Los apuntes de las clases y otras cosas.
En cierta ocasión ya manifesté que la extraña exigencia que hacen los profesores de institutos y colegios de pasar a los alumnos del lápiz al bolígrafo me parecía una bobada. Nunca le he encontrado a eso nada de educativo, me parece justo lo contrario. En la era del tipex y la goma de bolígrafo que raspa el papel, esto de pedir a los alumnos que escriban con tinta no les hace precisamente ningún bien.
Una de las cosas que pido a mis alumnos es que se compren unos folios y unos portaminas, las hojas cuadriculadas que venden muchas veces son finas y de muy mala calidad para escribir a lápiz o a portaminas. El folio es mejor, resiste mejor el borrado de la goma de borrar, y además es limpio. Por supuesto depende de la calidad del papel y del tipo de mina así borra mejor una goma o así guarrea más el lapicero. El caso es que en mi etapa de estudiante en los colegios, solo existió una profesora que sabía dictar apuntes en mi colegio, el resto no sabía hacerlo o bien optaba por leer el libro y nosotros adquiríamos la fea costumbre subrayar el libro con el bolígrafo, pues los lápices estaban prohibidos excepto para dibujar.
Existe una manía muy extendida entre el profesorado, la de dictar apuntes al vuelo. Las consecuencias de esta manía es que unos somos incapaces de copiar todo lo que escribe en la pizarra al tiempo de copiar lo que dicen, y otros en cambio, a base de escribir muy deprisa, logran copiarlo todo de una forma muy desorganizada, y otros, ya muy minoritarios, logran escribir impecables apuntes.
Observo con excesiva frecuencia que la presentación y la letra de alumnos y compañeros de carrera es un caos y un desastre. Un profesor mío de carrera, que tenía por costumbre no dictar apuntes sino escribirlos en la pizarra para ser copiados, nos comentó que los responsables de su en ocasiones pésima caligrafía la tenían los imbéciles que se empeñaron en dictárselo todo deprisa y corriendo, con el tiempo a base de escribir deprisa, se adquiere la costumbre de deformar y deformar la letra hasta que termina siendo esa la letra habitual. Este proceso no ocurre igual en todo el mundo, mientras unos deforman gradualmente su letra, otros la deforman menos con el tiempo y como escriben por su cuenta a mano y con mucho cuidado, no pierden la costumbre.
No es tontería esto, siempre he dicho que la labor educativa de un profesor se la cepilla siempre otro. Si en los primeros cursos de aquella EGB te enseñaban a escribir con los cuadernillos Rubio, a borrar la letra fea, a evitar los tachones, en los restantes cursos te imponen el bolígrafo, te meten prisas en la escritura, y te fuerzan a adquirir la manía de tachar los errores o llenarlos de garabatos hasta hacerlos ilegibles.
Muchos alumnos jamás repasan los apuntes de clase del colegio, simplemente porque son apuntes impresentables. En ocasiones es tal la confusión en los mismos, que carecen de credibilidad alguna para el estudio. En carrera aprendí a valorar mis apuntes gracias a buenos profesores, cosa que nunca hice en el colegio excepto con aquella profesora. Es tal mi necesidad por coger unos buenos apuntes que busco al profesor que conceda esas facilidades en sus clases. Pero sin embargo existe una manía muy extendida ente cierto profesorado, y es la de ponerse a escribir en la pizarra al tiempo que hablan, y de mezclar un tema explicado con anterioridad con otro, esto se nota sobre todo porque estos profesores jamás ponen título a aquello que están escribiendo. No me suelo cortar y pedirles que pongan un título de lo que hacen, pero es tal su manía que jamás corrigen sus defectos docentes.
Dado que me dedicaré (y me dedico) a la docencia, procuraré (y procuro) corregir no solo mis errores, sino aquellos que cometen mis profesores, y evito cometerlos yo. Cuando tengo que dar unos apuntes los doy, escribiendo unas veces las definiciones en la pizarra o dictándolas con calma, y otras me valgo de chuletas o resúmenes de la teoría. El pedirles el uso del portaminas es para que adquieran la costumbre de hacer unos apuntes limpios de tachones y ordenados, de lo contrario seguirán siendo eso, un caos. No se puede pedirles luego que se los estudien si son horribles, pero si se les enseña a cogerlos y a valorarlos la cosa puede cambiar.
Una de las cosas que pido a mis alumnos es que se compren unos folios y unos portaminas, las hojas cuadriculadas que venden muchas veces son finas y de muy mala calidad para escribir a lápiz o a portaminas. El folio es mejor, resiste mejor el borrado de la goma de borrar, y además es limpio. Por supuesto depende de la calidad del papel y del tipo de mina así borra mejor una goma o así guarrea más el lapicero. El caso es que en mi etapa de estudiante en los colegios, solo existió una profesora que sabía dictar apuntes en mi colegio, el resto no sabía hacerlo o bien optaba por leer el libro y nosotros adquiríamos la fea costumbre subrayar el libro con el bolígrafo, pues los lápices estaban prohibidos excepto para dibujar.
Existe una manía muy extendida entre el profesorado, la de dictar apuntes al vuelo. Las consecuencias de esta manía es que unos somos incapaces de copiar todo lo que escribe en la pizarra al tiempo de copiar lo que dicen, y otros en cambio, a base de escribir muy deprisa, logran copiarlo todo de una forma muy desorganizada, y otros, ya muy minoritarios, logran escribir impecables apuntes.
Observo con excesiva frecuencia que la presentación y la letra de alumnos y compañeros de carrera es un caos y un desastre. Un profesor mío de carrera, que tenía por costumbre no dictar apuntes sino escribirlos en la pizarra para ser copiados, nos comentó que los responsables de su en ocasiones pésima caligrafía la tenían los imbéciles que se empeñaron en dictárselo todo deprisa y corriendo, con el tiempo a base de escribir deprisa, se adquiere la costumbre de deformar y deformar la letra hasta que termina siendo esa la letra habitual. Este proceso no ocurre igual en todo el mundo, mientras unos deforman gradualmente su letra, otros la deforman menos con el tiempo y como escriben por su cuenta a mano y con mucho cuidado, no pierden la costumbre.
No es tontería esto, siempre he dicho que la labor educativa de un profesor se la cepilla siempre otro. Si en los primeros cursos de aquella EGB te enseñaban a escribir con los cuadernillos Rubio, a borrar la letra fea, a evitar los tachones, en los restantes cursos te imponen el bolígrafo, te meten prisas en la escritura, y te fuerzan a adquirir la manía de tachar los errores o llenarlos de garabatos hasta hacerlos ilegibles.
Muchos alumnos jamás repasan los apuntes de clase del colegio, simplemente porque son apuntes impresentables. En ocasiones es tal la confusión en los mismos, que carecen de credibilidad alguna para el estudio. En carrera aprendí a valorar mis apuntes gracias a buenos profesores, cosa que nunca hice en el colegio excepto con aquella profesora. Es tal mi necesidad por coger unos buenos apuntes que busco al profesor que conceda esas facilidades en sus clases. Pero sin embargo existe una manía muy extendida ente cierto profesorado, y es la de ponerse a escribir en la pizarra al tiempo que hablan, y de mezclar un tema explicado con anterioridad con otro, esto se nota sobre todo porque estos profesores jamás ponen título a aquello que están escribiendo. No me suelo cortar y pedirles que pongan un título de lo que hacen, pero es tal su manía que jamás corrigen sus defectos docentes.
Dado que me dedicaré (y me dedico) a la docencia, procuraré (y procuro) corregir no solo mis errores, sino aquellos que cometen mis profesores, y evito cometerlos yo. Cuando tengo que dar unos apuntes los doy, escribiendo unas veces las definiciones en la pizarra o dictándolas con calma, y otras me valgo de chuletas o resúmenes de la teoría. El pedirles el uso del portaminas es para que adquieran la costumbre de hacer unos apuntes limpios de tachones y ordenados, de lo contrario seguirán siendo eso, un caos. No se puede pedirles luego que se los estudien si son horribles, pero si se les enseña a cogerlos y a valorarlos la cosa puede cambiar.