El papa Prevost muestra una gran sintonía con las líneas estrátegicas globales del papa Bergoglio Francisco y León XIV en el actual escenario geopolítico

Espero que el buen comienzo de León XIV y la excelente acogida con que ha sido recibido por la comunidad internacional, los líderes de otras religiones y la comunidad cristiana vayan concretándose a lo largo de su pontificado en actitudes, prácticas gestos, compromisos y opciones en favor del Sur global
Cuando es elegido un papa y se pregunta por su orientación política suele responderse que hay que separar la esfera política de la religiosa y que el pontífice es solo un líder religioso, que no se implica en los asuntos políticos. Se olvida, sin embargo, que la Iglesia católica es un Estado, que el pontífice es el jefe de ese Estado y juega un papel político muy importante en la esfera internacional. El ejemplo más cercano es el papa Francisco, que durante sus 12 años de pontificado se convirtió en un líder internacional no solo en el terreno moral, sino también en el político, económico y social a través de sus intervenciones públicas, gestos, viajes y encíclicas, que no dejaron indiferentes a nadie.
Su ubicación en la escena política fue el Sur global, entendido no solo geográficamente, sino, según el científico social portugués Boaventura de Sousa Santos, como la metáfora del sufrimiento sistémico de la injusticia estructural de las clases sociales y de los pueblos oprimidos provocados por los distintos sistemas de dominación que actúan en alianza y complicidad: el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, la xenofobia, el racismo, el supremacismo blanco, el imperialismo, el fundamentalismo político, religioso y económico.
La mayoría de sus viajes tuvieron como destino países del Sur global. Sus mensajes de denuncia y sus propuestas alternativas se dirigieron a mejorar las condiciones de vida de los pueblos del Sur. Reconoció un protagonismo a las iglesias del Sur como encarnación de la Iglesia pobre y de los pobres. Fue en el Sur donde se encuentran las periferias humanas a las que se dirigió Francisco.

Afirmó que el sistema económico neoliberal genera extremas desigualdades, empobrecimiento y subdesarrollo en el Sur global y ¡mata!, no solo metafóricamente, sino de manera real, a millones de seres humanos. Y sitúa dicho sistema asesino en el Norte global. En la encíclica Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común afirma que el Norte tiene una deuda ecológica con el Sur que se niega a pagar, mientras que obliga a los pueblos empobrecidos a pagar su deuda externa, que se ha convertido en deuda eterna. Ante tamaña injusticia urgió a los países del Norte a pagar la deuda ecológica contraída por el Sur. ¿Cómo? Limitando sustancialmente su consumo de la energía no renovable y aportando más recursos a los países más necesitados con políticas y programas de desarrollo sostenible (Laudato Si’, n. 52).
Son los pueblos del Sur global, reconocía Francisco, quienes poseen importantes reservas de la biosfera y contribuyen al desarrollo de los países más ricos. Sus tierras son ricas y pocos contaminadas por el buen trato que reciben de sus pobladores, que conforman con la naturaleza una comunidad eco-humana. Sin embargo, “el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso” (ibid.., n. 52).
Francisco relacionó el colonialismo cultural con el avance del terrorismo. Es el colonialismo el que genera la violencia
Criticó el colonialismo cultural de Occidente, por ejemplo, hacia países con una fuerte estructura tribal como Irak y Libia, a quienes Occidente ha tratado de imponer sus propios valores y, en concreto, su propio estilo de democracia, que no es precisamente un ejemplo de transparencia y está sometida a la dictadura del mercado. Y todo ello a cambio de una limosna financiera. Relacionó, a su vez, el colonialismo cultural con el avance del terrorismo. Es el colonialismo el que genera la violencia. Así lo reconocía en una entrevista publicada en el diario católico francés La Croix el 16 de mayo de 2016.
Poniéndose del lado del Tribunal Penal Internacional y de las organizaciones internacionales de derechos humanos, calificó los ataques de Israel contra la población civil de Gaza de genocidio. Denunció la crueldad de los bombardeos de Israel en Gaza con motivo del asesinato de 25 palestinos, entre ellos siete menores de edad. “Esto no es una guerra, es una crueldad. Quiero decir esto porque me toca el corazón”, dijo. Plantó cara a Trump denunciando su política de expulsión de inmigrantes en condiciones inhumanas y la limpieza étnica en Gaza en apoyo a Netanyahu.

En el viaje de Francisco a Bolivia en julio de 2015, Evo Morales se refirió al colonialismo: “en 1492 sufrimos una invasión europea y española”. Ante tal denuncia la respuesta del Papa fue una humilde petición de perdón “no solo por las ofensas de la Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. En similares se habían pronunciado Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero no con tanta contundencia. En un acto de justicia, tuvo un reconocimiento para quienes durante la conquista “se opusieron a al lógica de la espada con la lógica de la cruz”.
Con su ubicación en el Sur global Francisco estaba marcando el camino a seguir por León XIV en el escenario geopolítico actual. Alguna pista ya dio el nuevo Papa en el discurso que pronunció tras su elección como papa. En él defendió una “paz desarmada y desarmante”, que vinculó con la justicia. Estaba claro su mensaje: la paz justa frente a la guerra justa. Es una propuesta alternativa a los discursos y las prácticas belicistas de Trump, Putin, Netanyahu y del sionismo cristiano. Constituye también una llamada de disuasión a la política de rearme de la Unión Europea y al incremento en gastos de defensa. Es, asimismo, una invitación a buscar vías de negociación para resolver los 56 conflictos armados en los que están implicados 92 países, que amenazan con convertir el mundo en un coloso en llamas, si no lo está ya.

Otra de las manifestaciones más en sintonía de León XIV con Francisco, a quien cita reiteradamente en sus discursos, es su defensa de las personas y los colectivos inmigrantes y refugiados, que choca frontalmente con la política xenófoba, racista y anti-migratoria de Trump y de no pocos dirigentes europeos, insolidarios cona quienes vienen a nuestros países huyendo de la guerra, del hambre, de la pobreza y del terrorismo. La apuesta por la hospitalidad de León XIV constituye un ejemplo de humanidad frente a las prácticas inhumanas de no pocos gobernantes, que cierran las puertas de sus países a cal y canto a quienes consideran extrenjeros.
La tercera línea de acción del nuevo papa es la creación de “una Iglesia que construye puentes y el diálogo siempre abierto”. Es la respuesta al clima de la polarización que reina hoy en la Iglesia, en la sociedad, en la vida política y en las relaciones internacionales. Un clima que está alimentado por los discursos de odio que impiden la convivencia pacífica y desembocan con frecuencia en prácticas violentas contra las personas más vulnerables, los colectivos empobrecidos y los pueblos oprimidos.
Espero que el buen comienzo de León XIV y la excelente acogida con que ha sido recibido por la comunidad internacional, los líderes de otras religiones y la comunidad cristiana vayan concretándose a lo largo de su pontificado en actitudes, prácticas gestos, compromisos y opciones en favor del Sur global, en sintonía con los movimientos sociales y con los colectivos que trabajan por “Otro Mundo Posible”.
* Juan José Tamayo es teólogo de la liberación y profesor emérito honorífico de la Universidad Carlos de Madrid. Su último libro es Cristianismo radical (Trotta, 2025, 2ª ed.).
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