El cardenal presidió un retiro para miembros de las 841 comunidades religiosas de Madrid Osoro, a la vida consagrada: "No nos dejemos invadir por la indiferencia y la superficialidad"

"Profundizad en este tiempo en vuestro carisma, porque el Señor, a través de vuestro carisma, se sigue interesando por los hombres y quiere hacerse presente allí donde estáis"

"Gracias por vuestra vida, por vuestro testimonio, por vuestra entrega al servicio de la Iglesia"

"La evangelización la tenemos que hacer en clave de invitación, que es como la hicieron vuestros fundadores, no a la fuerza, sino invitando con sus propias vidas"

«Gracias por vuestra vida, por vuestro testimonio, por vuestra entrega al servicio de la Iglesia». Así comenzó el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, su meditación en el retiro de Adviento para la vida consagrada que se celebró este pasado sábado, 5 de diciembre, en la catedral de la Almudena. Lo dijo a los que estaban en el templo y a los que, por motivos de aforo para cumplir con las normas de seguridad, lo seguían a través del canal de YouTube de la archidiócesis.

Organizado por la Vicaría para la Vida Consagrada, y con presencia del vicario episcopal, Elías Royón, SJ, el retiro se suma a los que está predicando el arzobispo a los sacerdotes de las distintas vicarías territoriales de la diócesis.

Encuentro con la vida consagrada

En este tiempo en el que la Iglesia se prepara para el nacimiento de Cristo, un Dios que es fiel, el cardenal Osoro recordó que «el Señor quiere entrar en la historia de los hombres a través de nosotros […] en el lugar concreto donde estamos y donde vivimos». De ahí «la centralidad de Jesucristo en la vida consagrada». Un Jesucristo que valora a la persona no por la condición social, ni el talento, ni la importancia de su tarea, ni el prestigio profesional, sino por «la práctica del verdadero amor». Y este criterio está, tal y como indicó el purpurado, en el deseo con el que nacieron las 841 comunidades de vida consagrada que hay en Madrid, y las 285 congregaciones.

Los más necesitados, los que «tienen necesidad de percibir el amor de Dios», «son el lugar privilegiado donde el Señor se nos revela día a día». Para darles esperanza hay que acoger a quien la entrega, que es el mismo Jesucristo. «¿Estamos acercando a Cristo desde el carisma que el Señor os ha regalado?», preguntó. Precisamente los carismas, en los que «reconocemos la primacía de la acción del Espíritu Santo» y que existen al servicio de la Iglesia y de todos los hombres, «han nacido para acoger a Cristo y regalar esperanza».

Esto se hace invitando «con nuestra propia vida». «La evangelización –apuntó el arzobispo– la tenemos que hacer en clave de invitación, que es como la hicieron vuestros fundadores, no a la fuerza, sino invitando con sus propias vidas». Para eso hay que volver a la «experiencia espiritual fuerte», a conocer más a Jesús, priorizando la oración, al adoración, y la amistad con Él «para regalar el Evangelio de la bondad». «Hagamos posible esta evangelización en clave de invitación», animó.

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Cambio de paradigma

Este momento, en el que la familia, la escuela y la ciudad viven dificultades para la transmisión de la fe, no es de fracaso, como señaló el cardenal, sino de «cambio de paradigma»: se impone un nuevo horizonte, como dice el Papa Francisco. «Necesitamos esa nueva evangelización» cuya propuesta clara se recoge en Evangelii gaudium, en la que «la intuición carismática de vuestros fundadores» es válida y tiene vigencia para este momento histórico. Por eso, «profundizad en este tiempo en vuestro carisma, porque el Señor, a través de vuestro carisma, se sigue interesando por los hombres y quiere hacerse presente allí donde estáis».

Hay muchos hoy en día que no saben el camino que hay que seguir para encontrarse con Dios, recordó el arzobispo de Madrid, pero «vosotros tenéis ese camino», lo ha puesto Dios «a través de vuestros fundadores». «Remitid siempre a Jesucristo» como lo hizo Juan el precursor, «basta simplemente que hagáis memoria de lo que hacían vuestros fundadores».

El peligro de perder el entusiasmo

Preparar el camino «supone ser servidores de lo esencial», y puede que para ello haya que ir al desierto, que es el lugar de encuentro con Dios en la tradición bíblica «y es justamente donde necesitamos adentrarnos para vivir una conversión del corazón». También habrá que estar despiertos, vigilantes, en actitud de espera, preguntándose si se tiene presente aquel entusiasmo, alegría y libertad que tenían «vuestros fundadores». Porque una de las enfermedades más graves de la vida cristiana, alertó el cardenal, es precisamente esta, la falta de entusiasmo. «No nos dejemos invadir por la indiferencia y la superficialidad», porque se puede pasar la vida, señaló, en cosas que no sean el Reino de Dios. A veces la fe se vive en mediocridad: «¿No sentimos la necesidad de recuperar el rostro vivo de Jesús?». «Vuelve a tu identidad carismática» siendo como Juan el Bautista, que «no era la luz, daba testimonio de la luz».

Concluyó el cardenal Osoro la meditación con el relato de la encarnación: «Yo os diría que nos identifiquemos con Nuestra Madre […] y dejemos que palpite vuestro corazón al unísono con Ella». Dios cuenta con cada uno de los integrantes de la vida consagrada, a pesar de las dificultades, pero «tenéis la fuerza carismática, tenéis la fuerza de una familia» que ha nacido «mostrando el rostro de Jesucristo a los hombres». Y les animó a decir como la Virgen, «figura» del Adviento: «Aquí me tienes, Señor, aquí estoy, me voy a dejar de cuentos, de nostalgias, incluso del qué dirán, y me pongo en tus manos porque quiero que a través de mi vida se muestre el rostro de Cristo».

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