Dios no es el genio de la lámpara

Hoy quiero hablarles del dolor, de la pérdida, de la rabia y de la locura. Y sobre todo, del olvido. Y de los días para "celebrar". Muchos niños pasan hambre en el mundo, son obligados a tomar un arma y a matar a sus familiares. Ayer "celebramos" el Día de los Niños Soldado, y hoy la Campaña contra el Hambre. En nuestro pequeño mundo, muchos abuelos pasan solos estos días de invierno, otros lloran en silencio la huida, el fracaso de un amor, la ruptura de una familia, la muerte de un hijo. Mañana, que "celebramos" San Valentín, también tendríamos que acordarnos de ellos.

Cuando una situación de este tipo te sacude, la primera reacción automática es la de maldecir, preguntar, acusar a Dios de traernos el mal a nuestro corazón y a nuestra vida. Él, que tanto nos ama, permite que suframos, que nos desgarremos, que estemos a punto de estallar y abandonar. Y no es verdad.

Nada que ver con lo que Él hizo, al principio de todo, cuando Adán come del fruto del árbol prohibido, y se esconde. "¿Dónde estás?", es la única pregunta del Padre que nos ama. No se puede culpar a Dios de los males del mundo, por mal que nos pese la culpa siempre es nuestra. A pequeña y gran escala. Sí está en nuestras manos pedir su confianza, someterse a su voluntad, ponerse en manos de Él, que nunca nos fallará. "Cuando Dios quiere, algo sucede", y es cierto. Lo cual no implica que tu hijo regrese, tu matrimonio no fracase, la enfermedad no te pueda o no continúen muriendo niños por hambre en el mundo. Dios no es el genio de la lámpara. Pero cuando nos ponemos en sus manos, y lo hacemos de verdad, algo sucede. Siempre sucede. Tal vez sea lo único que podamos celebrar, sin comillas, en estos días. Y ya es bastante.

“Señor, Tú me sondeas y me conoces” (Sal 139)

baronrampante@hotmail.es
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