Volviendo al estudio del evangelio (Mateo,4) Con Leonardo en el estudio del Evangelio (Dios y la vulnerabilidad)

El nuevo curso nos posibilita volver a encontrarnos como equipo de sacerdotes que nos sentimos convocados a alimentarnos del evangelio, para seguir en el conocimiento de Jesúcristo, sabiendo que nada es comparable con esa sabiduría que nos libera y salva. La pregunta de fondo ante el evangelio de Mateo es muy sencilla: ¿Jesús, tú como cuidas, curas y salvas al pueblo? La alegría hoy era que Leonardo, tras su intervención, volvía a estar con nosotros, aunque todavía está bastante débil, y nos ha encendido en la fe.

Con Leonardo, en nuestro equipo sacerdotal

 (Dios y la vulnerabilidad)

La pregunta a Cristo

estudio

Llego a casa en la tarde y me quedo en ella para realizar tareas de escritura, pero siento la necesidad de relatar, compartir, elaborar, digerir… lo que ha sido el encuentro de hoy en nuestro grupo del estudio del Evangelio que venimos realizando hace décadas con cierta fidelidad. Hoy era la vuelta con el trabajo diseñado en la sesión anterior. Este curso nos planteamos una cuestión de fondo, cristológica, desde el evangelio de Mateo. Nos preguntamos: “¿Jesús, tú, como cuidas, sanas y salvas a tu pueblo?”.

 Habíamos decidido comenzar por el capítulo cuarto donde aparece Cristo llevado al desierto por el Espíritu, en el contexto del ayuno y del hambre, para experimentar las grandes tentaciones vitales de la riqueza, el éxito y el poder. Dónde poner el centro de nuestra vida. Superada esta lucha, retirada a Galilea con el ánimo de sanar, curar, salvar, llamando a conversión con la llegada del Reino. Y para eso decide a convocar a otros, invitándoles a ayunos del propio proyecto, para unirse a él y seguirle en esta misión de proclamación de la Buena noticia a todos los que sufren, marcando un listado amplio: enfermedades, sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos, paralíticos… y eran curados. La pregunta planteada encontraba materia profunda y auténtica en nuestro capítulo. Cada uno se había encontrado personalmente con él y lo había analizado buscando luz y claves desde la vida, desde el evangelio a nuestro hoy personal y comunitario, a nuestro propio ministerio y momento. Ninguno nos habíamos quedado indiferentes ante la Palabra.

Escudriñando y compartiendo en el Espíritu

eva

Tras un momento de escucha y oración atenta a unos versículos, con un silencio contemplativo comenzamos a compartir desde nuestro interior lo que podía enriquecernos como grupo de sacerdotes que buscan alimentarse de la Palabra evangélica. Todos nos abrimos a lo que los otros han descubierto y cómo se dejan interpelar vivamente por esta palabra que nos llama a conversión. Todos participamos en tono de estudio y contemplación. Durante dos horas vamos desgranando e iluminando nuestras vidas ministeriales. Descubrimos a un espíritu que nos quiere llevar al desierto, en la sed y hambre de nuestra vida, para que podamos poner nombre verdadero a las tentaciones de la vida y del mundo, las que surgen dentro de cada uno de nosotros en la tensión entre el proyecto de Dios y del ego centrado en su propia seguridad de lo externo conquistado en riqueza, aplausos o dominio. La invitación a la Palabra, a la confianza en Dios, y a la verdadera adoración, descubriendo nuestro ser criaturas y nuestra vulnerabilidad. Jesús se presenta tentado como nosotros, un Dios que se despoja de seguridades y poderes, para entrar en nuestra debilidad y vivir como nosotros en todo, menos en el pecado. Hablamos de su itinerancia y su deseo de equipo apostólico para la misión, y eso lo hace Jesús desde su propio cuidado, se deja cuidar para poder curar, sanar, salvar, desde la debilidad salva. Sentimos muchas llamadas de lucha, de aceptación de nuestros límites y debilidades, de reconocimiento sincero de nuestras tentaciones personales y ministeriales, somos capaces de nombrarlas y compartirlas. Deseamos ser itinerantes y vivir en comunión la misión, porque  si no, perdemos la verdad y nos hacemos falsos apóstoles. El texto es rico y profundo, no se agota.

Lectura creyente de Leonardo

Pero hoy era día especial en el grupo, porque estaba con nosotros, había llegado de los primeros, Leonardo. Probablemente era el que más ganas tenía de estar junto a nosotros y poder compartir este quehacer que nos identifica como grupo de vida sacerdotal. Hace más de un año, fue intervenido de un tumor maxilar en la parte izquierda, tras estar restablecido, se le volvió a reproducir en la parte derecha. Fue intervenido hace dos meses de nuevo y hoy ha podido pillar el coche, se sentía bien, seguro y se ha venido con nosotros, a este espacio de comunidad, que cuida, sana y salva. Pero realmente todos hemos notado que al compartir él su experiencia orante del capítulo desde su vivencia actual, no hemos podido menos que descalzarnos y reconocer que esa zarza que ardía desde su interior no dejaba de arder y no se apagaba, sino que se encendía en nosotros... Intento orar en este anochecer con algunas de sus palabras, de su eco de hermano y apóstol que tengo anotadas en mi cuaderno, aunque no es lo mismo lo escrito que lo testimoniado en vivo con su voz tan vulnerable como firme y decidida, la voz que nos adentró en un silencio sagrado y de contemplación, de vulnerabilidad luminosa:

leo

“He podido poco a poco volver a la Palabra con el dolor, en la enfermedad. Me cuesta estar y desligarme de la pastoral, pero intento descubrir que desde la enfermedad y lo que estoy viviendo, soy comunidad con muchos sufrientes que viven lo mismo que yo, que incluso estoy llamado a poder comunicarme desde esta situación y poder llevar ánimo a los que lo están viviendo y comenzando ahora. Es misión de evangelio, salir e ir desde la realidad en la que estamos para encontrarnos con los que comparten sufrimiento.

Yo sigo notando como dentro de nosotros está la tensión entre el bien y el mal. Tenemos una llamada del Espíritu que quiere llevarnos al desierto para discernir con claridad. Él nos quiere sacar de una realidad de hambre y asfixia, de una economía que mata, la que dice convertir las piedras en pan, pero que es excluyente y desigual, enfermiza. Hay un modo de economía que cuida, sana, la de la palabra auténtica, del diálogo, del compartir.

Yo he sentido el deseo y la necesidad de dar gracias a los que me están tratando en este cáncer, a todos los medios con los que cuento, a los que me acompañan como el médico de cabecera que me ha ayudado a dormir, a mi dentista que está pendiente y me avisa con cuidado de lo que observa en las citas. También recibo muchos mensajes, todos con unos deseos de bondad grande, que me dicen que todo va a ir bien, que Dios no me va a abandonar. Veo como la oración de tírate que Él no te va dejar… y yo siento que no es un Dios mágico milagrero –nos queda mucho de esto en nuestra religiosidad- , descubro que está conmigo en el dolor y en lo que me tocará vivir, que puede llegar a ser incluso la muerte,  aunque veo su presencia y cuidado en los que me protegen humanamente. Me está tocando y costando reconocer a Dios en el dolor, orar desde él, sin magia con realismo y verdad.

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Pero deseo ser apóstol desde el dolor y unirme a él, junto a toda la humanidad que sufre. Ahora mi Galilea, mi pastoral está en este vivir este momento con las claves que voy descubriendo y que me sostienen, por eso estar aquí hoy es una medicina sanante, un cuidado de gratuidad, creo en el envío, en la convocatoria, en el equipo apostólico. Me siento llamado a la conversión en este momento, a dejarme cuidar y cuidar desde mi propia vulnerabilidad a otros, que me rodean y me necesitan...”

Un referente y una clave

Hoy Leonardo nos ha encendido en una lectura del capítulo cuarto que todos después celebrábamos en la comida como un acontecimiento singular que llenaba de pleno sentido el que en esta jornada hayamos ayunado de otras actividades y nos hayamos puesto en camino hasta la Fuente, al convento franciscano, para entrar en esa realidad de equipo  de sacerdotes en torno a la Palabra que, desde nuestro ayunos y hambres, se ha hecho pan – para Leonardo triturado- de vida verdadero que se puede repartir y compartir con los hermanos, aunque toque hacerlo desde la mayor vulnerabilidad, siempre que esté reconocida y abrazada a Jesucristo que cuida, cura y salva. El escándalo de una vulnerabilidad abrazada que cuida, sana y salva, y dichoso el que no se escandalice. Gran misterio.

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