Roser Puig, Sacerdote de Cristo (RIP)
Abogó por la justicia social, la igualdad entre los hombres y mujeres, y el sacerdocio “común” de los creyentes. Quise entonces despedirla en paz, pero cuatro días más tarde (7. I. 2012), una voz discordante ensució su memoria y por eso me siento obligado a reivindicarla, recordando un post antiguo donde Roser defendía no sólo el sacerdocio común sino también el ministerial de las mujeres.
Siempre que surgían polémicas en torno a sus reflexiones, me decía "no me defiendas Xabier", ya lo haré yo.
Pero ahora que ha muerto debo hacerlo, por la memoria de su familia, por sus hijos y sus amigos, recordando unas cosas de manual sobre el sacerdocio cristian.
1. Una voz discordante, una mentira
El siete, con ocasión de la Epifanía, me tomé la libertad de recordar a Roser como “Reina maga”, y una voz del otro lado de los mares me lo reprochó:
«Ten siquiera un poco de CARIDAD
y no aumentes más el purgatorio de la pobre Roser,
antes bien dedícate a tu verdadero oficio: REZAR,
en este caso por el alma de una mujer
que mucho daño se hizo a sí misma y a otros,
proyectando en la Iglesia toda el resentimiento por su problemática matrimonial.
Tú como sacerdote debiste hacérselo notar,
en vez de utilizarla para que te sirviera de corifeo» (07.01.12).
Dos son las consideraciones que quiero hacer sobre ese comentario, tan "sabroso": Una sobre el sacerdocio común y ministerial; y otra sobre Roser.
a. Sobre el sacerdocio común y ministerial
Tiene mucha razón la comentarista al pedir que rece por Roser , pues debemos todos orar unos por otros y somos sacerdores, como Roser, como todos los cristianos, por bautismo y confesión cristiana.
1. El único sacerdocio propiamente cristiano es el llamado “sacerdocio común de los fieles”, mujeres y hombres. Sólo de éste habla el Nuevo Testamento en 2 Ped, Hbr y ApJn, y la primera teología cristiana. Vinculados a Jesús (que es sacerdote siendo laico, sin formar parte del cuerpo de levitas y aaronitaas), todos los cristianos somos sacerdotes, como sabe Sabe san Pablo y suponen los evangelios. En ese sentido, Roser se ha sentido y ha sido sacerdotes.
2. En el NT y en la iglesia primitiva han surgido “ministerios” que, en sí mismos, no son sacerdotales, al servicio del sacerdocio común de los fieles y de la misión universal cristiana. Esos ministerios se definen con palabras no sacerdotales, y así a los ministros se les llama diáconos, presbíteros y obispos (es decir: servidores, ancianos y supervisores), con otros términos que han caído en desuso.
3. Desde el siglo III-IV d. C., cierta Iglesias ha invertido el lenguaje y experiencia original cristiana, dejando en muy segundo plano el verdadero sacerdocio (el de todos los fieles) y convirtiendo los ministerios “laicales” en un Sacerdocio Superior, que no viene de Jesús, sino de una tradición pagana. Esos “sacerdotes” adventicios han realizado y realizan una misión importante, son básicos para el despliegue de la Iglesia, pero ha llegado la hora de que descubramos que en sí mismos no son sacerdotales… sino laicales. El único sacerdocio real del cristianismo es el de todos los fieles.
4. En ese sentido, Roser se consideraba y era sacerdote… aunque ella quería también, con toda razón, que las mujeres fueran “ministros” de la iglesia, es decir, diáconos, presbíteros y obispos, como verá quien siga leyendo.
b. Sobre Roser y sus razones.
La persona que escribió el comentario que he citado mintió (quizá no sabiendo lo que decía), y así quiero indicarlo aquí, reivindicando la memoria de Roser..
Quiero protestar, no por Roser (que se sonríe desde el cielo), sino por sus amigos que han sufrido al ver cómo la insultaban. Repito: las palabras centrales de ese comentario (que presentan a Roser como una mujer que mucho daño se hizo a sí misma y a otros proyectado en la Iglesia todo el resentimiento por su problemática matrimonial) son simplemente mentira. Quien las ha dicho sólo lo ha podido hacer por dos razones:
(a) Porque no sabe lo que dice, no es consciente de ellos…
(b) O porque es mala, y quiere hacer daño a conciencia
Prefiero pensar que aquí se aplica la primera razón, pues no he conocido a nadie que sea capaz de injuriar de esa manera a los muertos: ¡No sabe lo que dice!
Sea como fuere, quiero protestar contra esas palabras, decir que son mentira, y recordar a Roser como una mujer que ha podido tener ideas no compartidas por todos, pero no por “resentimiento matrimonial”, sino por militancia cristiana y por fidelidad al mensaje de Jesús.
Quería haber dejado en paz y silencio a Roser, pero ante las palabras de ese comentario he querido volver a recordar lo que ella ha dicho en diversas ocasiones sobre el ministerio universal cristiana, sobre la ordenación de las mujeres.
Y con esto sí quiere terminar este diálogo, diciendo a Roser RIP, descansa en paz
Todo lo que sigue es de Roser
Sobre la “ordenación” ministerial de las mujeres (Roser Puig, 8. IX 2010)
Las cínicas “razones” de los jerarcas católicos para negar el sacerdocio a la mujer
Se nos acusa a las mujeres feministas y creyentes católicas de pretender escalar el poder dentro de la Iglesia: “La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre. A los abusos de poder responde con una estrategia de búsqueda del poder”, en “La colaboración del hombre y la mujer en la iglesia y el mundo”.
El entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en Mayo del 2004, redactó y firmó este documento, en vista de que la mayoría de feministas católicas hacíamos caso omiso de las amenazas de excomunión, más o menos veladas, que nos había lanzado Juan Pablo II para que nos calláramos de una vez.
El documento de Ratzinger , en mi opinión, estaba lleno de estereotipos sobre el feminismo: Que si somos enemigas de los hombres, que si destruimos la familia, etc. Los obispos, a quienes iba dirigido el documento… se han guardado bien desde entones en volver a repetir que son partidarios de ordenar mujeres a pesar de los apuros que están pasando muchas diócesis por falta de ministros.
Sin embargo, con esta clase de documentos, la Jerarquía no hace más que reconocer que se considera al clero una casta aparte, superior y poderosa, a la que suponen que todas las mujeres feministas deseamos pertenecer. Es decir, que desde la Jerarquía, se concibe el sacerdocio como algo completamente opuesto de lo que recomendaba Jesús a los suyos: (Mc 10, 41-45):
“Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”.
Puede que haya alguna fémina que realmente aspire a ser como ellos son en estos momentos pero, en general, las mujeres feministas creyentes católicas lo que defendemos es la igualdad en dignidad, libertad y derechos de todos los seres humanos, dentro y fuera de la Iglesia.
A mí, personalmente, el sacerdocio ministerial no me interesa pues no tengo vocación de ello y, al ser madre de cinco hijos (concebidos sin la intervención del E.S. Lo digo porque yo no odio a los hombres) y feliz abuela de cuatro nietos preciosos (tampoco estoy en contra de la familia, aunque si en contra del modelo de familia patriarcal, mantenido y fomentado por todas las religiones. Entre ellas, la católica). Como decía, considero haber tenido una vida suficientemente satisfactoria y plena.
Debo decir que, a pesar de mis reivindicaciones feministas, no me gustaría que ahora este Papa (u otro) comenzara a ordenar mujeres, sin habernos pedido perdón por las calumnias que los llamados Santos Padres de la Iglesia nos han dedicado a través de los siglos, y sin cambiar ni un ápice de la organización clerical piramidal. Es decir, que les permitiera a las mujeres que le son afines (las hay muy cultas y preparadas) entrar a formar parte del poder clerical. Opino que los ministerios deben ser lo que su nombre indica: SERVICIO y NO PODER NI DOMINACIÓN.
Pero no dejo de considerar una injusticia la discriminación de la mujer en la Iglesia, aunque no tenga la más mínima aspiración en formar parte del clero. La desigualdad en oportunidades y la discriminación por razón de sexo que se está dando en la ICAR, precisamente en unos tiempos en que los DDHH deberían ser respetados por todos los países desarrollados y democráticos, es un escándalo y una verdadera injusticia, y además atenta contra el evangelio de Fraternidad de Jesús de Nazaret.
Pero claro, la ICAR no se puede considerar precisamente una institución que viva en este siglo, ni que sea democrática. El Vaticano, como país o estado, todavía no ha ratificado la Declaración Universal de los DDHH. (Lo paradójico es la Doctrina Social de la Iglesia Católica, recomendando a todos los demás estados y países de la tierra que respeten los DDH y sean democráticos).
Y volviendo al documento de Juan Pablo II, “Ordinatio Sacerdotalis”.
Estas son las “razones” en las que se han apoyado tanto Pablo VI, como Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI, para negar el sacerdocio a las mujeres: “Advertencia de Pablo VI a la Iglesia Anglicana, con el fin de eliminar un nuevo obstáculo en el camino hacia la unión de los cristianos”:
-La Iglesia sostiene que no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente fundamentales.
-El ejemplo, consignado en las sagradas escrituras, de Cristo que escogió a sus apóstoles solo entre varones.
-La práctica constante de la Iglesia que ha imitado a Cristo escogiendo solo varones.
-Su viviente Magisterio que coherentemente, ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia
-La Iglesia no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal.
-La razón verdadera es que Cristo, al dar a la Iglesia su constitución fundamental, su teología antropológica, seguida siempre por la Tradición de la Iglesia misma, lo ha establecido así”.
Mi opinión al respecto
Nadie que tenga dos dedos de frente puede tomar en serio todo esto, a no ser que le interese por razones egoístas de poder clerical y machista.
- ¿PARA “IMITAR” A JESUS?... Jesús no dio ningún ejemplo en esto, porque NO ORDENO A NADIE, NI MUJERES NI HOMBRES. En cambio tenía como discípulos a mujeres y hombres.
- ¿Por “PRACTICA CONSTANTE” de la Iglesia?... Según podemos comprobar en las cartas de Pablo, las mujeres, desde el principio, animadas por como las había tratado Jesús y recodando sus palabras, se sintieron impulsadas a evangelizar, profetizar y, por supuesto, a ejercer el diaconado. Igual que los hombres: "Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que es además diaconisa de la iglesia de Céncreas": Rm 16, 1).
Sin embargo, B 16 ignora a las mujeres diaconisas en su encíclica “Deus caritas est”, 2ª Parte: “la elección de los siete varones, que fue el principio del ministerio diaconal…” (cf. Hch 6, 5-6). Por lo visto le falló la memoria y solo recordó a los “7 varones”. Claro que acababa de reformar el Derecho Canónico de manera que las mujeres no pudieran colársele en el escalafón clerical por el diaconado. Y se sacó de la manga “el diaconado permanente” para que algunos hombres casados pudieran aliviar a los párrocos agobiados, sin peligro de que las mujeres entren en escena. Pero las estudiosas feministas saben, a ciencia cierta, que la “imposición de manos” a diaconisas llegó hasta el siglo VIII, a pesar de la oposición y difamación de los llamados Santos Padres de la Iglesia. (para más información,http://www.womenpriests.org/sp/traditio/deac_gen.asp) Supongo que B 16 ahora debe estar devanándose los sesos para evitar que, algún día, una mujer pueda ser ordenada “cardenala”, pues creo que el Derecho Canónico todavía contempla esa posibilidad.
La retórica anti-femenina comenzó particularmente con los Padres latinos. Tertuliano de Cártago (155-245 DC) fue uno de los peores. Los actuales Santos Padres comulgan de la misma misoginia que ellos (se rumorea que B16 es muy “agustiniano”) aunque , por suerte para nostras las que vivimos en países desarrollados donde la Religión se está separando paulatinamente de las leyes civiles las cuales tienden a defender los DDHH de todos y todas, ahora no se atreven a decir cosas tan fuertes y calumniosas como las que decían los Santos Padres del pasado ( si tenéis curiosidad, os recomiendo que busquéis en Google “Las mujeres según San Pablo y los Santos Padres”) Ahora usan el mensaje subliminal de la necesidad de supeditar a la mujer “para defender la familia” a la cual consideran atacada por las leyes de igualdad que se están promulgando en numerosos países desarrollados y en desarrollo.
En cuanto al “Magisterio viviente” (supongo que se refieren a los Jerarcas vivos), es muy dueño de decir de sí mismo lo que le convenga, pero es del todo cínico afirmar que “la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia”. ¿El que se esté dando al mundo entero el lamentable espectáculo de discriminación de las mujeres, así como el empeño de mantener a la mujer supeditada al varón, tanto en la Iglesia como en la familia, entra en el “plan de Dios”? ¿Se lo ha dicho por teléfono el Espíritu Santo?
La guinda del pastel
Juan Pablo II, después de copiar a Pablo VI por entero, añadió en la O.S. esta “genial” prueba del porqué las mujeres no debíamos aspirar al sacerdocio:
“Por otra parte, el hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas, sino la observancia fiel de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo”.
Los jerarcas deben estar convencidos de que las mujeres, gracias a sus esfuerzos y a las costumbres y tradiciones de las diversas culturas, seguimos siendo unas ignorantes totales. Y no solo eso, siguen creyendo que, por naturaleza, somos más tontas que ellos. Por lo menos eso es lo que les enseñan en los seminarios donde todavía se estudia con toda reverencia las teologías de S. Agustín y Santo Tomás de Aquino que opinaban que las mujeres éramos tan imperfectas y pecadoras, que no podíamos ser imagen de Dios.
Desde la India, 14 madres generales de otras tantas congregaciones religiosas, representantes de unas 150.000 monjas, contestaron en su día a la Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II.
Es una larga carta que podéis encontrar en el nº de marzo de 1984 de la revista mensual ALANDAR, sección documentos 2, y cuya web es:alandar@alandar.org. Intentaré haceros una síntesis de esa carta (silenciada hasta el momento por el Vaticano):
En ella, respetuosa y humildemente, le reprochan a su “querido Padre” el valerse de la devoción a María para que las mujeres renunciemos voluntariamente al sacerdocio, por imitación a Ella. “¿Cómo pudo María aspirar al sacerdocio cuando esto no existía en su tiempo? ¿reclamó alguna vez para si Jesús el sacerdocio?” Y siempre muy amablemente y con toda humildad, le recuerdan al Papa los inicios del Cristianismo: “Cristo no ordenó sacerdotes y no existía ninguna jerarquía clerical en los tiempos del Nuevo Testamento. Mas tarde la Iglesia adoptó una estructura clerical y jerárquica que adopto elementos de la altamente patriarcal religión judía, de la que era originaria, y también de las estructuras socio-políticas del Imperio Romano en el que echó raíces”.
Asombrosamente, se atreven a denunciar (eso si, siempre humilde y amablemente) la situación de las monjas dentro de la ICAR: “somos relegadas a permanecer en estado infantil perenne y se nos hace depender del clero masculino para vivir nuestra vida religiosa cristiana. Los clérigos hacen uso de esta falta de igualdad para sacar el máximo beneficio, extrayendo mano de obra barata de nosotras”.
Y se quejan de que, en la O.S. “parece sugerir que no tiene la intención de mantener un dialogo con nosotras. Parece extraño que en pleno siglo XX los hombres pretendan que el plan de Dios deba solo ser manifestado a través de ellos “. Insisten, una y otra vez, en mantener el diálogo: “Amenazando a las otras Iglesias de romper el diálogo y la unión por el hecho de ordenar mujeres, nos parece a nosotras que la Iglesia prefiere encerrarse en una torre de marfil”. Y se lamentan: “si a los asuntos que se refieren a las mujeres ni siquiera se les confiere la dignidad de ser objeto de un diálogo abierto, SENTIMOS QUE NUESTRA EXISTENCIA COMO VERDADEROS MIEMBROS DE LA IGLESIA NOS ES NEGADA” (las mayúsculas son mías).
Yo me pregunto ,¿ que pasaría si a las mujeres consagradas ( creo que están todavía en proporción de cuatro mujeres a un hombre) que ejercen servicios en todos los estamentos de la institución, de forma gratuita y voluntaria, se les abrieran los ojos, como lo hicieron esas monjas de la India (nada sospechosas de ser “feministas radicales”, por cierto), y a la vista de que solo se las considera como “mano de obra barata”, cuando ellas estaban convencidas de estar “sirviendo a la Iglesia” y a su misión de evangelización, se plantaran y se declararan en huelga?
Seguro que habría un colapso institucional universal. Pero eso no ocurrirá nunca porque se ha conseguido marcar a fuego en los espíritus temerosos que la virtud más meritoria delante de los ojos de Dios, es la obediencia a la Jerarquía. Y son las propias compañeras, monjas sumisas y obedientes al clero masculino, las que persiguen y hacen la vida imposible a las que se atreven a pensar por su cuenta.
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