“El vino que tiene ... la Iglesia”

Con este enigmático título nos envía el amigo Pepe Mallo una sabrosa reflexión sobre el vino que compartimos en la eucaristía, y que parece preocupar “su calidad” a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. No deben tener en Roma mucho trabajo evangelizador, de puesta al día de los sacramentos y del cultivo de comunidades. Menos mal que “el vino que tiene ... la Iglesia” tiene otros significados, como el Espíritu Santo, o el mismo Jesús resucitado, que “está cada día con nosotros hasta el fin de los siglos” (Mt 28, 20). Lean, ríanse con las ocurrencias de Pepe y con su graciosa y buena literatura. Gracias, Pepe.

Escribe Pepe Mallo:

El vino de la eucaristía “debe ser natural”
Sabemos que el vino que tiene Asunción no tiene color, pero ignoramos si tiene denominación de origen. El “vino de misar”, como decían nuestros abuelos, sí que ostenta ya tal denominación.
¿Nos hemos preguntado alguna vez qué vinos toman los sacerdotes durante la Eucaristía? El vino es uno de los dos elementos absolutamente necesarios para el sacrificio de la misa. Pero, ¿vale cualquier vino? No, no sirve cualquiera. Por encargo del papa Francisco, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos envió una Carta circular a los Obispos sobre el pan y el vino para la Eucaristía. (15 junio 2017). El documento exhorta “a vigilar sobre la calidad del pan y del vino destinados a la Eucaristía”:
“El vino que se utiliza en la celebración del santo Sacrificio eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas”.

El vino tiene mitología
Mucho antes de que se inventara el güisqui con soda o el tinto de verano, el vino, elemento fundamental de nuestra cultura mediterránea, ya era bebida de moda entre dioses y mortales. Para los griegos, el vino era un regalo de Dionisos. Los sumerios tenían a la diosa Gestín, que significa 'madre cepa'. En Egipto el dios del vino era Osiris, y el fruto de la uva eran las 'lágrimas de Horus'. No cabe duda que el vino juega un importante papel en la historia de la religión cristiana. El vino es para Israel signo de la bendición divina; una tierra rica en viñedos y vino en abundancia son signos de prosperidad material. La Tierra prometida, que Israel recibirá como herencia después de cuarenta años de desierto, será una tierra rica en viñas. Jesús comienza su vida pública convirtiendo el agua en vino; él proporciona a los novios el mejor vino. Con este milagro, el vino pasa a ser signo del Reino, un vino nuevo que no hay que echarlo en “odres viejos”. Y como coronación de su vida, entregará el “vino de la Nueva Alianza, su sangre”.

“Vino de misa con denominación de origen”
La elaboración del vino fue uno de los primeros conocimientos técnicos que adquirió la humanidad, antes de la escritura, la rueda y es posible que el propio fuego. El Génesis atribuye a Noé tal hallazgo. ¿Es cierto? No lo sabremos jamás, pero él indudablemente vivió la experiencia de la primera resaca conocida. Me ha llamado la atención un artículo aparecido en un periódico de tirada nacional. Y he pensado que podía merecer la pena trazar un chocarrero comentario, en la nostalgia de los “txikitos” disfrutados durante este verano. Resumo la crónica del periódico:
“Vino de misa con denominación de origen. Unas bodegas jerezanas lanzan el primer caldo para la liturgia.” “Decía Benito Pérez Galdós, por boca del personaje Lord Grey de su Episodio Nacional “Cádiz”, que “si Dios no hubiese hecho a Jerez, ¡cuán imperfecta sería su obra!”. La región va a saldar su cuenta divina con la producción del primer vino de misa con el sello específico del Marco de Jerez. La firma cuenta además con el permiso necesario del obispado de Jerez para su comercialización. Esta autorización garantiza que el vino cumple con los requisitos determinados por la liturgia y el derecho canónico. La botella costará entre 6 y 7 euros. Hoy la empresa González Byass vende un vino específico para consagrar, pero sin certificación de origen. En la diócesis de Cádiz, distinta de la de Jerez, se suele recurrir al moscatel de Chiclana para este fin. Incluso en Sanlúcar de Barrameda hay sacerdotes que emplean manzanilla, el vino por antonomasia de esa localidad. (El País – 9 –09 –2017).


Y yo me sospecho que en la Rioja se misará con el de su propia denominación; en el País Vasco, con el “txacolí”; en Galicia, con el Albariño o el Ribeiro, en Cataluña, con el cava y unos cuantos etcéteras más. Sin embargo, según mis anotaciones sobre el tema, este Jerez de marras se ha encontrado con un serio competidor con canonjía en lo más acreditado de la Iglesia:
“Crean un vino misal argentino para que lo use el Papa. Productores vitivinícolas de cinco provincias aportaron sus mejores uvas para la elaboración de Todos, el primer vino argentino que será ofrecido al Papa. Se trata de la variedad blanca torrontés riojano, certificada por el Arzobispado de Mendoza como apto para la misa.”

“In vino Veritas"
A lo largo de la historia, el vino ha supuesto una fuente de inspiración para muchos conocidos personajes: “In vino Veritas, in aqua Sanitas”, proverbio latino que se atribuye a Plinio el Viejo. «En el vino está la verdad». Esta idea se relaciona con la capacidad del vino para estimular la euforia, para desinhibirse, para decir la verdad. “Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”, comenta el vulgo. Será por eso por lo que la Iglesia cuida la exquisitez de sus caldos. Ella se arroga la Verdad.

El vino compartido es el mejor
“El mejor vino no es necesariamente el más caro, sino el que se comparte” (George Brassens). El elemento diferenciador de un vino no es su calidad, sino poder compartirlo con la gente que quieres y, a nivel religioso, con los hermanos en la fe. Lástima que en la misa sólo lo disfrute el celebrante. “Donde no hay vino no hay amor” (Eurípides). En la Antigua Grecia, el vino era considerado como un elixir afrodisíaco. Eurípides, en un rapto de sinceridad, lo hace público con esta cita. Desde tiempos milenarios siempre se ha relacionado el vino con el amor, con lo sensual, con lo exótico. En la misa, con el compartir, con la fraternidad. “Dios es Amor” y “se hace” vino, el Vino de la Nueva Alianza.

Aunque venga en tetrabric
Los vinos para Misa deben proceder exclusivamente de vitis vinífera de cualquier variedad, pero no son válidos si proceden de vides salvajes. La normativa dice que se prefieren los vinos dulces, aunque también pueden ser vinos secos. Y se afirma que la variedad italiana Moscato es muy común para elaborar vinos de misa. Reza un dicho entre los enólogos: “Clases de vino sólo hay dos: el buen vino y el mejor vino". Está claro que la Iglesia en cualquier caso ha elegido siempre “el mejor”, como Jesús en las bodas de Canaán. No obstante, se me ocurre pensar que el papa Francisco, una persona que de verdad vive austeramente, no me extrañaría (lo digo totalmente en serio) que haya optado, por coherencia, consumir y misar con vino de tetrabric.

Me decido a rematar mi reflexión con este aforismo de Lutero: “Aquel a quien no le gusta el vino, ni la mujer, ni el canto, será un necio toda su vida.” ¿Se trata de otra de sus herejías o de una experiencia religiosa?
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