El hombre rico y culto que invita es “uno de los principales fariseos”. El hecho extraño es “que los convidados escogían los primeros puestos”. Jesús se dirige a los convidados y al que le invita. A cada uno les propone una parábola de construcción paralela:
- cuando te conviden... (v. 8): no te sientes en el puesto principal... (v. 8); ve a sentarte en el último puesto... (v. 10);
- cuando des una comida... (v. 12): no invites a tus amigos... (v. 12); llama a pobres, lisiados... (v. 13).
La conclusión en pasiva divina: el que se eleva será rebajado, el que se rebaja serás elevado (v. 11); feliz porque no pueden recompensarte; te pagarán cuando resuciten los justos (v. 14).


Jesús critica la búsqueda del honor social
Buscar sobresalir suscita insolidaridad, envidias y pendencias. Para vivir el Reino –el modo de vida que Dios quiere- hay que ser hermano de verdad, alejarse del poder y prestigio, del dominio y de considerarse superior. Jesús propone la igual dignidad humana, creada por Dios, valor permanente: “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”, por Dios (v. 11), que es quien da el verdadero ser humano, valor absoluto. Los honores sociales son pura apariencia, creadores de orgullo y soberbia (super-bia: sobre, por encima de la vida real). La misma pasiva se repite en Lucas 18,14, en contexto parecido, contraponiendo la actitud del fariseo y el publicano: uno se enaltece a sí mismo en el Templo y es humillado; el otro se humilla y baja justificado a su casa. Es el amor gratuito de Dios quien nos hace “dignos” siempre. No necesitamos honores, ni apariencias, sino vivir en verdad. Quien sirve y busca el último lugar dignifica a todo ser humano, descubre el honor que Dios da, “el tesoro en el cielo que no se acaba” (Lc 12,33).

Normas poco promocionadas en la Iglesia
Al que lo había invitado”, Jesús le critica las normas de invitación. Invitar amigos, hermanos, parientes, vecinos ricos... es seguir la “reciprocidad equilibrada”: recibir provecho proporcionado (anti-kaleo: invitar a su vez, y ant-apodoma: retribución). Estrechan la solidaridad grupal, cerrada y excluyente. Se convierten en ley de pureza, que reafirma la identidad y marca fronteras con los de fuera. Jesús invita al Reino (¡vida para todos!), y, por ello, le pide que invite a los excluidos de la vida: “pobres, lisiados, cojos, ciegos”, es decir, a los que carecen de bienes necesarios y a excluidos por normas sociales. “Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”. Dar gratis es ser hijo de Dios, identificarse con él (Lc 6,35-36), aportar vida como Jesús.

Oración:Los convidados escogían los primeros puestos” (Lc 14,1.7-14)

Jesús de la verdad humana:
Una vez más contemplamos tu realismo sincero.
Te sorprende la búsqueda de los primeros puestos,
y la invitación a amigos, hermanos, parientes, vecinos ricos...;
conductas habituales de nuestro egoísmo;
normas sociales que buscan la “reciprocidad equilibrada”:
la solidaridad grupal, cerrada y excluyente.

Tu amor gratuito y universal busca la fraternidad, la igual dignidad:
por eso prefieres el lugar más bajo:
- donde están los más débiles, los menos capaces;
- donde empieza la restauración de la dignidad desposeída;
- donde reconoces a los hermanos más necesitados de amor;
- donde se anuncia el reino a los más pobres.

¡Qué bien lo entendieron los cristianos de primera hora!:
“Suponeos que entra en vuestra asamblea un hombre con anillo de oro,
con ropas lujosas, y que entra también un pobre con ropas sucias.
Si vosotros volvéis vuestra mirada al que viste ropas lujosas y le decís:
`Siéntate en el primer lugar´, y decís al pobre:
`Tú quédate de pie o siéntate aquí en el suelo sobre las gradas´,
¿no estáis haciendo diferencias entre los dos?
¿No estáis juzgando con pésimos criterios?” (Santiago 2, 2 ss).


¡Qué raro: un pobre sentado en la cátedra episcopal!
“Si aparece un pobre o una pobre, tanto si es del lugar como forastero,
y no queda lugar para él,
tú, obispo, a esos tales hazles sitio de todo corazón, aunque hayas de sentarte en el suelo,
para que no tengas acepción de personas y tu ministerio sea agradable a Dios” (Constituciones Apostólicas -s. IV-. Edición clásica de F. Funk II,58, pp. 168 s).
“Si Cristo no se desdeña de llamar a los pobres a su mesa junto al emperador...
¿te vas a avergonzar tú de que te vean que compartes con los pobres y convives con ellos?
¡Qué arrogancia y qué humos!... Si nos avergonzamos de quienes no se avergüenza Cristo,
nos avergonzamos del mismo Cristo al avergonzarnos de sus amigos.
Por favor: invita a comer a lisiados y mendigos, que, a través de éstos, viene Cristo;
no a través de los convidados ricos” (San Juan Crisóstomo -+ 407-: Sobre la carta a los Tesalonicenses. PG 62, 467-468).


Con san Ignacio de Loyola reconocemos la verdad de tu vida:
“Son tan grandes los pobres en la presencia divina,
que principalmente para ellos fue enviado Jesucristo a la tierra:
“por la opresión del mísero y del pobre ahora -dice el Señor- habré de levantarme”;
y en otro lugar: “para evangelizar a los pobres me ha enviado”,
lo cual recuerda Jesucristo, haciendo responder a San Juan:
“los pobres son evangelizados”,
y tanto los prefirió a los ricos que quiso Jesucristo elegir todo el santísimo colegio
de entre los pobres y vivir y conversar con ellos, dejarlos por príncipes de su Iglesia,
constituirlos por jueces sobre las doce tribus de Israel, es decir, de todos los fieles.
Los pobres serán sus asesores. Tan excelso es su estado”
(Carta a los Padres y Hermanos de Padua -agosto 1547-. Obras Completas. BAC 4ª ed. Madrid 1982, p. 740.
“El santo evoca detenidamente la condición de pobres de los Apóstoles elegidos por Jesús, en una velada crítica a la Iglesia de su tiempo, que «elegía el colegio cardenalicio» entre los hijos de los nobles (cuando no entre los sobrinos de los papas). Crítica extensible a la Iglesia de hoy, que ya no busca para los sucesores de los Apóstoles títulos de nobleza, pero que todavía pregunta antes de nombrarlos si son «demasiado amigos de los pobres». Es extraño que la Iglesia no se sienta obligada aquí a una mayor fidelidad al ejemplo de Jesús, cuando por otro lado apela a ese ejemplo para no elegir mujeres entre los sucesores de los Apóstoles. La incoherencia de estas dos conductas es dolorosa: porque probablemente en el caso de la pobreza de los Apóstoles hay algo que es normativo para toda la Iglesia. Mientras que en el caso del sexo masculino de los Apóstoles quizás hay algo contingente” -G. Faus: Vicarios de Cristo. Ed. Trotta. Madrid 1991, pp. 162-).


Jesús, pobre voluntario:
enséñanos el misterio de la pobreza que nos hace dichosos;
llena nuestro corazón con tu pasión por dar vida, empezando por los más débiles;
muévenos hacia los que pasan hambre y mueren prematuramente;
ilumina a tus comunidades para que vivan en austeridad productora de vida;
úrgenos a evangelizar a los pobres: llenarles de tu alegría y de tu amor;
haznos pobres voluntarios como tú, por amor.
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