Peterpanismo, 1
El capitán Garfio tenía miedo del cocodrilo porque este le había comido un brazo y andaba a la busca de la ocasión de nutrirse con el otro, y porque llevaba en su panza un tic-tac de reloj que le hacía caer en la cuenta del paso del tiempo. Después de una cierta edad a la gente le cuesta mucho decir cuantos años tiene. "Este año es el último que cumplo; me niego a seguir creciendo. No quiero ser mayor", dicen el día de su cumpleaños. "No quiero, no quiero", responden los niños de Nunca Jamás cuando les piden que crezcan y que se comporten como hombres.
"Soy la juventud, soy la alegría, soy un pajarillo recién salido del huevo... No quiero ir a la escuela a aprender cosas serias. No quiero ser mayor. Ay, madre de Wendy, ¡qué horror si me despertara y notara que tengo barba!" . Los honores de nuestro tiempo son todos para la juventud, para la belleza, la agilidad, los cuerpos esculturales, la tersura de la piel: de ahí el auge de la cirugía estética. Las estrellas son todas jóvenes. El culto a la juventud lleva consigo el desprecio de la experiencia porque los niños no la tienen: "Yo sólo soy una niña. No tengo experiencia de verdad". Peter Pan había visto muchas tragédias pero se le habían olvidado todas. Es la traducción del miedo a lo real, la expresión del deseo de permanecer en el mundo de los sueños. "Después de asistir a la escuela durante una semana se dieron cuenta de lo tontos que habían sido por no quedarse en la isla, pero ya era demasiado tarde" y no tardaron en acostumbrarse a ser tan normales como todo el mundo; "aquello quería decir que ya no creían".
La repercusión que ha tenido en la prensa y en todos los medios de comunicación la instalación cerca de París, de un parque de atracciones a donde los padres llevan a sus hijos para ir ellos, el triunfo de las novelas de ficción, la selección de la mascota de los juegos olímpicos de Barcelona, dibujo infantiloide por antonomasia, son síntoma del infantilismo barbado de una gran parte de nuestra sociedad. Aquí no se trata de ese niño que todos llevamos dentro (P. Claudel) sino del hombre que sigue siendo niño por negarse a crecer.
"Soy la juventud, soy la alegría, soy un pajarillo recién salido del huevo... No quiero ir a la escuela a aprender cosas serias. No quiero ser mayor. Ay, madre de Wendy, ¡qué horror si me despertara y notara que tengo barba!" . Los honores de nuestro tiempo son todos para la juventud, para la belleza, la agilidad, los cuerpos esculturales, la tersura de la piel: de ahí el auge de la cirugía estética. Las estrellas son todas jóvenes. El culto a la juventud lleva consigo el desprecio de la experiencia porque los niños no la tienen: "Yo sólo soy una niña. No tengo experiencia de verdad". Peter Pan había visto muchas tragédias pero se le habían olvidado todas. Es la traducción del miedo a lo real, la expresión del deseo de permanecer en el mundo de los sueños. "Después de asistir a la escuela durante una semana se dieron cuenta de lo tontos que habían sido por no quedarse en la isla, pero ya era demasiado tarde" y no tardaron en acostumbrarse a ser tan normales como todo el mundo; "aquello quería decir que ya no creían".
La repercusión que ha tenido en la prensa y en todos los medios de comunicación la instalación cerca de París, de un parque de atracciones a donde los padres llevan a sus hijos para ir ellos, el triunfo de las novelas de ficción, la selección de la mascota de los juegos olímpicos de Barcelona, dibujo infantiloide por antonomasia, son síntoma del infantilismo barbado de una gran parte de nuestra sociedad. Aquí no se trata de ese niño que todos llevamos dentro (P. Claudel) sino del hombre que sigue siendo niño por negarse a crecer.