16 II 09 Pablo Domínguez, La Última Cima: Una película, un juicio teológico

Hoy hace dos años falleció bajo el Moncayo, el profesor Pablo Domínguez Prieto, queriendo escalar la última cima (el gran Moncayo), con su amiga y compañera Sara de Jesús Gómez, profesora de la Universidad Francisco de Vitoria, de los Legionarios de Cristo. Le conocí poco (estuve con él una vez en San Dámaso, Madrid; le vi por las clarisas de Lerma) pero sé que era un hombre de vida intensa.

Había nacido en Madrid, 3 de julio de 1966. Era sacerdote diocesano, filósofo y teólogo español, decano de la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid y uno de los fundadores de la Facultad de Filosofía de dicho centro

Había estudiado en San Dámaso, entre 1984 y 1989, cuando enseñaba allí me mejor amigo, Eliseo Tourón, el primer Decano de Aquella Facultad. Continuó sus estudios de filosofía en la Universidad de Münster, en la Universidad Pontificia Comillasy en la Universidad Complutense, donde obtuvo un doctorado y trabajó como capellán. Había impartido muchos cursos, había escrito varios libros:

Indeterminación y Verdad (1995),
Concepción de la polivalencia Lógica en la Escuela de Varsovia (2001 )
Teoría del contorno lógico (1999,)
y Lógica Modal y Ontología (2001).

Era colaborador asiduo del programa La linterna de la Iglesia en la cadena Cope. Fue profesor invitado en varias universidades y estaba vinculado a los Seminarios y Facultades Redemptoris Mater, de los Legionarios de Cristo, entre ellas del de Roma, donde iba a presentar su Tesis Doctoral.


Fue director espiritual en varias comunidades religiosas, especialmente de las Clarisas de Lerma (ahora Jesu Communio) a las que iba a confesar y dirigir un día a la semana.

Por el modo de entender la presencia de la Iglesia en el mundo y el sentido de la teología, me encontraba a cierta distancia de Pablo D., pero siempre le admiré como persona, y así quiero recordarle, a los dos años de su muerte. Para ello:

a) Recojo la reseña del Largo (Documental) que le han dedicado: La Última cima. Todos aquellos que lo han visto dicen que se trata de una obra de arte, un canto a la vida y a un tipo de entender la presencia de la Iglesia y del sacerdocio, todo ello truncado (elevado), cuando Pablo Domínguez y su amiga Sara se deslizaron por la oquedad del Moncayo que los experto del lugar me han dicho que era y sigue siendo muy peligroso, sobre todo en tiempos de deshierlo

b) Y repito aquí el juicio que acabo de publicar en una revista especializada (EstTrin 2011)sobre su tesis doctoral en teología, una tesis que él no logró defender, pues murió antes de hacerlo, en la Facultad de Teología de los Legionarios de Cristo de Roma (aunque le han dado el Título de Doctor a título póstumo). Se trata de un juicio "académico", de cierto rigor, sobre su pensamiento, no sobre su persona.


1. Juan Manuel Cotelo: La última Cima, vista desde Lerma

Sinopsis:

Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven y deseaba hacerlo en la montaña. Entregó su vida a Dios… y Dios aceptó la oferta. Ahora dicen que está vivo. Pablo era conocido y querido por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte. “La última cima” muestra un tipo de sacerdote del que nadie habla: los sacerdotes generosos, alegres, serviciales, humildes… Sacerdotes anónimos que sirven a Dios, sirviendo a los demás.

Dirección y guión: Juan Manuel Cotelo. País: España. Año: 2010. Duración: 82 min. Género: Documental. Producción: Manuel de Cominges, Antonio Torres y Javier de Silos. Dirección artística: Raúl E. Recuero. Estreno en España: 4 Junio 2010. Distribuidora: European Dreams Factory. Apta para todos los públicos.


No quiero presentar la propaganda de la Película, pues puede verse fácilmente en Google. Es una película que impacta, sea cual fuere la forma de pensar de cada uno. Por eso prefiero citar la carta que ha dirigido a sus amigos (y nos ha dirigido a otros) el director, recordando su experiencia, al ver la película con las monjas de Lerma, amigas de Pablo Domínguez.


"Queridos todos,

Ayer, gracias a Pablo Domínguez, tuve una de las experiencias más felices de mi vida. Sé que va a ser imposible que pueda transmitirlo con fidelidad, y que sólo quien lo haya vivido podrá comprenderme. Aún así, me arriesgo a contarlo, confiando en que lo poco que pueda transmitir sirva de estímulo a quien lo lea.

Ayer pasé la tarde en el Convento de las Hermanas Clarisas de Aguilera, que muchos conocen como “las monjas de Lerma”, otro convento vecino de la misma orden. Cinco horas sumergido en felicidad, en alegría, en paz y en buen humor. Cinco horas para romper, en los primeros cinco minutos, cualquier prejuicio o tópico sobre las monjas. Cinco horas de ternura y de belleza, de sencillez. Cinco horas de besos, abrazos, caricias y sonrisas. No es una metáfora y, por eso, lo repito: besos, abrazos, caricias y sonrisas. Cinco horas de bromas y tomaduras de pelo. Aplausos, risas, lágrimas… canciones, bailes, oraciones. Ternura y más ternura. Ojos preciosos, sonrisas abiertas, juventud.

Cuesta creer que no haya un patrón mínimo de belleza física para poder ser monja allí. ¡Son todas guapas! Son súper-guapas, una pasada… Por la mañana, hablando con una periodista, dije que “Dios no hace selección de personal, se pone al servicio de todos”. Hoy debo añadir un matiz, porque estoy convencido de que Dios sí hace selección de personal, al menos para entrar en el convento de clarisas: son todas guapas. Que vaya un director de casting de una agencia de modelos y lo compruebe. Belleza y más belleza.

Tuve el privilegio de ver con ellas LA ÚLTIMA CIMA, con la banda sonora improvisada y espectacular de sus carcajadas, aplausos… y el silencio aplastante de las lágrimas. Porque querían y quieren mucho a Pablo Domínguez, su confesor, su amigo, de quien me contaron sucesos dignos de empezar la segunda parte de esta película.

Me fui de Lerma con alegría y con pena: ¡cómo cuesta despedirse de ellas! Es como conectarse a la corriente durante unas horas para luego, con las pilas cargadas, sentirte capaz de enfrentarte a todo. Pablo Domínguez fue a Lerma durante cinco años, un día cada semana. Me bastaría ese dato para comprenderlo todo. Quien pasa por Lerma, se come el mundo. Si los abrazos, los besos, las canciones, los bailes… son capaces de tocarte el corazón y dejártelo como el requesón… rezar con las monjas, asistir a misa con ellas… te deja hecho papilla. Nunca en mi vida me habían invitado a postrar mi cabeza en el vientre embarazado de la Virgen María. ¡Físicamente, no como un juego de palabras hermoso! No me habían invitado nunca a depositar en las manos de la Virgen, cruzadas ante su pecho, todas mis inquietudes y deseos.

Nunca hasta ayer había tocado y sentido el palpitar del corazón de la Virgen, mi mamá del cielo. Nunca, hasta ayer, había sentido el calor de su regazo. En Lerma no hay esculturas de madera o de metal. Ni monjas de cartón. En Lerma todo está vivo, todo tiene la temperatura del corazón amable de Dios. Hoy sólo puedo dar gracias a Dios:

a Pablo, a Sara,

a Verónica, a Esther, a Paloma, a Inés, a Ana… suma y sigue hasta 150 agradecimientos, uno por uno.


Hago esfuerzos titánicos por no abrir las cajas de chocolates que me regalaron para mis hijas, a las que veré mañana. Si son tan dulces como las mujeres que lo han hecho… me dará mucha alegría y mucha pena terminar de comérmelos. ¡Quiero volver a verlas! ¡Tengo 150 hermanas nuevas en mi familia!

3. Junio 2010
Juan Manuel Cotelo". (cf. http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=9175))



2. X. Pikaza, Pablo Domínguez Prieto, La Analogía Teológica: su posibilidad metalógica y sus consecuencias físicas, metafísicas y antropológicas, San Dámaso, Madrid 2009, 450.
(Recensión publicada en Estudios Trinitarios, Salamanca 2011

Tesis doctoral póstuma, que el autor, una de las figuras mediáticas más importantes de la Iglesia española, había ya preparado, pero que no puro defender en la Facultad de Teología de los Legionarios de Cristo (Regina Apostolorum) en Roma, por su muerte imprevista (16, II, 2009).

Como podrá verse en cualquier buscador electrónico, Pablo Domínguez, nacido en Madrid el año 1966, estudió en la Facultad de Teología de San Dámaso en Madrid, y en las universidades de Münster, Comillas y Madrid (Complutense). Fue catedrático de Filosofía en San Dámaso y decano de la Facultad de Teología.

Había escrito varios libros sobre lógica filosófica y epistemología, en la editorial de San Dámaso y colaboró activamente en varios movimientos de vida apostólica. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Communio y de la Revista española de teología colaborador asiduo del programa La linterna de la Iglesia en la cadena Cope. Era aficionado al montañismo y falleció, en accidente de montaña, en el Moncayo, donde donde esquiaba, con compañera montañera y profesora Sara de Jesús Gómez, de la Universidad Francisco de Vitoria.5 Se le ha dedicado documental de mucho éxito, titulado La última cima, dirigido por Juan Manuel Cotelo, estrenado el 3. VI 2010.

Aquí me toca sólo evaluar esta obra, que ha sido aprobada a título póstumo domo tesis de doctorado por la Facultad Teológica Regina Apostolorum, de los Legionarios de Cristo, en Roma. Se trata de una obra homenaje, preciosasamente editada, con prólogo del Cardenal Rouco Varela (págs. 7-12), presentación biográfica y temática de Juan José Pérez-Soba (págs. 13-29) e introducción de Pedro Barrajón, Rector Magnífico del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, donde iba a ser presentada como tesis (págs. 31-36).


La obra en sí consta de siete capítulos y unos apéndices, en los que desarrolla los siguientes temas.

(1) El olvido de la analogía entis ha llevado al nihilismo epistemológico y religioso de la actualidad.

(2) La analogía ofrece la posibilidad de elaborar un lenguaje metalógico, que es la clave para el desarrollo de la teología entendida como conocimiento de Dios.

(3) La analogía teológica ha de interpretarse desde unas categorías metalógicas, que deben estudiarse de un modo riguroso. (4) La misma ciencia física ha de plantearse y entenderse, en su raíz partiendo de la analogía teológica, que ofrece la clave de bóveda de todo tipo de conocimiento.
(5) La analogía teológica es también, y de un modo aún más intenso, la clave del conocimiento metafísico, entendido en clave jerárquica, como iluminación desde los niveles más altos de la realidad, que son los revelados, según el cristianismo.

(6) Finalmente, la analogía teológica ofrece el paradigma central de la antropología, que ha de entenderse desde la perspectiva de la “imago” (hombre imagen de Dios, imagen de Cristo).

(7) Este último capítulo ofrece unas consideraciones conclusivas sobre el nihilismo de la cultura actual, que se ha olvidado de la analogía (de la Imago Dei), perdiéndose en los caminos sin salida de la mera dialéctica, que se entiende como lucha de todos contra todas. La pérdida del analogado principal, que es Dios, ha llevado al olvido de la dignidad del hombre y a la destrucción final de toda realidad. (4) Se incluyen, a modo de excurso, tres apéndices que exponen algunos diagramas y teoremas, con el contorno lógico de Bochvar y algunos modelos semánticos que pueden ayudar para la interpretación del lenguaje teológico.

Esta obra ha sido concebida como homenaje a la figura de D. Pablo Domínguez, y así quiero saludarla y valorarla con todo mi respeto y mi admiración, por lo que ha sido su vida y por el impacto que ha dejado en un tipo de catolicismo hispano. Quiero felicitar por ello a los editores de este trabajo, aunque pienso que no estaba ya del todo preparada (madura) para defenderse como tesis doctoral en una facultad de teología.

Se trata de una obra importante, e impactante, pero quizá peca de cierto esquematismo y simplificación, condenando, sin más la dialéctica (con todo lo que implica de relación, comunicación, diálogo y/o encuentro) y sacralizando de algún modo la analogía, entendida de forma ejemplarista (imago) y jerárquica (la realidad es un orden que desciende por grados, desde el plano superior de la realidad, que es lo divino). Es una obra importante, pero quizá alejada de la raíz del evangelio (que quiere otro tipo de "pensamiento") y de la misión actual de la Iglesia en el mundo, que exige otras formas de diálogo con la realidad.

Estamos ante un tipo de fijismo sacral, donde la realidad superior (que es lo divino, entendido de un modo que tiende al platonismo clásico, no al neo-platonismo del despliegue y movimiento del ser) se impone por su peso (por su dignidad más alta) sobre la inferior. Nos hallamos ante un tipo de sacralismo ontolológico, que recoge fuertes elementos de la tradición teológica cristiana, pero olvida otros, más vinculados al despliegue personal, en la línea de la perikhóresis clásica o de los estudios medievales y modernos de la “relación” trinitaria en la escolástica. Todo es es en el fondo nueva versión de cierto platonismo, que una reflexión de teología cristiana, partiendo de Juan o de Pablo (o de los sinópticos).

Esta obra constituye un esfuerzo por mantener un orden de realidad, concebido como definitivo y formulado por un tipo de magisterio papal bien seleccionado, de tal forma que muchas veces se mezclan (e incluso se confunden) las premisas de los argumentos: el plano del magisterio, de la elaboración teológica y de la búsqueda filosófica.

El resultado es una obra admirable (pero frágil) por su propuesta de base: La analogía jerárquica, de fondo teológico, es la solución de todos los problemas; por el contrario, la dialéctica comunicativa, abierta a la lucha de contrarios, lleva a la destrucción de la realidad. Pienso que las cosas no son tan sencillas, ni en el plano filosófico, ni en el plano cristiano. Estoy convencido de que ese planteamiento no es el mejor, ni en plano filosófico, ni en plano teológico.

La misma analogía clásica ofrece otras posibilidades, como nos enseñó V. Muñoz Delgado, máxima autoridad en la materia, profesor de Lógica de la Universidad Pontificia de Salamanca, a quien el autor de esta obra sorprendentemente no cita. La revelación de Dios en Cristo, como Dios-Trinidad (diálogo/encuentro personal) abre posibilidades nuevas de comunicación que el autor parece no tener en cuenta, como si tuviera un miedo de fondo ante la libertad de fondo del ser humano. Por otra parte, por lo que yo sé, a través de un diálogo de muchos años con el Prof. Vicente Muñoz (q.e.p.d), que podría haber sido el mejor director de esta tesis, las posibilidades que ofrece la “metalógica” moderna pueden ir en otra dirección a la que esta obra pretende.

Sólo me queda, al fin, lamentar la muerte de D. Pablo Domínguez y desear que su herencia filosófico-teológica se abra al diálogo con la realidad social y eclesial, a través de un estudio más intenso de la analogía, en las formas clásicas (Cayetano, Capréolo, Suárez…) y en las nuevas, en una línea más abierta al diálogo y encuentro, en comunicación personal con el mundo, como está queriendo y necesitando la Iglesia, de la que D. Pablo Domínguez fue un servidor ejemplar.
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