Llegó ayer y se quedará hasta después del San Antonio de Loureses. Hacía mucho tiempo que no venía, El tiempo y el espacio en la casa de los abuelos huelen, se pueden tocar, agarrar y cortar con un cuchillo de destazar cerdos. El aire iluminado por una luz decrépita, parece ceder a la presión de fuerzas invasoras ocultas. Las telarañas son la historia de las historias. Esta casa es como el ombligo del mundo. Las piedras de los muros están llenas de oraciones, de jaculatorias. Frente a las ventanas, los pueblecitos suspendidos sobre las cumbres del monte; a lo largo del río, un hilo de alisios, sauces. Siempre miré con reparo y me daba repelús aquello de “recordar es vivir” pero ahora recordar me da fuerzas y me llena de la alegría de vivir. Aquí, en donde cada casa era un mundo y cada habitación una finca, siento que estoy y piso la tierra. Todo es ido, pero todo está vivo. Desde ahora volveré siempre que pueda. Me dijo y se fue