6.5.22. San Pedro Nolasco (1180-1256): hombre de "merced", mensajero de libertad

Hoy se celebra en muchas iglesias (y en la familia mercedaria) el día de San Pedro Nolasco, santo de la libertad. Asií quiero evocar aquí su vida obra, desde una perspectiva histórica (siglo XIII, en un contexto marcado por la experiencia y obra de Francisco y Domingo) y actual (siglo XXI, tiempo de llamAda y compromiso nuevo de libertad).

Visión de San Pedro Nolasco - Wikipedia, la enciclopedia libre

 El "sueño" y camino de la libertad

En un sentido muy profundo, Jesús fue el primer mercedario: el que compró o ganó la libertad de los hombres, dando la vida por ellos. En la línea de Jesús quisieron actuar Pedro Nolasco y sus primeros compañeros y compañeras, formando un grupo social y religioso al servicio de la redención gratuita de los cautivos y oprimimos.  Entendido de esa forma, hombre o mujer de Merced es alguien que ofrece su vida para la libertad de los demás, conforme al modelo de Jesús, siguiendo el ejemplo de Pedro Nolasco y los primeros mercedarios.

En el siglo XIII, tiempo de Francisco y Domingo

           Queremos siguar el comienzo de esta historia a principios del siglo XIII, el año 1203.   Era un tiempo de cambios: se iniciaba en Europa un nuevo orden social y racional; se expandía el poder de comerciantes y burgueses, en medio de violencias sociales y crisis políticas, mientras se consolidaba la división entre musulmanes y cristianos. Habían fracasado las cruzadas, con su ideología de conquista del mundo (o al menos de la Tierra Santa); quedaba atrás la vieja cristiandad organizada de un modo sagrado, a través de monasterios y señores feudales. Comenzaba un tiempo nuevo,  muy parecido al nuestro. En ese contexto se habla de tres fundadores y movimientos religiosos: Domingo, Francisco y Nolasco. 

  1. Domingo de Guzmán era un clérigo hispano, que experimentó la guerra entre Albigenses y cruzados católicos. Muchos soldados y obispos llamados cristianos querían matar a todos los albigenses, por herejes y distintos (peligrosos), pensando que su problema sólo se podía resolver con la violencia. En contra de eso, al menos en principio, Domingo pensó que el tema de las disputas religiosas y sociales, debe resolverse a través de la palabra y así inició un movimiento de predicación ambulante, con el fin de que unos y a otros resolvieran sus diferencias a través de un más hondo conocimiento de la verdad. Para expandir su labor creó una fraternidad de hermanos predicadores ambulantes,  mendigos del evangelio, que regalan y comparten la palabra, en las plazas del mundo, ofreciendo a todos los hombres  y mujeres un acceso al conocimiento que libera y crea fraternidad.
  2. Francisco de Asís era un comerciante; que experimentó el peligro de una riqueza que esclaviza y divide a los pueblos y para superarlo suscitó un movimiento universal de fraternidad, de hermanos menores, mendigos del evangelio. Su mendicidad era signo de comunicación, una manera de compartir los bienes al servicio de la paz. Más que con la palabra, como Domingo de Guzmán, los franciscanos quisieron expandir el evangelio, incluso entre los musulmanes, con la pobreza y la fraternidad hecha palabra. De esa forma organización un tipo de misión testimonial de vida, no para conquistar las tierras de los musulmanes (como los cruzados), ni para ganar dinero con ellos (como los comerciantes), ni siquiera para convertirles a la fe cristiana, sino para compartir con ellos la vida en humildad y pequeñez. En ese sentido, Francisco es un testigo clave de la gratuidad cristiana.
  3. Pedro Nolasco y sus primeros compañeros pensaron que el problema primordial no es la ignorancia, ni siquiera la riqueza, sino la falta de libertad. La mayor ignorancia está allí donde no se puede realizar en libertad la vida; la mayor pobreza es carecer de todos los derechos, incluso de la posibilidad de escoger trabajo, casa y forma de existencia. Dios hizo a los hombres libres, dueños de sí mismos, diciéndoles: "creced y multiplicaos, dirigid en libertad vuestra vida sobre el mundo". Pues bien, el cautiverio, en sus diversas formas, se opone a la creación de Dios. Si uno es esclavo y no tiene libertad vive "a merced de los demás", que pueden dominarle, convirtiéndole en objeto o mercancía, al servicio de los intereses egoístas de un mundo que se vuelve enemigo de Dios. En contra de eso, el mercedario quiere ayudar a los hombres de un modo gratuito, en gesto de Merced liberadora, para que así puedan vivir libremente, como hijos de Dios[1].

      Así podemos resumir este motivo. Domingo se fijó en el riesgo de la ignorancia y del error;  Francisco destacó el de la riqueza, buscando cada uno una manera de ayudar a los demás en ese campo, siempre desde abajo, desde la mendicidad y pobreza. Nolasco fue sensible al problema de la falta de libertad. Es evidente que los tres problemas estaban y están ligados, de manera que no existe libertad sin “palabra” (plano de Domingo) y sin cambio económico radical (plano de Francisco). Pero los matices son distintos y así pueden y deben destacarse.

     Siguiendo el esquema anterior, podríamos decir que en la raíz de esos tres caminos o proyectos carismáticos del siglo XIII se encuentra siempre un mismo Jesús (el Jesús de la gracia creadora y del amor liberador), a quien sigue por un lado Domingo (que destaca su mensaje), por otro Francisco (que destaca la fraternidad desde la pobreza) y por otro Nolasco (que se fija en la libertad por la entrega de la vida). Pero los caminos no pueden separarse y cada uno actualiza, desde su perspectiva, todo el evangelio. En ese contexto situamos el comienzo de la obra mercedaria, en Barcelona, el año 1203.

En la linea obra de Pedro el Galileo, contemplación de todos los crucificados

Aparición del apóstol san Pedro a san Pedro Nolasco [Zurbarán] - Museo  Nacional del Prado

Hemos situado la obra de Nolasco a la luz de la redención de Cristo, en el contexto más amplio de los movimientos de Francisco y Domingo, que estaban incubándose en aquellos mismos años. Nolasco era un comerciante de Barcelona, un hombre de negocios, de la nueva burguesía. Su aportación máxima consistió en poner los métodos y posibilidades de la nueva burguesía europea (del Mediterráneo cristiano) al servicio de la liberación de los cautivos, dentro de un mundo en el que se expandía y fijaba la fosa social y religiosa entre la sociedad cristiana y la musulmana, con las fracturas correspondientes de falta de libertad. La obra de Pedro Nolasco ha de entenderse, por tanto, como un tipo de inversión económica y social, al servicio del evangelio.

Esta inversión de Nolasco ha de entenderse en un sentido doble. (1) Por un lado, él cambia el orden y sentido de los factores: pone el dinero al servicio de la libertad de los hombres y no al contrario; de esa forma, él “convierte”, haciendo que sea principio fraternidad, quitándole el riesgo de opresión y esclavitud que tenía (cf. Lc 16, 9: “con el dinero de la iniquidad ganaos amigos para la vida eterna”). (2) De esa forma invierte su capital en el “negocio” supremo y único de la vida humana: el despliegue y surgimiento de la fraternidad universal.  Esto sitúa su ora en un plano político, comercial y eclesiástico: 

  1. Plano político. Nolasco acepta en principio el orden social de su entorno, no porque sea buena, sino porque es lo que existe: la división política y cultura en bloques (el cristiano y el musulmán). De esa manera, él se sitúa dentro de la legalidad establecida, que está marcada por los reyes de Aragón, los condes de Barcelona (Pedro y Jaime). Por eso, algunos han podido situar su movimiento dentro de unas estructuras militares, tomadas en sentido extenso. Nolasco habría fundado una Orden o movimiento de militares, al servicio de la libertad de los cristianos cautivos.
  2. Plano comercial. Nolasco forma parte de las estructuras económicas de la nueva burguesía, con su forma de actuar (el comercio). No tiene que hacerse comerciante, lo es. No tiene que aprender a negociar, lo sabe. Lo que tiene que hacer ahora es administrar el dinero de otra manera, ponerlo al servicio de la redención de los cautivos. Está será, quizá, la mayor aportación de su movimiento, con los valores y riesgos que ello implica. Nolasco abre las puertas del comercio a la justicia y solidaridad, a la redención de los hombres, algo que nosotros, a principios del siglo XXI, no sabemos hacer todavía. 
  3. Plano eclesiástico. Nolasco pone en marcha un movimiento cristiano, dentro de la inspiración del evangelio, en el interior de la iglesia. Ese movimiento desemboca, el año 1218, en la fundación de un tipo nuevo de Orden religiosa, bajo la aprobación del Obispo de Barcelona, Berenguer de Palou. Más tarde, el año 1235, la Orden recibirá la aprobación pontificia.

Estos tres rasgos, y especialmente el último, pueden recibir un sentido cristianos. Ellos definen el surgimiento y notas básicas del movimiento mercedario, tal como ha sido acogido por las Constituciones de 1272. Ciertamente, estas Constituciones son mucho más tardías: ellas sólo han quedado fijadas después que pasaron casi 70 años desde el comienzo del movimiento mercedario. Como sucede siempre en el interior de la historia humana, primero viene la vida y sólo después surge la reflexión sobre esa vida, la organización canónica. La Merced no se inicia con las Constituciones de 1272 (ni con la fundación canónica de 1218), sino que es algo anterior, un carisma de humanidad y de vida, al interior de la iglesia. De todas maneras, la visión de los hermanos de 1272 resulta muy importante para entender lo se inició en 1203. Las Constituciones dicen así: 

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo  determinaron por su gran misericordia y su gran piedad, fundar y establecer esta Orden, llamada Orden   de la Virgen María de la Merced...  de cuya determinación dispusieron a Fray Pedro Nolasco su siervo, mensajero y fundador y adelantador[2].

 Así expresaron las Constituciones de 1272 el establecimiento y despliegue de la Merced, desde la perspectiva de los religiosos varones, que ven a San Pedro Nolasco como inspirador y ejecutor de una obra redentora, que proviene de Dios. Es evidente que las cuatro palabras que le aplican (siervo, mensajero, fundador y adelantador) deben matizarse y ampliarse, leídas desde la perspectiva global del movimiento mercedario. Pero ellas nos ayudan a situar y entender la figura de Nolasco y de sus compañeros, que se creen portadores de una obra que pertenece al mismo Dios que vincula a Nolasco con Jesús y le hace siervo, mensajero, fundador y adelantador de una obra de redención: 

  1. Siervo. Nolasco aparece como siervo del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo (en catalán lur, de ellos). Al mismo tiempo, él se sitúa en continuidad con Moisés, el siervo de Dios y redentor por excelencia en todo al Antiguo Testamento (cf. Ex 14,31; Núm 12,7; Dt 34,5), y en la línea del Siervo de Yahvé que anuncia y condensa la acción liberadora de Dios en favor de su pueblo cautivado en el exilio de Babilonia (cf. Is 49-55). Siervo de Dios ha sido  también (y plenamente) Jesús, como indica varias veces el Nuevo Testamento: cf.  Lc 4,18 ss; Mt 11,l8-21.29; Hech 3,1-3; 4,27-28; Flp 2,5-11). Desde esa perspectiva hay que entender la acción de Pedro Nolasco como Siervo de Dios, continuando y aplicando la obra de Jesús, para liberación de los cautivos. Sabe la tradición bíblica que el siervo ha de estar dispuesto a dar la vida; este pasaje supone que Pedro Nolasco lo ha estado, como seguiremos viendo. 
  1. Mensajero. Continuamos en la línea del AT, evocando la presencia y anuncio de aquel buen mensajero que proclama el evangelio de liberación para los cautivos (cf. Is 40, 1-9; 52,1-10 etc). El auténtico mensaje de la libertad y del reino de Dios ha sido Jesús, conforme a Lc 4,18-19 y Mt 11, 5. Los mercedarios saben que Pedro Nolasco ha sido un laico, un hombre del pueblo de Dios, no un sacerdote oficial. Por eso, su palabra de anuncio no ha sido mensaje de tipo litúrgico sagrado, encuadrado en la liturgia de la Iglesia. Pedro Nolasco ha sido mensajero de liberación con su palabra y gesto en favor de los cristianos cautivos, es decir, con su propia vida de comerciante “en perlas finas”, es decir, en libertad (cf. Mt 13, 44-45). Su condición y obra de mensajero de libertad  pertenece al mismo corazón secular de la vida de la iglesia, al principio de toda redención. No es un sacramento o signo de otra cosa, sino que es la misma realidad del evangelio, hecha presente en unas determinadas condiciones sociales..
  1. Fundador. Las Constituciones nos dicen que Padre, Hijo y Espíritu "determinaron fundar esta Orden",entendida en el sentido extenso, como institución liberadora. Pues bien, para poner sus cimientos e iniciar la construcción, las “personas” de la Trinidad han escogido a Pedro Nolasco. El no ha sido un siervo solitario ni un mensajero aislado sino que ha logrado convocar a unas personas, ha juntado a unos compañeros y con ellos ha fundado una  Orden, es decir, un grupo establecido, organizado,  estructurado, al servicio de la redención. Los que escriben este pasaje, los capitulares de 1273, reconocen a Pedro Nolasco como fundador y cimiento de un edificio en el que ellos se encuentran insertados, integrados, conforme a una imagen fuerte del Nuevo Testamento, que presenta a Cristo como  piedra de cimiento de la iglesia (cf. Mc 12, 10-11). Eso es lo que Pedro Nolasco ha sido en la Orden: ha fundado con su vida el edificio de la Merced, que se concreta en una Orden religiosa, pero que es más amplio que esa Orden. 
  1. Adelantador. Ese término (en catalán  enantador) se refiere a aquel que va adelante, abriendo un camino, arriesgándose en una empresa que luego podrán asumir otros. En esta perspectiva ha surgido desde tiempo antiguo la figura del  adelantado, es decir, de aquel que recibe el encargo de ir precediendo a los demás en una tarea nueva y arriesgada. En esa tarea no existen aún caminos hechos, ni tampoco un territorio conocido y  ya seguro; quien asume el proyecto de la redención tiene que estar dispuesto a abrir caminos con su propia vida, con su entrega y con su riesgo. Eso ha sido y sigue siendo Pedro Nolasco para aquellos que recogen el sentido de su obra: un adelantado de la redención, un hombre providencial que sigue iluminando la tarea de su Orden. Así le podemos entender aún todavía, si es que su proyecto se adelanta y nos adelanta, haciéndonos capaces de buscar nuevas perspectivas y líneas de búsqueda de liberaciòn.

Nolasco aparece en este pasaje como potador de una obra que le desborda, de una obra de Merced, al servicio de los cristianos cautivos, dentro de un orden político, económico y religioso bien determinado (Barcelona, a comienzos del siglo XIII). Es evidente que los rasgos de su movimiento han de entenderse desde ese trasfondo, que puede cambiar y ha cambiado a lo largo de los siglos. Por eso ha seguido la Merced, porque ha podido adaptarse a las nuevas circunstancias.

Pero lo que hicieron Nolasco y sus primeros compañeros permanece como punto de referencia. Los títulos que le ofrecen las Constituciones son los títulos y tareas de todos los que quieren ser redentores: han de ser siervos de Dios, mensajeros de libertad, fundadores de una empresa mesiánica, adelantados de la libertad.  

  La Merced, movimiento redentor

San Pedro Nolasco

             Más que una Orden en sentido estricto, Nolasco fundó un movimiento de liberación, que tenía en principio un carácter laico, vinculado a las cofradías de comerciantes, aunque pronto, por condiciones sociales y religiosas, tuvo que vincularse a los dos poderes fácticos de ese momento: la Corona (el Rey) y la Iglesia (el Obispo). Esas circunstancias pueden cambiar, como ha cambiado de hecho el orden social y político de la humanidad y la misma estructura de la Iglesia. Pero la inspiración de fondo permanece. Ella ha sido fijada, de un modo ejemplar, por las mismas Constituciones de 1272, que siguen fijando el programa de los hermanos y de todos los participantes del movimiento mercedario: 

  • – (Los religiosos de la Merced) trabajen de buen corazón y buena voluntad y buena obra en visitar y liberar  a aquellos cristianos que están en cautividad y en poder de sarracenos o de otros enemigos  de nuestra ley...  (Obra mercedaria).
  • B Para la cual Merced, de seguir y adelantarse y visitar y liberar a los cristianos del poder de los enemigos de la Orden de Cristo,  los frailes de esta Orden, como hijos de verdadera obediencia,  estén siempre dispuestos a dar su vida como Cristo la dio por nosotros (Compromiso mercedario)[3].

La obra  es la liberación de los cautivos: el compromiso fundamental que ella implica es la entrega de la vida.  Ciertamente, los redentores deben utilizar otros medios, sobre todo los económicos (dinero) y los políticos (la posibilidad social de establecer contactos legales con los musulmanes). Pero el capital básico de los redentores, el único  que garantiza la acción liberadora, es el don de la vida. De esa manera, la redención  mercedaria aparece como una continuación y concreción de la obra de Cristo:   

  • B Jesús resucitado visita y libera a sus amigos cautivos en el mismo infierno de este mundo, en gesto universal de entrega liberadora, abierta al gozo de la gloria. Este es el signo de la resurrección de Cristo, está la prueba de su triunfo: por medio de él, Dios sigue abriendo un camino de liberación dentro del infierno de la historia, haciendo a los hombres y mujeres capaces de asumir un camino de gratuidad que se abre a la resurrección.
  • B Los mercedarios se comprometen a visitar y liberar a los cristianos cautivos. Los gestos fundamentales siguen siendo los mismos de Jesús (visita y redención); pero en vez de todos los amigos de Jesús (los necesitados en general, condenados a la muerte) aparecen ahora los cristianos cautivo (condenados a la opresión), que han de ser amigos especiales de los mercedarios.

 El texto afirma que los hermanos deben trabajar, es decir, esforzarse. La acción redentora no se puede entender en un nivel contemplativo; no es pura intención de la mente, ni es sólo una oración del corazón o liturgia de tipo espiritual que reúne a los orantes en actitud contemplativa. La acción redentora es un  trabajo, acción integral que brota de la totalidad de la persona. Este es un trabajo que se expresa y expande como entrega de la vida.  Desde ese fondo ha de entender los tres elementos que el texto ha establecido, distinguiendo el nivel del corazón, de la voluntad y de la obra.  Así han de trabajar los redentores:  

  1. De buen corazón. El ser humano es ante todo corazón, es decir, profundidad de amor, memoria afectiva que vincula a lo divino. En el lugar donde otros suelen poner la intuición de Dios o el ser profundo (en línea más contemplativa que activa), nuestro texto pone el corazón (en línea de amor redentor). En clave de amor vive el mercedario, sólo desde una fuerte experiencia de amor puede realizar su acción redentora. Únicamente  puede ser buen mercedario aquel que es  limpio de corazón (Mt 5, 8; cf.  Mt 11, 29), aquel que lo ha centrado (ha centrado su amor) en el lugar del verdadero tesoro del Reino de los cielos, que se expresa como amor redentor (cf. Mt 6, 21). De esta forma se supone que en el principio de la vida está el corazón, el amor gratuito y cercano, que se abre de un modo especial hacia los necesitados  y oprimidos.

  1. De buena voluntad. Del amor profundo o corazón proviene la buena voluntad, es decir, el compromiso activo, la determinación radical. Los escolásticos, que vendrán después, tenderán a decir que la voluntad nace del conocimiento (nihil volitum nisi precognitum). Pues bien, en contra de eso, para el mercedario, la voluntad nace del corazón, es decir, del amor más hondo, de la ternura creadora. Esta buena voluntad, que nace del corazón, no se puede confundir con ningún voluntarismo puro, con ningún esfuerzo hecho por ley, a través de alguna imposición. Al contrario, está buena voluntad brota del corazón, del amor profundo, de la experiencia del amor misericordioso, que es el único que puede fundar la  obra redentora. Las concreciones intelectuales, los planes operativos, las estrategias redentoras vendrán después. Si falta esta voluntad de libertad en el amor (no de poder) o de sistema legal es imposible la acción mercedaria, en sentido cristiano.

  1. Y por buena obra. El corazón y voluntad se expresan a través de la obra buena, es decir, de la acción adecuada. En este momento se vuelve necesaria la planificación intelectual, eso que pudiéramos llamar el proyecto redentor, que necesita inteligencia y medios adecuados. En este lugar se sitúa la sabiduría de las obras, la estrategia comercial del amor que se dedica a redimir personas y no a lograr ganancias comerciales. En ese contexto de la buena obra se sitúa la institución de una orden, entendida como grupo organizado, con fondo religioso y social, al servicio de la redención. En este contexto se vuelve necesario eso que podemos llamar el “sistema” de la redención, con unos medios (de recogida de limosna, de división de tareas) que deben programarse y realizarse con gran cuidado. La tarea de Francisco de Asís podía ser más personal y espontánea; no se necesitaban grandes planificaciones, pues cada uno, cada pequeña comunidad, podía ofrecer el testimonio de la libertad del evangelio. Por el contrario, una tarea comercial de liberación, como la de Nolasco y sus primeros compañeros, exige una buena obra, planificada en conjunto, realizada en detalle

Esta buena obra  de la redención brota de los elementos anteriores (del buen corazón y de la buena voluntad), pero tiene que realizarse a través de unas mediaciones económicas y jurídicas, sociales y personales que pueden ser muy complejas. Para redimir a los cautivos hay que entrar en los mecanismos de la cautividad, para utilizarnos en sentido liberador. Hay que conocerlos bien, conocer las leyes y normas del dinero y del comercio, pues sólo así se puede convertir el dinero del mundo en medio de redención.

Esto es lo que ha hecho Pedro Nolasco. Suponemos que tenía buen corazón y  buena voluntad, pues sólo así pudo realizar la obra que hizo. Pero lo que conocemos en concretos son sus obras. No conservamos el testimonio directo de sus oraciones, de sus posibles experiencias contemplativas. Pero conservamos una larga serie de documentos comerciales en los que él aparece realizando transacciones de diverso tipo al servicio de la redención. Acepta bienes, recibe encargos... para redimir cautivo. Y siempre, en todos los casos, aparece como un simple siervo de los cautivos, un administrador de la limosna de la redención[4].

La acción externa recibe dos nombres fundamentales: visitar y liberar. Estos son los gestos de la  redención en perspectiva mercedaria. El nombre genérico, empleado en el título de la Orden, es la redención. Visitar y liberar son los gestos particulares, es decir, los medios que emplea el mercedario para realizar su buena  redentora.

  • B Visitar. Es el comienzo de la acción redentora. Hay que llegar hasta el lugar en que se encuentran los cautivos, compartiendo su opresión y sufrimiento. Eso significa que en el principio está la encarnación: vivir por dentro el dolor de los demás, compartir su propia suerte, conocer por experiencia sus dolores
  • B Liberar (desliurar). Este es el culmen de la acción redentora: romper las cadenas de aquellos que se encuentran atados, cortar sus ataduras, permitiendo de esa forma que ellos puedan realizarse. Lo que importa al fin no es el gesto mercedario (visita) sino el nuevo modo de existencia de los liberados.

Las dos palabras, visitar y liberar, que el texto ha tomado de la tradición bíblica (Lc 1, 68), constituyen una profunda unidad significativa. El que visita se introduce, entra en el mundo de los cautivos; el que libera saca, hace que los cautivos puedan superar su  estado antiguo. Esta es la acción mercedaria, tal como ha sido codificada por las Constituciones de 1272, que recogen, de un modo canónico, la inspiración primera de 1203, en su sentido más concreto y más abierto:

  • B Liberar a cautivos del siglo XIII. El ideal de la Merced se encarna en una obra concreta: liberar a los cristianos cautivos en poder de sarracenos... En este horizonte se mueve la acción mercedaria, conforme a la exigencia y a las posibilidades sociales y religiosas de aquel tiempo, en un mundo que se estaba dividiendo en dos bloques sociales (cristianos y musulmanes). Aquella fue una cautividad históricamente determinada, al final del tiempo de las cruzadas, en un tiempo en que los grandes seguidores de Jesús como Domingo y Francisco buscaban unas formas no violentas de presencia cristiana en las zonas de conflicto humano. Aquella era una cautividad con unas raíces sociales concretas, que nos sitúa en el cruce de culturas y religiones, que ha sido y sigue siendo uno de los lugares más fuertes de conflicto humano.

 B Ampliar la libertad. La Merced se expresa como una obra abierta, de manera que las Constituciones hablan de ofrecer libertad a cristianos (a personas) que están en poder de otros enemigos de “nuestra ley” (que aparece también como Ley de Cristo). En este contexto, a la luz de la experiencia mercedaria (y de la teología de aquel tiempo) esa Ley de Cristo se identifica con el más hondo compromiso de amor y libertad. Enemigos de esa ley son por lo tanto los poderes que oprimen o  esclavizan al ser humano, todos los que han convertido nuestro mundo en cautiverio o cárcel donde estamos ahora esclavizados. Desde una perspectiva social cristiana, en el siglo XIII; esos “enemigos” tienden a identificarse con algunos musulmanes. En la actualidad, esos enemigos de la Ley de Cristo son todos los poderes o personas que oprimen a los demás, que no les dejan realizan su vida en libertad, como hijos de Dios.

 La obra de Pedro Nolasco es una ventana abierta al misterio pleno de la nueva humanidad. Ciertamente existen otros medios, otras "ventanas" que nos abren hacia el mundo divino de la gracia y de la unión reconciliada entre los hombres. Pero la de Nolasco y sus compañeros, desde 1203, es muy importante. Pues bien, ella sólo puede expresarse y realizarse allí donde los mercedarios se comprometen a dar la vida por la libertad (es decir, por la vida) de los demás.

 Son valiosas las posibles ayuda políticas (la presencia del Rey) y eclesiásticas (la aprobación del obispo). Pero, en sí misma, la acción mercedaria sólo es posible allí donde sus promotores se encuentren  radicalmente disponibles, es decir, dispuestos a dar la vida por aquellos a quienes desean liberar. Sólo la vida da vida, sólo el amor redime y crea personas. La liberación mercedaria aparece así como una concreción de la redención cristiana. Jesús murió por sus amigos (cf. Jn 15,13-14); también el mercedario está dispuesto a dar la vida por ellos, en gesto de gratuidad gozosa.

En el fondo de esta  disponibilidad viene a expresarse el misterio radical del evangelio: (quien ame su propia vida la perderá; quien pierda su vida por mí o por el evangelio la salvará! (Mc 8,35 par).  En ese sentido, el evangelio de la Merced no dice nada nuevo, sino que se limita a presentar en un plano social, dentro de una situación económica y política de conflicto religioso, los principios del evangelio de Jesús. Así se pueden condensar los dos principios:

Hay una sociedad de violencia que oprime a los hombres, privándoles de la libertad. En aquel momento (siglo XIII), mirados desde una perspectiva cristiana, los hombres más oprimidos y sufrientes (no los únicos) eran los cautivos. Ellos padecían la violencia de la lucha entre los dos bloques religiosos y sociales, teniendo que vivir como expulsados de su propio grupo social.

Frente a esa situación de la sociedad que expulsa o cautiva a los culpables se eleva el mercedario, en gesto de amor liberador. Precisamente los cautivos, expulsados del sistema social, son para el mercedario los amigos: son los más dignos de amor, los inocentes en sentido radical. Estar dispuesto a morir por ellos significa confesar de un modo práctico la fe en el Cristo

Perder la vida por Jesús y como Jesús significa ponerla en manos de los amigos, entregarla por ellos. Sólo de esta forma se confiesa el triunfo del amor sobre la muerte; así se testifica el misterio de la pascua.  Ciertamente, como vengo diciendo, hay otros poderes que son importantes: un orden social reflejado en el rey, una institución cristiana personificada en el obispo. Más importantes son aún, para la Merced, los medios económicos, es decir, la solidaridad de un grupo social que pone la libertad de los cristianos (de los pobres y oprimidos) por encima de su propio egoísmo económico. Pero sólo es importante de verdad el compromiso de entrega de la vida: el regalo de la propia vida al servicio de los demás. Este es el único “capital” cristiano o, mejor dicho, verdaderamente humano: el saber que podemos compartir la vida y regalarla, en gesto que llamamos de merced, es decir, de gratuidad, y no de mercado donde todo se compra o se vende.

Notas

[1] He desarrollado el tema en  Camino de liberación. El modelo mercedario, EVD, Estella 1987, recogiendo las citas básicas de los autores mercedarios que han estudiado el tema, sobre todo en el siglo XVI-XVII..

[2] Las Constituciones de 1272 ha sido editado en su original catalán y en su versión castellana, con un comentario de tipo histórico, por R. Serratosa, Las Constituciones Primitivas de la Mercerd, Estudios 12 (1956) 413-583. Nueva edición y comentario en J. Devesa Blanco,Las Primitivas Constituciones de la Merced o "Constituciones amerianas", Analecta Mercedaria 2 (1983)5-120. He realizado un amplio estudio del tema en Redención y Razón en las Constituciones de 1272, en Homenaje a Vicente. Muñoz, Estudios, Madrid  1995, 13-57 [=Estudios 51 (1995)  13-57].

[3] En el trabajo citado en la nota anterior, he destacado el sentido de los dos elementos arriba indicados. Cf. además:  J. Millán Rubio, La Orden de N. S. de la Merced. 1301-1400, Curia General, Roma 1992;  C. Portugal,  Reflexiones acerca del carisma mercedario,  Curia General, Roma 1981. Una vision más amplia y matizada en Varios,  Las dos Órdenes Redentoras en la Iglesia. Actas del I Encuentro Trinitario-Mercedario. Madrid 7-9 de septiembre de 1988, Estudios, Madrid 1989

 [4] Así lo han mostrado F. Gazulla, La Orden de N. S. de la Merced,  Mercedarios, Valencia 1985, 128-138 y J. Devesa, Fray Pedro Nolasco en documentos notariales de su tiempo, Obra Mercedaria 1979-1983 (en diversos números), donde recoge los diversos documentos en los que Nolasco aparece asumiendo el compromiso de la redención, ante un notario, pues se trata de temas de dinero que debe ponerse íntegramente al servicio de la liberación de los cautivos.

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