Pregón de triduo pascual Claves de pasión, muerte y resurrección a la luz de la pandemia

Necesitamos hacer lectura creyente y pascual de nuestro momento vital. No podemos pasar página por esta pandemia y el proceso vivido en la humanidad, por todos nosotros. Hemos de entrar pascualmente en este acontecimiento y desde ahí acoger, escuchar, atender las interpelaciones vivas que nos han ido surgiendo en el camino. Hemos de mirar a los que ya no están, a los que dieron sus vidas, a los quedaron heridos, a los que crecieron y transformaron la realidad, a los que huyeron... ahí está la realidad de nuestra pasión, muerte y resurrección de hoy. 

Triduo pascual

El dolor creyente y esperanzado

 Lo que no debe ser olvidado…

Un año más nos sentimos convocados a la celebración del triduo pascual, en el marco de la semana santa de gran tradición en nuestra iglesia católica. ¿Cómo no recordar la situación del año pasado, en que sufríamos porque nos veíamos recluidos por la pandemia, sin poder acudir a nuestras celebraciones centrales del misterio pascual, ni poder expresar nuestra fe de modo público en nuestras calles y con nuestros hábitos normales de comunidad y encuentros? Nunca olvidaremos la imagen vacía, húmeda y lluviosa, de la plaza del vaticano y del Papa Francisco, ya mayor, en solitario realizando el camino de un viacrucis de la pasión y el dolor de toda la humanidad, escrito y elaborado desde experiencia de presos. No lo podemos olvidar, e incluso no debemos hacerlo, nuestra propia fe nos empuja a tenerlo muy presente en la celebración de esta Semana Santa. Lo que estaba ocurriendo entonces no era una cuestión simple de confinamiento, de poder o no poder asistir a un culto, o desfilar con nuestras imágenes, sino una convulsión total que afectaba a la humanidad, desde la naturaleza, y que nos ponía a todos en situación de discernimiento de espíritu, con unos cuestionamientos que no debemos olvidar, sino que hemos de traerlos a nuestras vidas constantemente y buscar luz al refugio de la palabra de Dios, del misterio de la PASCUA.

En el triduo pascual celebramos y profundizamos en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. No lo hacemos como un recuerdo histórico del pasado, sino que lo traemos a nuestro presente como clave de sentido y lectura creyente de la historia, de lo que vamos viviendo en lo cotidiano, en la tensión del mundo y de la humanidad. Ahí se nos hace real y presente, como una luz de vida, la clave de comprensión de toda nuestra realidad y de nuestras esperanzas de plenitud que se nos han desvelado en Jesucristo, nuestro Señor.

Por eso nos sentimos en la obligación de tener muy presente en estos días todo lo vivido y aprendido en esta situación de pandemia que todavía está en curso para toda la humanidad, y con mucha crudeza en las mayores partes del mundo, donde todavía no ha llegado la vacuna. Necesitamos adentrarnos en la realidad del misterio de la muerte y resurrección de Jesús desde la situación actual de lo que estamos viviendo, y de lo que han vivido muchos de nuestros hermanos. Ahí está la pasión, el dolor, la muerte… y ahí también están los signos del resucitado que nos llaman a la esperanza y a la plenitud. Nos toca discernirlos y hacer apropiación de ellos para que nuestro credo sea existencial, auténtico, verdadero. Sería de desear que nuestra celebración de la Semana Santa, este año estuviera conectada entrañable y compasivamente con la del año pasado. Hemos de traer a nuestras celebraciones la vida y la convulsión universal de esta situación pandémica que nos está llamando a una verdadera conversión natural, humana y religiosa.

Para todos nosotros está siendo un tiempo de vivencias, relatos, testimonios innumerables, podemos decir que hay un antes y un después de este acontecimiento. Escribirlos todos sería imposible como dice el apóstol Juan de los hechos y dichos de Jesús, pero sí podemos abrirnos a estas celebraciones desde algunos de ellos. Busquemos elementos singulares de vida que nos hacen presente el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo en nuestra historia, y hagámoslo desde el momento actual, desde la vivencia de esta pandemia en la humanidad.

La pandemia y el espíritu de la Pascua cristiana

Dónde estábamos y aún…

Veníamos hablando, en el mundo de las ideas, que no estábamos en una época de cambios, sino en un cambio de época. Pero asimilar vitalmente esta afirmación estaba muy lejos de nosotros. Estábamos empujados por una fuerza anónima que nos impedía vivir en nuevas claves, descubrirlas para esta nueva época. El mercado nos situaba vitalmente en unos deseos y valores que nos uniformaban vital y socialmente. Se cumplía entre nosotros el pensamiento orteguiano de que las ideas las tenemos pero que vivimos en las creencias, es decir en las ideas interiorizadas y vitales, las que nos hacen vivir de un modo concreto. Embarcados en la tecnología y el progreso, en el crecimiento sin fin, se nos daba un credo de una escatología secular práxica, todo nuestro horizonte de vida se resolvía en las claves del vivir mucho y rápido, con deseos de un bienestar puramente horizontal, de gozo, éxito, enclavados en un agobio por vivir y apurar el tiempo pareciendo todo poco e insuficiente. 

Y llegó el virus… nos llegaban noticias, ideas, pero no nos las creíamos, nos faltaba la creencia de lo que estaba llegando. Pero llegó y nos tocó directamente y eso trastocó nuestras ideas y nos puso en duda nuestras creencias. Nuestro espíritu quedó tocado. Quietud total y vuelta al interior. ¿nuevas ideas? ¿depuración de creencias? Una sociedad llamada a conversión. Para volver al espíritu. No lo entendíamos como un castigo, ni siquiera como un aviso, pero si como una realidad que necesitaba acogida, reflexión y respuesta.  La realidad nos sobrepasaba, nos faltaba tiempo para asimilarlo, nuestro espíritu no estaba a punto para lo que estaba ocurriendo, nuestras lámparas no estaban encendidas, no estábamos en vela. Nos despertaron muchas cosas, sucesos, vivencias que nos preguntaban ardientemente las cuestiiones fundamentales de la vida. Preguntas que venían desde el silencio, el dolor, la intemperie, la soledad, la muerte, la impotencia… la Pasión. Así lo decían algunos: ¿Quién ha dicho que este año no hay pasión, dolor, cruz? la hubo y la hay, bien viviente.

Datos para la pasión y los palos de la cruz de la humanidad crucificada

Cualquier informador equilibrado y básico no dice cosas comunes de esta situación vivida:

“La pandemia ha provocado graves trastornos sociales y económicos en todo el mundo, incluida la mayor recesión mundial desde la Gran Depresión en la década de 1930. Ha provocado una escasez generalizada de suministros agravada por las compras de pánico , la interrupción de la agricultura y la escasez de alimentos. La cuarentena sostenida casi global resultante vio una disminución sin precedentes en la emisión de contaminantes. Numerosas instituciones educativas y áreas públicas han sido cerradas parcial o totalmente, y muchos eventos han sido cancelados o pospuestos. La desinformación ha circulado a través de las redes sociales y los medios de comunicación y las tensiones políticas se han exacerbado. La pandemia ha planteado problemas de discriminación racial y geográfica , equidad en la salud y el equilibrio entre los imperativos de salud pública y los derechos individuales.”

Nos hablan de entre diez y dieciocho millones de fallecidos en el mundo. En España los afectados por la enfermedad han sido unos cinco millones y los fallecidos unas 88.000 personas. Pero realmente los efectos de esta pandemia todos sabemos que se extienden a muchísimas personas, a todos nos ha llegado de alguna forma, y han causado un dolor tremendo en lo sanitario, lo económico, laboral, social, psicológico, familiar... Muchas dimensiones que nos descubrían la debilidad y la vulnerabilidad todos y especialmente de los mayores y los más pobres.

En medio de toda esta realidad confundida, preocupada, dolorida, hemos visto en nuestras familias, comunidades, sociedades, en la humanidad entera rostros de pasión y angustia:

Detalles de pasión y cruz viviente

  • - El pueblo:

  • o La conciencia del tiempo: números en el balcón, cambiando cada día hasta cien...El balcón único lugar de encuentro y salida al exterior, a lo común, lo social. Faltaba la cotidianeidad, lo vivido en lo rutinario de la vida. Nos faltaba lo diario y lo cotidiano, aquello que antes no le dábamos valor, que nos parecía un peso, ahora lo necesitábamos, lo ansiábamos… nos dolía la ausencia de lo rutinario. Nos sentíamos impotentes y amedrentados. Todos de pasión, vivir enclaustrados, en quietud, comunicación cortada, sin expresiones vivas de ternura, y con miedo por nosotros y por muchos a los que no podíamos llegar.

  • - La angustia de oración en el huerto:

  • o Manolo: un enfermo más, toda la familia en casa afectada, su respiración se complica, en soledad ha de ser trasladado al hospital. Siente la dureza y se siente morir, no puede seguir luchando. Piensa en los que están a su alrededor, le llega noticia de algún conocido que posiblemente esté a su lado, pero allí está incomunicado, el móvil se convierte en el signo de la vida que está fuera, pero le faltan fuerzas. Lo que nos llega de él es una oración el huerto, con sudores de falta vida…

  • - El crucificado:

  • o José Miguel: El silencio y la muerte sin salida, en la experiencia de la comunidad orante. Habían cuidado bastante las normas, las navidades, ocasión de encuentro entre los primos, bastó una comida familiar sencilla. Todos afectados en casa, el con menos síntomas que ninguno. De la noche a la mañana la fiebre se hace de él y comienzan las dificultades de respiración, necesidad de hospitalizarse y en pocos días tiene que entrar en la Uci para no salir de ella. Dolor angustioso en la ausencia, en la soledad, sólo pudieron entrar a despedirlo antes de desconectar la máquina. De las personas más disponible en su parroquia.

- El centurión:

Enrique. He tenido la experiencia más fuerte y más desnuda de Dios. A punto de entrar en la UCI, al final no fue necesario. Totalmente solo, semanas, recibiendo la comida desde la lejanía… y él pensando qué sería de los pobres en África con esta enfermedad, sin ningún medio de los que él tenía. Sólo me podía agarrar a Dios, o él o nada…La experiencia desnuda de Dios en la mayor soledad. “Sólo Dios” nos decía llorando, Él y yo.

  • - María y las mujeres:

  • o Marisa: Médico, responsabilidad en la residencia de mayores, donde hay más de doscientos. Amante de su profesión y del cuidado de los mayores por opción personal, llena de delicadeza y cuidado hacia ellos. Amante de sus padres ya mayores. Cuando llegan las primeras noticias, aunque no está legislado, comienza a tomar precauciones en la residencia. Se hace la prueba y ella está afectada por el virus, pero su cuidado y prudencia ha conseguido evitar contagiarlo en la consulta. Afectada con bastantes síntomas, ha de quedarse en casa. Nadie afectado en su residencia. En su pueblo natal, su madre también afectada, la cuida su padre, y están sus hermanos pendientes, siente no poder acercarse. Su padre comienza a respirar mal, al final tienen que hospitalizarlo, ella que tan unida está afectivamente a él, no puede ir, nadie puede entrar…está completamente solo su padre. Victoria con sus pacientes mayores, fracaso con su padre. Su sufrimiento es grandísimo. Ella que cuida a tantos hasta el último suspiro, ella que une sus manos a la de sus pacientes, ayudándoles en los últimos momentos, no puede estar con el ser que más quiere. No puede despedirlo.

Los apóstoles y seguidores:

  • - La docencia: La continuidad inventada, para una no-normalidad. La dureza de los alumnos, la desigualdad de los que no tienen medios, la dificultad de los profesores para atender digitalmente…

  • - Los sanitarios: agotados, entregados, rodeados de límites, sintiendo impotencia, ante tanto dolor y muerte sin control.

  • - Cuantos profesionales rotos, los que no podían trabajar y dependían de su trabajo, los que lo hacían en medio de muchas dificultades y temores.

  • - Y así… cuanta humanidad sufriente, dolor callado, soledad radical…enterrados a miles en la tierra.

  • - Pasión real, viviente, profunda…que aún permanece en muchas personas y en muchos pueblos y lugares del mundo.

¿Puede haber gloria y resurrección en la misma cruz?

Recordamos a Jesús junto a los discípulos desesperanzados que volvían a la realidad vencidos y fracasados, tristes y desanimados. En esa realidad crucificada y doliente es la resurrección nuestro paradigma para leer creyentemente, junto a los de Emaús, lo que ha ocurrido y está ocurriendo entre nosotros. Palabras claves de aprendizaje ante la pandemia que nos hablan de una fuerza de luz y de una esperanza que sobrepasa todo juicio e ilumina todo dolor, aunque sea en la mayor dificultad y fuerte oscuridad. Volvemos los ojos junto a Jesús para vivir esta pascua y descubrimos, en el mismo dolor y en la muerte, en los mismos sucesos, unos de final más feliz y otros de fracaso radical, los signos de la esperanza, de la ternura, del cuidado, del amor doliente, de la esperanza contra toda desesperanza, la vida frente a la muerte, la comunión y la fraternidad frente a la desolación y la angustia. Con los ojos del resucitado volvemos la mirada a la cruz:

  • o El pueblo en los balcones: En los balcones se hizo comunidad de un modo nuevo, nos redescubrimos en la vida de lo real, salió lo oculto, lo desconocido y la debilidad compartida nos hizo familiares y cercanos. Un nuevo modo de conocernos, de compartir, de cuidarnos y de atendernos. Relaciones que generaron comunidad y cercanía, que aún se mantienen. Salimos de la frialdad de la rapidación y del desconocimiento, a la conciencia de lo cercano y lo humano de todo lo que nos rodea. Salir de la individualidad a la comunidad, de la pura interconexión al enlace de lo humano. Ahí había principio de resurrección, de algo nuevo.

  • o Un ángel que acompaña en la angustia y consuela: Ante la impotencia, la soledad más absoluta, la debilidad más fuerte, próximo a la angustia vital, Manolo nos cuenta, como el día que más desesperado estaba, una enfermera anónima y desconocida, se puso a su lado, le habló al oído, o más bien al corazón. Lo hizo con una delicadeza especial, él habla de la voz de un ángel que le consolaba, pero además con firmeza le decía que se iba a hacer todo por él, pero que necesitábamos su voluntad, su deseo de sanar. Le pedía ganar en confianza, tranquilizarse, creer que iba a salir, que lo necesitábamos a él para que pudiera seguir hacia adelante. Manolo habla de un ángel de resurrección que le apuntaba la luz en medio de la oscuridad, sintió a partir de ese momento una fuerza y unas ganas de seguir con paciencia luchando por avanzar en sanación. Una profesional anónima se hacía anuncio de resurrección y consuelo para una oración de angustia. Benditos profesionales que con el bien interno de su profesión han sabido dar la vida y la esperanza a los que más lo necesitaban. Testigos de la vida entregada.

  • o Testimonio de resurrección: La comunidad parroquial, junto a su familia entera, encerrados, sentían tristeza total y aguardaban cada día la noticia de salud de José Miguel. No nos dábamos por vencidos, una cadena de oración de miles de creyentes, poníamos en manos del Padre su vida y nuestros deseos. No pudo ser, entregó su espíritu en una UCI que no pudo con el mal del virus en este hermano. Nunca habíamos sentido la comunidad tan fuerte y tan unida como ante este dolor de pérdida. En medio del mayor dolor, su esposa manifestaba que ella, por otras pérdidas, sabía que había vida para ella y sus hijos, más allá de la muerte de José Miguel. Pero estaba dolida porque tenían que haber disfrutado más de su proyecto de vida compartido. Ahora tocaba aprender a vivir de otra manera, en otra relación nueva con esta persona amada. Ahora ella es coordinadora de Cáritas en su parroquia, animadora de adolescentes en la fe, para que todos puedan disfrutar más de la vida. La muerte del esposo no ha debilitado la fe ni la entrega de los que lo aman, sino que la ha fortalecido y la ha dotado de sentido. ¿Cómo no recordar a la Virgen María que supo pasar de estar de pie, junto a la cruz, destrozada a ser mensajera de su resurrección en medio de la comunidad con los discípulos, dando ella ánimos a ellos? La grandeza de la mujer esperanzada y esperanzadora en el duelo amado, eso es testimonio de resurrección.

  • - El centurión sabía lo que era justo: Enrique nos vale para traer a nuestras vidas al centurión que reconoció la grandeza de Dios en su mayor debilidad. La soledad le sirvió para unirse a los más pobres del mundo, pensaba en África, y reconociéndose en la mayor pobreza desde su dolor pandémico en una larga estancia hospitalaria, comenzó una relación con Dios mucho más pura y desnuda. Su fe se hizo verdadera, sintió la llamada a ser de los demás. Ahora ese es su horizonte, Jesús de Nazaret es su modelo y en él confía. La preocupación por los últimos es la señal que le ha dejado el paso del virus por su vida, sus estancias de dolor y angustia junto a la cruz de la pandemia. Para él ya la religión no son normas sino la fe comprometida por los otros.

  • - Las mujeres ante el sepulcro con perfumes de cuidado: De la impotencia a la entrega. Así ha sido en esta profesional, que sintió cómo el éxito de una atención profesional en su residencia de mayores se unió a la impotencia de no poder estar junto al ser más querido, en el momento en que con angustia moría solo en un hospital. Afectada físicamente por la pandemia, un proceso de recuperación largo, donde se unía lo físico y lo psíquico. Ahora toca poder volver a la vida, pero ya hay determinación, hay deseo de sacar vida de la muerte, ahora quiere acompañar a los que sufren en la despedida de la vida, se está preparando para formar parte del equipo de cuidados paliativos. La experiencia de dolor y muerte le llama a ser servidora y consuelo, mano amiga, de los que se enfrentan a la última fase de su vida en la enfermedad. Quiere estar presente y servir a los débiles, ser consuelo y mano hermana, desea ser ternura para los que viven momentos de ultimidad. Cuántos profesionales han profundizado en el bien interno de su profesión, han amado, se han entregado y se han hecho testigos de un amor gratuito y arriesgado en favor de los otros, de desconocidos y anónimos, lejos de los propios y los conocidos. Sin ellos no hubiera sido posible. Ellos son el grito de una sociedad que necesita saber vivir en los cuidados de verdad para lo humano y lo común. Están dispuestos a mover la losa sepulcral de lo individualista y cerrado, para hacer comunidad.

  • - Las redes del resucitado, una nueva ciudadanía: La sociedad en general hemos sido llamados a un cambio estructural, a la necesidad de una nueva ciudadanía. Hemos de hacerlo reconociendo que todos somos vulnerables y que nos toca poner la vida de bondad y cuidado en el centro de nuestras praxis profesionales y ciudadanas, así como de las políticas públicas. Todos hemos sido llamados a una antropología ecológica en el cuidado de la vida, en la protección de la debilidad… Hemos sido llamados a una conversión que sepa vivir con claves de vida nueva, de pascua verdadera, hemos de pasar a vivir en la profundidad de lo verdadero y lo auténtico.

Claves para la pasar de la cruz a la vida, para entrar en la Pascua del resucitado:

El tiempo que estamos viviendo, a la luz de los hechos que hemos traído a colación y todos los que cada uno conocemos, nos está ofreciendo claves de espiritualidad desde la pandemia y sus consecuencias para convertirnos a la vida y a lo humano, a lo natural y lo fraterno:

  • Somos criaturas y no vamos a dejar de serlo. No vale vivir de prisa, con la enfermedad de la rapidación, que nos quita nuestro yo. Aprendamos a vivir con profundidad cada momento, cada día, cada relación, porque esa será nuestra huella definitiva. Somos como la hierba del campo que hoy es y mañana no es.
  • El interior de lo humano. La seguridad de lo humano no está en lo externo, ni en el éxito, sino en la interioridad de cada ser humano, en su alma, y desde ahí en la capacidad de amar y ser amado. Es la fraternidad el camino de la sanación y del cuidado. Todos estamos interconectados y estamos llamados a “enlazarnos”. A tejer las redes de la casa común.
  • ¿Bienestar o bien-ser? La felicidad es una tarea interior y debe ser trabajada cada día. No hay más felicidad en recibir que en dar. El hombre feliz es el que se da y se entrega en el deseo de facilitar la vida a los demás. La generosidad es la clave de lo humano y así lo es de la profesión. Toda profesión tiene un bien interno que hemos de descubrir vocacionalmente. Hemos de volver a desarrollar el verdadero sentido de la vocación como clave de bien-frente al solo bienestar. Somos llamados a la comunidad de lo humano y lo personal, el bienestar no es el horizonte último y excluyente.
  • Los límites y el “nosotros”. No merece la pena tener que esforzarse y luchar por parecer fuertes siempre en la vida. Todos somos débiles, todos necesitamos de todos, la fuerza no está en el yo o en el tú, sino en el “nosotros”, gastemos nuestra vida en construir un nosotros lo más grande posible. Los límites son posibilidades de reencuentro con nosotros mismos y con los demás. La aceptación de los límites ha de formar parte de toda educación integral. No estamos llamados a ser perfectos sino es desde la compasión y el cuidado de todos y de nuestra casa común.
  • La bondad es lo mejor: La salvación no está en ser el mejor, el más grande, el más exitoso, sino ser lo mejor que yo puedo ser, tener mi propia identidad, mi mejor imagen desde mi interior. Hay un yo en mi interior que lo voy redescubriendo en cada circunstancia que me toca vivir. Este momento es de oportunidad y de crecimiento personal compartido. La comunidad necesita lo mejor de mí.
  • Tu tesoro: Que no sea la diversión, el consumo, el placer… sin luces, la que lleve nuestra vida, sino que sea nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra naturaleza la que nos haga divertidos y nos ayude a descansar y gozar de la paz y de la armonía. Hay un modo armónico de vivir que genera paz, tranquilidad, un bien estar más profundo y duradero. Seamos comunidad de la alegría profunda y compartida.
  • Utopía y esperanza: Que nuestra sociedad no frustre y sepa llenar de ideales y de esperanzas a los niños y jóvenes de hoy. ¿Qué mundo dejaremos a nuestros hijos y qué hijos les dejaremos a nuestro mundo? Soñamos una resurrección de fraternidad universal y cósmica.
  • ¡El crucificado ha resucitado, Aleluya ¡

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