VOX POPULI VOX DEI

Así reza el adagio latino. Efectivamente, Dios ha hablado por el pueblo en las elecciones libres y democráticas, como las que celebramos ayer. En ellas se ha impuesto el carácter virtuoso de la política, que debe acompañarle siempre.

La función de la política no es otra que la de gestionar el bien común del pueblo, de la sociedad, por lo que ha de imponerse en ella la honestidad. Ya es hora de que desaparezcan de una vez los usos y los intereses partidistas del pasado, que tantos quebraderos de cabeza nos han dado a lo largo de nuestra historia.

La política ha de hacerse siempre en diálogo y consenso, como exige la misma sociedad que es plural. Así entendida, la política vincula a los políticos más a los ciudadadano que al Estado, por lo que la sociedad ha de prevalecer por encima del pulpo gubernamental. Ella ha de ser la verdadera protagonista de la actividad política.

Hasta tal punto es así que, si la sociedad fuera lo que su nombre indica, no sería necesario el aparato artificial del Estado, viviría tranquilamente en sus usos propios no estatales. Pero es necesario y eso prueba que la sociedad no es propiamente sociedad, sino que es a la vez disociedad, desorden, insolidadridad, crimen, es decir, que la sociedad está gravemente enferma, como se ha dicho, y necesita el órgano de Estado que ejerza el poder.

Ahora bien, el buen político sabe que el Estado es un mal necesario, por lo que sus poderes no deben multiplicarse excesivamente, sino en función de las necesidades de la sociedad, a la que debe estar atento permanentemente. Por tanto, el Estado ha de apoyarse siempre en la justician social y no en el poder y la dominación.

A los políticos se les pide la virtud de la humidad para reconocer los propioss errores y aprender de ellos. Los errores son inevitables, pero lo importante es aprender de ellos corrigiéndolos. De ahí que los políticos deban ser muy sensibles a la ética. Es más, como existen muchos grupos poderosos de presión en la sociedad, la ética y la moral han de institucionalizarse en la estructura misma del aparato político y social. Esta es una tarea que ha de cuidarse mucho y que por lo mismo no acaba nunca.

Los políticos deben ser la virtud pública del pueblo, de manera que éste pudiera decirles : "Tú eres mi mejor yo". En definitiva, por ellos habla Dios.
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