24.9.21. Papa Francisco y Merced (a) Redemptionis Gaudium (La alegría de la redención)

 Se celebra el 24.9 la fiesta de la Merced, es decir, de la Redención (=liberación) de los cautivos, vinculada desde el siglo XIII a la Virgen María, llamada “redentora de cautivos”. Esa ha sido una devoción y fiesta básicamente “hispánica” (hispano-americana), aunque con cierta implantación en Francia y en Italia.

Con ocasión del 8º Centenario de la fundación de la Merced (1218-2018), el Papa Francisco actualizó e interpretó el tema de la Merced-Redención de cautivos desde su propia visión de la Iglesia en un mensaje y un discurso que citaré parcialmente en lo que sigue.

En ese contexto quiero retomar el motivo de las “catequesis” que el Papa sigue dedicando a la Epístola de los Gálatas, carta magna de la libertad cristiana (cf. RD 1.7.21), y lo hago presentando de un modo general algunos elementos básicos de la teología y catequesis del Papa Francisco sobre el compromiso redentor de la Iglesia, desde la perspectiva de la Merced.

Mi presentación del tema tendrá dos partes (a)   Papa Francisco y Merced: El gozo de la redención: Teología básica de la liberación, según Francisco. (b) Merced, un camino de liberación universal. 

Prólogo. Francisco, un Papa de la Redencion-Liberacion

En su aún breve pontificado (2013-2021), el papa Francisco ha iniciado en la iglesia católica un cambio que, a mi juicio, resulta irreversible. No ha querido cambiar directamente nada, sino retomar el camino del Concilio Vaticano II (1962-1965). No ha querido tomar iniciativas personales, sino poner en marcha tareas que son del conjunto de la Iglesia. No ha querido fijarse en teologías particulares, de un tipo de escuela o de otra, sino volver a Jesucristo, fundarse en la Biblia, en la línea de Francisco de Asís, que sólo quería cumplir el Santo Evangelio, “sin glosa”.

Francisco ha venido al papado con la ingenuidad de un cristiano de a pie y con la gran experiencia de hijo de emigrantes italianos de Argentina. Ha sido provincial de los jesuitas, hombre ejercitado en la escucha y el diálogo, partiendo de los “ejercicios espirituales” de su padre Ignacio de Loyola. Ha sido obispo de Buenos Aires, ciudad cosmopolita y compleja, mezcla de primer mundo y del tercero, un hombre que parece lento (para decepción de algunos), o demasiado apresurado (para protesta de muchos que quieren seguir anclados en un pasado que les parece dogmático, aunque puede estar ya muerto).

            Aquí no quiero ni puede hacer un balance de su pontificado, hasta el momento actual, sino sólo acoger y desarrollar algunas de sus reflexiones, desde la perspectiva de la Orden de la Merced. Más que en sus grandes encíclicas (especialmente Laudato si, sobre ecología), quiero fijarme en algunos documentos más breves por la repercusión que ellos pueden tener y tienen (a mi juicio) en la interpretación del carisma y tarea de la orden de la Merced, es decir, de la liberación en la Igleia

            Mi trabajo consta de una introducción, en la que recojo algunos puntos de un mensaje y de un discurso del Papa en el año 2017/2018, con ocasión del octavo centenario de la fundación de la orden de la Merced. Los recojo y cito sin comentario, como palabra fundante de la jerarquía, para iluminar desde ella lo que sigue, que son siete reflexiones (capítulos) sobre la actualidad y tarea de la Orden de la Merced, desde la perspectiva de algunos mensajes y texto del Papa.

            Como he dicho, no quiero ni puedo ofrecer un trabajo sistemático, sino ofrecer algunos puntos de partida para una recreación redentora del carisma y tarea de la Merced, en la línea de trabajos y libros anteriores que he escrito hace algún tiempo sobre el tema. Podía haber elegido otros temas quizá más importantes (devoción a María de la Merced, figura y obra de San Pedro Nolasco, espiritualidad mercedaria, organización interna de la Orden etc.), pero éstos siete me parecen muy significativos, pues ofrecen una visión de conjunto (bíblica, eclesial, social) del carisma y camino de la Merced en la iglesia.

El subtítulo de este trabajo (La alegría de la redención) evoca y traduce en perspectiva mercedaria el título y tema el primer gran documento eclesial del Papa Francisco, la Exhortación Postsinodal, Evangelii Gaudium, la “alegría del evangelio”; yo hablo aquí de la alegría de la redención en línea mercedaria, desde la perspectiva de la historia y actualidad del mensaje y camino redentor de la Merced, a partir de San Pedro Nolasco.

            Como verá el lector, los ofrezco y desarrollo de un modo general, pero guardan un claro orden progresivo. Espero puedan servir para una posterior sobre el conjunto de los temas o sobre algunos en particular[1].

Introducción. Magisterio del Papa Francisco

Tres protagonistas de la Merced (Mensaje del Papa Francisco)

El primero es san Pedro Nolasco, considerado el fundador de la nueva comunidad y el depositario del carisma entregado por Dios. En esa vocación está el corazón y el tesoro de la Orden, pues tanto la tradición de la misma como la biografía de cada religioso se fundamentan en ese primer amor

El segundo protagonista en este tríptico es la Virgen Santa, Nuestra Señora de la Merced…En el original hebreo la expresión que traducimos «amarás al Señor con toda el alma» tiene el sentido de «hasta la última gota de nuestra sangre». Por eso, el ejemplo de María se identifica con este verso del «Shemá». Ella se proclama como la «esclava del Señor», y se pone en camino «apresuradamente» (Lc 1,38-39), para llevar la buena noticia del reino a su prima Isabel. Es la respuesta de Dios al clamor del pueblo que espera la liberación (cf. Ex 3,7 y Lc 1,13).

El tercer protagonista que completa el cuadro de la historia del Instituto es Cristo Redentor; en él damos un salto cualitativo, pues pasamos de los discípulos al Maestro. Como al joven rico, Jesús nos interpela con una pregunta que nos toca profundamente: ¿Quieres ser perfecto? (cf. Mt 19,21; 5,48). No vale un conocimiento teórico, ni siquiera una adhesión sincera a los preceptos de la Ley divina «desde la juventud» (Mc 10,20); sino que Jesús nos mira a los ojos y nos ama, pidiéndonos que lo dejemos todo por seguirle. El amor se aquilata en el fuego del riesgo, en la capacidad de poner sobre la mesa todas las cartas y de apostar fuerte, por esa esperanza que no defrauda

El Papa a los mercedarios. Discurso en el VIII centenario de su fundación[3].

            Seguir a Jesús no es cuestión de metodología; es dejar que Él nos preceda, que marque el ritmo del caminar personal y comunitario. El carisma mercedario es de actualidad y está llamado a dejarse interpelar por los nuevos campos de acción y de “servicio redentor”, como pueden ser la promoción de la dignidad de la persona humana, la prevención de esclavitudes físicas o espirituales, el acompañamiento y la reinserción de los más vulnerables de nuestra sociedad.

Redención de cautivos, es decir, tengan la seguridad que hoy hay muchos más, más del doble de cautivos que en el tiempo de la fundación de la Orden. La familia Mercedaria, consagrados y laicos, necesita dejarse inspirar por esa “creatividad de Dios”, aun cuando eso suponga un tener que romper los propios esquemas que, con el tiempo, se fueron añadiendo al carisma fundacional. Eso siempre nos pasa con los carismas fundacionales, el tiempo como que los va opacando o les va creando cáscaras; y si uno no está alerta a quitar esas cáscaras, el carisma resulta el carozo de un gran coco después, y cuesta volver al carozo. Es quitar esas cáscaras del tiempo para volver a aquello, a la intuición primigenia, que es un llamado de Dios.

Ustedes, como miembros de una Orden redentora, deben experimentar primero en sí mismos la redención de Cristo para ayudar a sus hermanos a descubrir al Dios que salva. “Redimidos para redimir”, buena definición de su vida y vocación. Los invito a seguir siendo portadores de la redención del Señor a los presos, a los refugiados y los migrantes, a los que caen en las redes de la trata de personas, a los adultos vulnerables, a los niños huérfanos y explotados… Lleven a todos los que son descartados por la sociedad la ternura y la misericordia de Dios.

  1. Programa eclesial: Primerear, involucrarse, acompañar…

Archivo:01 Valladolid Retablo convento Merced Calzada ni.jpg - Wikipedia,  la enciclopedia libre

            Nos sorprendió su programa, expuesto en la exhortación Evangelii Gaudium que debía recoger los trabajos del Sínodo, propuesto y presidido por Benedicto XVI, sobre la Evangelización (2012). Pero Benedicto renunció el 2013, y ese mismo año retomó Francisco su proyecto, recogiendo algunas propuestas del Sínodo, pero formulándolas de un modo personal, abierto a un futuro aún no cumplido de la Iglesia.

 Benedicto XVI había querido ser y fue un papa teólogo, pero no pudo culminar su propuesta en línea académica, y así renunció al papado, apartándose a un lado del camino, y le sustituyó Francisco que venía de la Biblia (no de la Academia) y de la calle de una gran ciudad, con los problemas de una humanidad convulsa, y de una tierra amenazada por la inercia de unos, el cansancio de otros y el egoísmo brutal de los más poderosos.

Benedicto había querido mantenernos resguardados en la Santa Iglesia. Francisco, en cambio, ha querido sacarnos de su recinto amurallado, que era más propio de una fortaleza defensiva, con un culto cerrado en sí mismo, una moral de imposición y un orden inmutable que de un proyecto de evangelio. Francisco ha querido hacernos “callejeros” de la fe,  que abandonemos la iglesia‒museo (num. 95), donde muchos obispos-presbíteros parecen “generales derrotados” (num. 96), volviendo a la tarea de los caminantes de la vida, desde Galilea al mundo entero.

Francisco no quiere que estemos custodiando tumbas, como si fuéramos supervivientes de un pasado muerto, sino que ofrezcamos con Jesús nuevos relatos de vida para la ciudad del evangelio, como programa y tarea de transformación integral. En ese contexto sigue resonando su propuesta, como si Jesús hablara por su boca, diciéndonos que rechacemos la cultura del descarte, la teoría del derrame, el fetichismo del dinero, la inequidad y la injusticia social… (núm. 53), que engendra violencia y más violencia. Francisco condena a los hacedores de violencia, es decir los violentos que engendran más violencia y que después culpan a los pobres de serlo, apelando incluso a la falsa teoría de la buena-mano del mercado…

Desde hace siglos no se oían en la iglesia unas palabras tan recias, tan teológicas y humanas, como voz inmediata de Jesús en los nuevos caminos de la Iglesia, con Dios frente a Mammón, con la alegría creadora del evangelio, frente a los miedos de una iglesia tentada a encerrarse en sus leyes, mientras un nuevo diluvio de injusticia y muerte amenaza no sólo a los cristianos, sino a todos los hombres y mujeres de la tierra.

Este nuevo impulso de Francisco, que retoma los motivos y caminos de Jesús en Galilea se articula en cinco capítulos densos (misión de Dios, crisis, anuncio, dimensión social, espiritualidad) que aquí no puedo desarrollar. Pero puedo y quiero evocar las cinco palabras centrales de su programa, que fueron entonces (2013) y siguen siendo ahora (2021) un testimonio fuerte de vida y esperanza (cf. núm. 24):

  1. Primerear, tomar la iniciativa. La iglesia no se puede hipotecar por su pasado teológico o sacral, sino que debe volver a Jesús que primerea en amor (cf. 1 Jn 4,10); por eso tiene el deber de adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro de los hombres, buscar a los alejados y ponerse en los cruces de caminos para invitar al banquete de Dios los excluidos de este mundo.
  2. Involucrarse, no quedarse fuera, repitiendo sin cesar las mismas palabras manidas. Jesús se implicó, vivió entre los enfermos y excluidos, los posesos, los pobres (empobrecidos), comprometiéndose por ellos y con ellos, recreando desde su experiencia la palabra antigua de la Biblia. Frente a una iglesia de sacristía y alcanfor, que se limita a dar consejos a los pobres con palabra vacías, Francisco quiere una iglesia de plena calle, con «olor a oveja», es decir, a humanidad, como Jesús, hombre de caminos plazas cargadas de gente.
  3. Acompañar, una misión de presencia. Una iglesia cerrada en sí (esto es, en su pasado) ha dejado fuera colectivos y grupos muy significativos de la sociedad: intelectuales y obreros, emigrantes e incluso a mujeres, corriendo así el riesgo de mantenerse hermosa pero vacía de vida, como madre estéril. Ha querido enseñar, como si tuviera una respuesta ya firmada de antemano; pero, a fin de hacerlo, ella debe empezar escuchando la voz de la gente, el ruido y llanto de las plazas, la opresión de los suburbios, la desesperación de las cárceles.
  4. Fructificar, un camino de fecundidad. Los frutos de la nueva iglesia no se cuantifican en dinero, ni en edificios especiales, ni en ceremonias lujosas, ni en número de “practicantes” (oficinas, bautismos, misas), sino en humanidad, en vida compartida, esperanzada, superando en el camino un tipo de derecho canónico que tiende a cerrarse en sí mismo, en un tipo de cánones y mandatos que no son los de Jesús .
  5. La última palabra es festejar, esto es, celebrar la vida. La comunidad evangelizadora de la iglesia ha de ser un lugar de fiesta, de fe compartida, canto y gozo de amor, que se expresa en la eucaristía. Sin la celebración de la vida, desde el nacimiento hasta la despedida en amor y esperanza de resurrección, no existe Iglesia.

Esas cinco palabras (primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar) retoman los motivos fundamentales del compromiso y obra de San Pedro Nolasco, conforme a las Constituciones de la Merced, donde se dice que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo “dispusieron a Fray Pedro Nolasco su siervo, para que fuera mensajero, fundador y adelantador… para visitar y liberar a aquellos cristianos que están en cautividad y en poder de sarracenos o de otros enemigos de nuestra ley”. Desde ese fondo se pueden definir los mercedarios, como seguidores de Jesús, en la línea de San Pedro Nolasco.

- Los mercedarios son, al mismo tiempo, siervos de Dios y de los cautivos.  Siervo de Dios ha sido Jesús, como indica el NT (cf. Lc 4,18 ss; Mt 11, l8-21.29; Hech 3,1-3; 4,27-28; Flp 2,5-11). Desde esa perspectiva hay que entender y continuar realizando la acción de Pedro Nolasco como siervo de Dios, para liberación de los cautivos, y con él todos los mercedarios.

- Mensajeros de redención. El auténtico mensaje de la libertad y del reino de Dios ha sido Jesús, conforme a Lc 4,18-19 y Mt 11,5. Los mercedarios saben que Pedro Nolasco ha sido testigo y promotor de liberación con su palabra y gesto en favor de los cristianos cautivos. Su condición y obra de mensajero de libertad pertenece al mismo corazón de la vida de la iglesia. Mensajeros de redención han de ser con él los mercedarios.

- Fundadores y adelantadores. San Pedro Nolasco ha sido fundador y cimiento de este edificio religioso que es la Orden de la Merced. En esa línea las constituciones le llaman especialmente como “adelantador”. La palabra original enantador se refiere a uno que va adelante, abriendo un camino, arriesgándose en una empresa que luego podrán asumir otros. En esta perspectiva ha surgido en tiempo antiguo la figura del adelantado, es decir, de aquel que recibe el encargo de ir precediendo a los demás, como si fuera abriendo una vida de vida en la Iglesia San Pedro Nolasco ha sido un “adelantado” y “adelantador” de la redención.

 Desde ese fondo pueden entenderse las palabras fundamentales del Papa Francisco, que comienzan significativamente con “primerear”, ser los primeros, es decir, adelantarse al conjunto de la Iglesia en la obra de visitar y redimir a los cautivos. Sólo a partir de ese gesto de “primerear”, de adelantarse, de abrir caminos nuevos, se entienden y aplican las siguientes palabras: involucrarse, acompañar etc. Involucrarse significa arriesgarse, comprometerse, acompañar.

  1. Iglesia en salida. Buscar las periferias para entrar en la Iglesia

San Pedro Nolasco | Diócesis de Córdoba

El Papa Francisco aprendió en Buenos Aires que la Iglesia debía salir de sus campos resguardados, sus pactos políticos, su sacralidad dominadora para abrirse a las periferias de la gran ciudad. Y así se hizo casi “arzobispo villero” compañero de curas y agentes de pastoral del inmenso cordón empobrecido de su diócesis. Ese espíritu y decisión de salida marcó su pontificado romano, desde su declaración fundacional el año 2013:

Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17) …  Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide… y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (Evangelii Gaudium 20).

Esa vocación de salida ha marcado los gestos del Papa Francisco, sus viajes y sus documentos como en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2019 y en su esfuerzo por promover, acompañar y culminar la tarea universal del Sínodo especial de los obispos para la región Panamazónica(otoño 2019). Éstos son alguna propuesta de su proyecto y misión de salida, tomados básicamente de sus textos:

64. Destino: periferias y nuevos escenarios - Ciudad Redonda

  1. Iglesia en salida, no salida de la iglesia. Dentro de la nueva sociedad occidental, son muchos los que quieren hoy “salir de la iglesia” para alcanzar una libertad que, según ellos, no encontraban dentro de una iglesia que les parece anticuada, cerrada en un pasado, sin mensaje verdaderamente liberador. Francisco quiere, en cambio, que sea la iglesia la que sale de su recinto c errado, con Abrahán y Moisés, con Jesús y sus apóstoles para ofrecer a hombres y pueblos un espacio de humanidad abierta Dios, en justicia y alegría humana. Ese programa y camino de salida puede y debe recuperar los aspectos fundamentales de la salida redentora de Pedro Nolasco y los primeros mercedarios, cuando fueron a visitar y redimir a los cautivos allende los mares. 
  2. Salir de una iglesia fortaleza, cerrada en sí, tras muros de miedo y poder, a fin de convertirse en ciudad universal abierta (Ap 21‒22), iglesia‒móvil, hospital de campaña para los heridos, casa de acogida, ternura, diálogo abierto y acogida para todos los que huyen y vagan, rompiendo vallas y fronteras, en un mundo que tiende a vigilarnos y dominarnos a todos. En los tiempos de Pedro Nolasco había una iglesia que se había convertido en castillo de seguridad social, fortaleza cerrada en sí misma, en alianza con los poderes políticos. Los cautivos estaban fuera, había que salir a sus lugares de opresión, y la Merced lo hizo, por tierras o mares. Siguiendo ese ejemplo, la Merced actual puede y debe salir a las periferias sociales y religiosas, para abrir caminos nuevos de redención, dejando así a la espalda un mundo cerrado en sí mismo. 
  3. Salir de una iglesia instalada y dominante, protegida por el miedo, llena de seguridad doctrinal, una iglesia segura en sí misma, en un mundo de privilegios y desigualdades. Los cristianos deben salir de esa iglesia o, mejor dicho, hacer que la misma Iglesia salga de su seguridad, para así fundar y potencias comunidades redentoras, que sean pueblo universal de hermanos, en la “calle y camino abierto” de la vida. Salir por eso de unas instituciones de seguridad, concebidas como ciudades amuralladas y palacios nobles, a fin de convivir en palabra y vida, con los empobrecidos de las viejas ciudades y las nuevas periferias, en humanidad. No somos simplemente ciudad de atracción para que vengan otros, sino, mas bien, ciudad de salida, para acoger a los miles y millones expulsadas de nuestras ciudades dominantes. 
  4. Salir del poder eclesiástico, resguardado en un tipo de Derecho Sagrado, bien establecido para asegurar el propio poder. Se trata de dejar el mundo quizá cuadriculado de la ley, a fin de redescubrir y potenciar la autoridad de la palabra profética y del amor abierto a todos, sin necesidad de poderes externos que nos defiendan (y que al fin se apoderen de nosotros). La iglesia debe superar según eso un tipo de seguridad que proviene de su “palabra sagrado”, concebida como poder superior, dominador, seguro de sí, a fin de volver al magisterio ministerial de Jesús, que escucha y anima, que acoge y comparte la vida con los empobrecidos sabios de la tierra. 
  5. Salir de una iglesia del auto‒alabanza, una iglesia que canta sus glorias pasadas y que se define como institución de superioridad universal, imperio de todos los imperios, lugar de auto‒referencia egoísta, acrítica… Se trata de recrear una Iglesia donde lo que importa no es ella, sino el derecho y libertad de los pobres, excluidos y cautivos, la justicia, la vida de todos en una tierra que ha de ser espacio de libertad y comunión, incluso de ecología universal, abierta la resurrección de la “carne”, es decir, a la esperanza de salvación para todos. Ciertamente, lo que importa es la “ecología humana”, que los hombres y mujeres vivamos en un mundo saludable, no en un mundo de “mazmorras”, de bajos fondos, de humedad y oscuridad, propio de los barrios donde malvivían (y malviven) los antiguos cautivos y los nuevos oprimidos.
  6. Salir de una iglesia moralista y rigorista, con “cara de amargura y de crítica”, que dice a los demás lo que han de hacer pero sin dar ella ejemplo, una iglesia empeñada en imponer normas externas más que en ofrecer un amor que crea vida, en libertad llena de esperanza. Se trata de salir de una iglesia llena de orden impuesto y de amenazas de infierno, donde los hombres y mujeres mal-viven con miedo, para crear comunidades de fidelidad humana, de ternura, con mujeres y niños que se mueven en libertad, sin miedo a la opresión. Se trata de crear “espacios verdes”, de misericordia y cuidado, donde pueden habitar los antes marginados y expulsados, una iglesia dispuesta a equivocarse por amor a favor de los oprimidos, en lugar de mantener su seguridad egoísta, sin equivocaciones, pero sin vida.
  7. Salir de una iglesia que empieza defendiendo sus propia autoridad, más que la libertad de los hombres concretos, de una iglesia que quiere tener a su disposición todos los poderes sociales, interpretando mal las escrituras (¡se nos ha dado todo poder, las llaves del cielo y el infierno!), con una teología que legitima ideológicamente su propia superioridad doctrinal y moral… Se trata de salir de una iglesia que “gobierna y guarda ovejas desde arriba”, pero sin “olor a oveja”, es decir, sin compartir los males y sufrimientos reales de los nuevos cautivos… Desde ese fondo hay que interpretar la antigua propuesta mercedaria de “visitar y liberar” a los cautivos, conforme el programa del Benedictus de Zacarías (Lc 1, 69), según el cual Dios vino a visitar y liberar a su pueblo. Para realizar la obra de la redención hay que empezar visitando a los oprimidos, compartiendo la vida con ellos, es decir, viviendo a su lado, sintiendo sus dolores, compartiendo sus esperanzas.

Las siete propuestas de esta iglesia en salida pueden concretarse en una: Se trata de abandonar una iglesia que quiere tener siempre su razón (para defenderse a si misma), creando en su lugar unaiglesia que defiende la libertad y la vida de los cautivos y excluidos.Se trata de crear una iglesia que busque y encuentre prácticas sorprendentes de nueva liberación, prácticas y encuentros de humanidad, desde todas las periferias, en todos los centros, sin enseñar desde arriba, sino compartiendo la vida con todos con mujeres y hombres, en abrazo y solidaridad, no para sacralizar la pobreza sino la fraternidad, en una tierra común, de forma que la “teología” se vuelva “ecología” cuidado de la “casa de Dios” que es la gloria de los hombres que viven dando y recibiendo gratuitamente vida.

Una Merced redimida y redentora. Pobres, cautivos y emigrantes nos liberan

Encarcelamiento o rehabilitación ¿Cual es la solución correcta?

El problema de fondo es quién evangeliza a los evangelizadores, quién redime a los redentores. Pedro Nolasco pudo redimir a los cautivos porque los cautivos le habían redimido a él primero, le habían liberado de su vida de comerciante tranquilo, capacitándose así para comprender y acoger de verdad el evangelio. En esa línea, el Papa Francisco ha vuelto una y otra vez a la experiencia tradicional de la iglesia, donde, antes que decir “nosotros evangelizamos a los pobres” hay dejar que los pobres nos evangelicen, nos transformen, nos liberes.

De esa forma se dice que los hebreos cautivos de Egipto “evangelizaron” (liberaron) a Moisés, de forma que él pudo después convertirse en redentor y liberador de su pueblo, a través del Éxodo. También Jesús se dejo “evangelizar” por los enfermos, los excluidos, los marginados y expulsados de su pueblo, como dice por ejemplo el evangelio de Mateo, cuando afirma que, viendo a los hombres y mujeres que estaban aplastados, oprimidos, derribados, como ovejas amenazadas por lobos, Jesús tuvo compasión de ellos (cf. Mt 9, 36-38). Fueron los hombres oprimidos y aplastados por la violencia social de aquel momento los que le enseñaron a ser redentor.

Éste es el punto de partida del magisterio y del programa redentor del Papa Francisco, que no empieza hablándonos de libertad y redención en general, sino que ha empezado dejándose interpelar por las muchedumbres oprimidas de su entorno tiempo, y de un modo especial, por los “emigrantes”, sin tierra, sin trabajo, sin libertad ni posibilidades para vivir de un modo digno.

En este contexto, quizá el motivo central (más repetido) del Papa Francisco sea el relacionado con la emigración forzosa, que es un tipo de cautiverio, mirado desde una perspectiva bíblica y eclesial, económica y política. Muchos emigrantes son los nuevos cautivos de una historia llena de nuevas opresiones.

El Papa Francisco ha retomado así el proyecto de Jesús con un estilo que podemos llamar mercedario, poniendo de relieve estos tres elementos principales: (a) Composición de lugar, el descubrimiento de la realidad: Los cautivos, los emigrantes/itinerantes os evangelizan (cf. Mt 10, 5‒16 par). (b) Experiencia personal de acogida: Fui extranjero y me recibisteis (Mt 25,31‒46). En el punto de partida no está lo que nosotros podamos hacer, sino lo que han hecho con nosotros: Dios nos ama, todos nosotros somos una liberados. (c) Tarea liberadora: Liberados para liberar, como dice sin Pablo en la carta a los Gálatas 5, 1: Para ser libres y liberar a los demás nos ha liberado el Señor.

Desde aquí se entiende el camino mercedario, conforma a la visión del Papa Francisco. Jesús no estableció un esquema de oposición e imposición militar (que los cautivos y desposeídos ocupen el lugar de los libres y ricos, expulsándoles con violencia), sino que puso en marcha un movimiento de trasformación integral, partiendo precisamente de los desposeídos‒pobres que podían y debían enriquecer y sanar a los establecidos/ricos. No buscó el enfrentamiento violento, sino un tipo de simbiosis creadora, de comunión transformadora de unos y otros, opresores y oprimidos, retomando modelos anteriores de la historia israelita, desde los más pobres. 

Jesús aceptó como válido el modelo de los propietarios agrícolas autosuficientes, instaurado en Israel tras la conquista de la tierra (cf. Js 18-24; Lev 25). Esos propietarios libres e iguales de campos de cultivo o pastores, fueron al principio y siguen siendo después representantes del pueblo de Dios (como sigue suponiendo la Misná, el código judío del siglo III c.C.). Pero esos propietarios “ricos” deben acoger a los itinerantes/emigrantes, compartiendo con ellos casa y bienes, campos y familia, como supone el programa evangélico de Mc 10, 28‒31): es bueno tener casa para compartirla, es bueno tener campos para abrirlos a los que no los tienen, es bueno tener libertad para hacerse liberadores, en un sentido más externo, pues, como he dicho, los esclavos y cautivos pueden y han de ser los que nos liberen.  

Jesús aceptó también la historia de los emigrantes más antiguos de Israel, portadores de la identidad del pueblo elegido. Conforme a su programa misionero, no son los sedentarios-establecidos (dueños ricos) de la tierra los que evangelizan a los emigrantes, sino al contrario, son los emigrantes (sin posesión material) los que pueden “evangelizar” (=curar) a los propietarios; no quieren expulsarles sino enriquecerles, con un nuevo germen de vida, en línea de evangelio. Los antiguos israelitas tuvieron que expulsar a los cananeos para establecerse en su tierra. Los nuevos israelitas (macabeos de la Nueva Alianza, como se han llamado los mercedarios) no quieren expulsar a los que vienen, ni a los que estaban ante, sino ofrecer espacio de libertad compartida a todos, empezando por los cautivos y oprimidos.

Los equivalentes de aquellos hebreos emigrantes, que salieron de Egipto, vagando amenazados por desiertos, en busca de tierra, eran para Jesús los pobres y expulsados de Galilea, destinatarios del Reino de Dios, destinatarios de su acción liberadora, no para conquistar con violencia una tierra propia y hacerse dueños de ella (como los hebreos de los libros de Josué y de Jueces), sino para anunciar a todos el Reino de Dios y para así curar a los propietarios (Mt 10,8‒11), no para destruirlos, sino para quedar en sus manos (dejándose acoger por ellos). Los mercedarios tienen (tenemos) que ofrecer y abrir caminos de libertad desde nuestro cautiverio.

‒ Jesús instaura un modelo de evangelización a partir de los excluidos, cautivos y emigrantes, iniciando así un proyecto nuevo de evangelio, sin conquista violenta ni expulsión (o muerte), sino con un proyecto y camino transformación de los propietarios anteriores. No son los sedentarios-establecidos los que “salvan” a los oprimidos, sino que los emigrantes los que pueden salvar a los establecidos (ricos) enfermos.

Los itinerantes/emigrantes no son simples receptores pasivos de una liberación que les ofrecen desde fuera, sino sujetos y gestores de una transformación de evangelio, Son precisamente esos emigrantes-cautivos los que pueden anunciar y ofrecer un reino de libertad más alta a los mismos ricos, abriendo un camino de perdón y paz allí donde quería imponerse la dominación de unos sobre otros.

El Dios de la periferia

El modelo de Jesús no es la conquista violenta, ni la liberación por armas, como han querido y quieren muchos, pues una conquista y liberación por armas y por dominio político termina esclavizando más a todos. Desde ese fondo entiende el Papa Francisco la palabra de Mt 25, 31‒46, pidiendo que acojamos en nuestras sociedades establecidas (ricas) a los emigrantes/extranjeros (xenoi) y a los nuevos cautivos, en gesto de hospitalidad integral. No se trata sólo de recibirles en nuestras iglesias como espacios de oración ni tampoco de ofrecerles servicios sociales desde un plano de superioridad, sino de compartir nuestra vida con ellos, para que así ellos mismos puedan asumir su libertad y transformarnos a los otros.

Entendido así, este pasaje de Mt 25, 31-46 (que es la clave del evangelio mercedario) eleva una propuesta de grandes consecuencias para una iglesia, que no puede volverse xenó‒foba (enemiga de los enemigos), ni encerrarse como grupo separado, para algunos “fieles propios”, sino que ha de abrirse a los de fuera, no para perder su identidad, sino para enraizarla y expandirla, ofreciendo a los oprimidos, cautivos y emigrantes sin tierra y libertad unos espacios de vida física y económica, cultural y religiosa. No basta no rechazar (ser tolerantes, respetar, no matar); hay que integrar a los emigrantes/cautivos/oprimidos en la comunión vital de los creyentes, en un tiempo (como el de Jesús, como el nuestro) en el que los no integrados corren un riesgo de la exclusión física y social.

            Más aún, según el programa de Jesús y del Papa Francisco, no somos “nosotros” (los ricos, con casa) los que hacemos un bien a los emigrantes, sino que son ellos nos hacen más bien a nosotros: En la medida en que recibimos a los emigrantes, ellos nos pueden recibir en un tipo de comunidad más elevada, según el evangelio, ofreciéndonos un tipo de vida superior (salud, humanidad), como ratifica la palabra central de la misión cristiana (Mt 10, 5‒15): Sólo los pobres (emigrantes, extranjeros) pueden evangelizar a los “ricos”. Sin la misión de evangelio (buena nueva) de los pobres, nuestra sociedad opulenta está condenada a la muerte.

[1] Desde aquí quiero expresar mi gratitud a todos los hermanos de la Orden, y de un modo especial a Manuel Rodríguez Losada, por su interés e insistencia en el desarrollo de temas vinculados con el carisma mercedario. Termino este trabajo el 24 de Septiembre de 2021, día de Nuestra Madre de la Merced, a la que me encomiendo, con todos los mercedarios.

 He escrito varios trabajos sobre el origen y actualidad de la Merced en Analecta Mercedaria,  Curia General Roma. Entre los libros antiguos sobre el tema de la Merced, cf. San Pedro Nolasco.Vida y Carisma, Curia General, Roma,1985; Anunciar la libertad a los cautivos, 1985, Sígueme, Salamanca (con traducción brasileña); A Persecuçao religiosa na Sagrada Escritura  (Paulinas, Sao Paolo 1984); Camino de liberación, Verbo Divino, Estella  1987. Para situar este trabajo en mi obra teológica más reciente, cf. La Historia de Cristo, Verbo Divino, Estella 2012; La Palabra se carne. Teología bíblica, Verbo Divino, Estella 2020 y Teología y Economía. No podéis servir a Dios y a Mammón, Sal Terrae, Santander 2020.

[2] Mensaje del santo padre Francisco con motivo del 800 aniversario de su fundación. Cf. https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2017/documents/papa-francesco_20171206_messaggio-mercedari.html

[3] https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2018/december/documents/papa-francesco_20181206_padri-mercedari.html

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