(c) El leproso sabe más que Jesús y le obedece al desobedecerle (con J. Marcus)

Por eso, cuando Jesús le dice y manda, con gran irritación, que vaya y se someta a los sacerdotes, el leproso “obedece” a Dios y a su conciencia (y en el fondo al mismo Jesús) no obedeciéndole. Por mucho que Jesús le mande él no puede ir y someterse a los sacerdotes oficiales… Por mucho que Jesús se irrite, él no puede escucharle.
Este leproso curado “sabe” más que Jesús, y al desobedecerle abre ante él un camino que Jesús no había considerado hasta entonces. De ahora en adelanta, será Jesús quien (habiendo curado al leproso) aprenderá su lección. No se puede contar con estos sacerdotes. Hay que salir de su "espacio". Pero sigamos leyendo.
(Al final, para que el lector interesado puede completar mi visión, añado la versión de Joel Marcus, Maros, Sígueme, Salamanca 2010), sin las notas, que deberán verse en el texto impreso). Buen día a todos.
Texto: Mc 1, 45. El leproso no “obedece”
45 Pero él, saliendo se puso a divulgar a voces la palabra, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aun así seguían acudiendo a él de todas partes
Hemos encontrado en los versos anteriores al Jesús más duro, al Jesús irritado, que ordena al leproso purificado que calle y se integre en el orden social de los sacerdotes, conforme a lo prescrito por Moisés. Pero el leproso no le quiere obedecer, sino todo lo contrario: en vez de acudir al sacerdote y guardar silencio empieza a “kêryssein polla”, esto es, a proclamar con gran fuerza lo que hace Jesus .
Introducción
El primero que proclamaba (con keryssein) el mensaje de Dios ha sido Juan Bautista, anunciando el bautismo de conversión (1, 4). El segundo en hacerlo ha sido Jesús, promulgando el Reino de Dios (1, 14). El tercero es este leproso que no anuncia ya ni conversión ni reino (en sentido estricto), sino ton logon, la palabra, es decir, aquello que es y que ha hecho Jesús. De esa forma aparece, con la suegra de Simón (1, 31) como el primer testigo del evangelio y fundador de la nueva comunidad de los liberados.
Este leproso había sido antes “expulsado” por los sacerdotes, cuando estaba enfermo, teniendo que vivir fuera de pueblos y aldeas. Ahora que está curado (que es puro) no quiere someterse más al control de esos sacerdotes, es decir, de la ley sacral, de manera que pudiéramos llamarse un “leproso paulino” (pues Pablo ha sido el primer cristiano bien conocido que ha rechazo de un modo sistemático un tipo de ley sagrada que mantiene a Israel separado de otros pueblos).
Desde ese fondo podemos y debemos afirmar que este leproso “sabe” externamente más que Jesús, atreviéndose a sacar unas consecuencias que Jesús por entonces no sabía o no quería admitir, pero que estaba en el fondo de su “compasión”. La misma dinámica que Jesús ha puesto en marcha, su forma de actuar con misericordia, hace que este leproso rompa (supere) la estructura sacral de Israel, para buscar una comunidad universal, fundada en Jesús.
La suegra de Simón respondía al "milagro" (Jesús la levantó en sábado) poniéndose a servir a los demás, superando así un aspecto de la sacralidad del judaísmo.
En esa línea actúa este leproso, pero de un modo más directo y programado, predicando el mensaje de Jesús en los pueblos de Galilea e influyendo en la estrategia posterior del evangelio. Es como si el mismo Jesús tuviera que aprender dos veces. (a) El leproso le había enseñado al principio su poder (si quieres, puede limpiarme: 1, 40). (b) Ahora le enseña de nuevo las consecuencias de lo que ha hecho: ¡Jesús no puede curar al leproso, para decirle después que se someta a los sacerdotes) .
Este leproso sabe que Jesús ha puesto en marcha un movimiento de reino y debe aceptar las reacciones que su gesto ha suscitado. Después de curarle, Jesús ha pedido al leproso que acepte la ley sacral antigua: ¡muéstrate al sacerdote...! Pero el curado ya no puede obedecerle, pues el mismo Jesús le ha mostrado un camino de liberación y reino que supera el control de los sacerdotes. De esa forma, desobedeciendo a Jesús le obedece de verdad, y Jesús debe aceptarlo (=convertirse). De esa forma surge una situación paradójica que marca el proceso posterior del evangelio.
Elementos básicos del gesto
− Principio: El leproso se vuelve predicador: «¡Empezó a proclamar con insistencia (kêryssein polla) y a divulgar la palabra (ton logon)», rompiendo de esa forma una ley de exclusión que mantenía separados a los leprosos (1, 45a). Ambos términos (kerigma y logos) nos sitúan en el corazón del evangelio: la curación del leproso (a quien Jesús ha tocado y querido) se hace kerigma y palabra, y así lo empieza proclamando el leproso (¡que aparece así como el primer misionero de Jesús!). De esa forma “desobedece” a Jesús en un sentido, pero en otro le obedece y le enseña, y le muestra un camino que el mismo Jesús tendrá que seguir (cf. 2, 2; 4, 14 ss), poniendo en marcha un programa de Reino que va más allá de lo límites de la ley de los sacerdotes. El primer predicador del evangelio es un leproso curado, que desobedece a Jesús, obedeciéndole en un sentido más profundo.
− Consecuencia: Jesús ya no puede entrar abiertamente en las ciudades sino que ha de habitar en despoblado (1, 45b). Por causa de este leproso, él debe suspender el programa que había iniciado en 1, 39, como reformador de las sinagogas, al menos por un tiempo. ¿Por qué? ¿Porque el mensaje molesta a muchos? ¿Porque quiere evitar las muchedumbres? La respuesta parece más simple: Jesús no puede entrar en los pueblos porque se ha hecho impuro, como el leproso al que ha curado y que va proclamando por doquier lo que ha sucedido! Jesús ha tocado al leproso, está contaminado, se ha vuelto hombre sucio, conforme a la visión sacral de sacerdotes y escribas, cuya autoridad rechaza este curado (¡no se somete a ellos!).
− Jesús expulsado. Ha sido él quien ha querido expulsar al leproso curado, y lo ha hecho irritado. Pero, al no obedecerle, este buen leproso ha conseguido que Jesús quede expulsado, al menos por un tiempo indeterminado (como índice el verbo ên). De esa forma, este Jesús “leproso” (marcado por su forma de tratar a los leprosos) queda por un tiempo “fuera de ley”, viviendo al descampado. Él no puede “ir” a los lugares donde están los otros, sino que debe habitar en lugares desiertos, pero vienen a buscarle de todas partes, reconociendo así que hay un tipo de vida, una misión, que no puede extenderse desde los lugares donde se ha impuesto la ley establecida, regulada por los sacerdotes de turno. Jesús no puede entrar en los pueblos, pero vienen a buscarle las muchedumbres de los pueblos, aquellos que saben que hay algo (Alguien) por encima de la “buena ley”, una humanidad leprosa que debe ser curada .
Sin haberlo intentado (por su misericordia), Jesús ha desencadenado un proceso de ruptura y de nuevas relaciones sociales, que ha puesto en marcha este leproso quien ha entendido que tras del enfado de Jesús (¡bien comprensible!) se escondía una voluntad más alta de curación, que exige la ruptura del orden establecido, algo que sus discípulos y Roca no acabarán de entender, hasta el final del evangelio (16, 7).
Ampliación.
Parece que sus discípulos no entienden y siguen calculando conforme a los principios del judaísmo legal, al que quieren someterse. Este leproso, en cambio, ha comprendido, como hizo la suegra de Simón (1, 31) y hará la sirofenicia (7, 24-30); desobedeciendo, él ha obedecido de un modo más alto, abriendo un camino de esperanza en la trama de opresión del mundo. Marcos no dice cómo organiza su vida después (sin el aval del sacerdote), cómo se ha integrado en un tipo nuevo Israel (si lo ha hecho) sin acudir a los sacerdotes, creando así una sociedad alternativa, fuera de las ciudades. Todo nos permite suponer que su caso sigue abierto lo largo del evangelio. Por eso, como he dicho ya, es lógico que volvamos a encontrarlo, al menos veladamente, en 14, 3, ofreciendo su casa a Jesús y a la mujer del vaso de la unión, cuando los sacerdotes quieren matarle .
El gesto del leproso enfrenta a Jesús con el judaísmo sacerdotal, de manera que este pasaje, situado entre la expulsión de los demonios de las sinagogas (1, 39) y el perdón de los pecados (2, 2-12), puede interpretarse como anuncio del enfrentamiento final de Jesús en Jerusalén; es lógico que el leproso vuelva a aparecer en 14, 3-9, en contexto de entrega de la vida. Para Marcos, el reto de Jesús está en formar un nuevo grupo humano (iglesia) a partir de los leprosos (marginados, impuros), con lo que ello implica de superación del sistema de purezas sacerdotal. En presentado el tema en El Evangelio. Vida y Pascua de Jesús (BEB 75), Sígueme, Salamanca 1993, 80-93.
Este leproso ha entendido bien lo que implica la misericordia sanadora de Jesús de manera que ha podido obedecerle desobedeciendo y enseñándole a vivir “en los lugares desiertos”, fuera de la ley de las ciudades (como él, el leproso, había tenido que vivir muchos años). Sólo así, desde fuera del “buen mundo habitado” (es decir, en lugares desiertos: ep’erêmois topois: 1, 45)), puede iniciarse la alternativa del reino . Ese leproso curado había sido y seguirá siendo un hombre del “margen”. Ha vivido fuera de la ley sagrado, y, una vez curado, esa ley ya no le importa, porque antes le había expulsado. Por eso, él no necesita buscar la protección ritual de los sacerdotes. No pudieron curarle en otro tiempo; no tiene que rendirles obediencia ahora. Es un liberado y conforme a lo que hará después el endemoniado de Gerasa (5,19-20), viene a convertirse en mensajero de Jesús sobre la tierra.
Conclusión
Este contraste entre Jesús (que pide fidelidad a ley y sacerdotes) y el leproso (que rompe con la ley y predica la palabra-acción de Jesús) nos lleva al centro de la trama de Marcos. El redactor no juzga ni adjetiva las acciones; simplemente indica lo que pasa, y así supone (y va diciendo a lo largo del evangelio) que Jesús debe aprender de este leproso, y ocultarse, pues le buscan por doquier, pidiéndole milagros. Eso significa que la predicación del leproso es buena, su gesto es positivo, aunque quizá resulte por ahora apresurado. Solamente tras la pascua, cuando recuerden plenamente lo que ha pasado en Galilea (cf. 16,6-7), los discípulos podrán entender en su verdad y proclamar sin miedo la palabra que propaga este leproso que no ha querido reintegrarse en el sistema legal de los sacerdotes.
Los otros discípulos (incluido Simón, al que Jesús llamará Roca/Pedro) acabarán abandonando y entregando a Jesús en manos de los sacerdotes de Jerusalén. Este curado ha visto mejor: se ha arriesgado por Jesús desde el principio, superando la ley sacral antigua y abriendo por Jesús (para Jesús) un camino de predicación y palabra que sólo podrá entenderse del todo y culminar tras la pascua. De esa forma ha recorrido ya en un solo movimiento los muchos pasos que ha de dar el verdadero discípulo del Cristo. Desde ese contexto será lógico que el leproso que acoge a Jesús en su casa al final del evangelio sea este mismo leproso curado y se llame Simón.
AÑADIDO. JOEL MARCUS, Marcos, Sígueme, Salamanca 2010
(1, 40-45)
1 40 Y vino un hombre con enfermedad de escamas, rogándole y diciendo: Si quieres, puedes limpiarme. 41 Y airándose, extendiendo la mano, tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. 42 Al instante la enfermedad de escamas desapareció y quedó limpio. 43 Y enfureciéndose le expulsó inmediatamente. 44 Y le dijo: No digas nada a nadie; sino vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio ante ellos. 45 Pero él, saliendo comenzó a proclamar, con gran fuerza lo ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y seguían viniendo a él de todas partes.
NOTAS
1. 40. Un hombre con enfermedad de escamas. Gr. lepros. «Enfermedad de escamas» (scale disease) es la forma que emplea J. Milgrom para traducir el término hebreo sāra‛t, que los LXX han traducido como lepra. La traducción usual (lepra) resulta engañosa, pues sāra‛t / lepra designa una variedad de casos en los que la piel se vuelve «escamosa», pero no incluye lo que actualmente se llama lepra (según las investigaciones de Hansen). Tal como aparece descrita en Lev 13-14, esta enfermedad se desarrolla rápidamente y hay personas que, a veces, se curan de ella. Por el contrario, la lepra estrictamente dicha se desarrolla a lo largo de bastantes años y es incurable, a no ser que se apliquen algunos medios terapéuticos modernos .
rogándole. Gr parakalōn auton. Algunos manuscritos (א, A, C, L etc.) incluyen después de esas palabras «y arrodillándose» (kai gonypetōn). Esta idea de arrodillarse, aunque no la frase exacta, está apoyada por los pasajes paralelos de Mateo y de Lucas. Sin embargo, esas palabras (kai gonypetōn) no aparecen en B, D, W y en otros textos. La frase pudo haber sido añadida por algunos escribas, para asimilar este pasaje con 10, 17 y para destacar así la divinidad de Jesús. B. M. Metzger piensa que ellas son originales y fueron eliminadas inadvertidamente por un caso de homoteleuton (cf. glosario), pero la palabra anterior (auton) sólo tiene la última letra en común con gonypetōn. Por eso pensamos que es más probable el texto corto.
41. enojándose. Gr. orgistheis. Ésta es una lectura que aparece en los testimonios occidentales (D, Vetus Latina, Efrem), aunque una tradición mucho más extendida dice splachnistheis (compadeciéndose: א, A, B, C etc.). Sin embargo, esta última lectura, constituye probablemente un intento de los escribas por mejorar el texto (haciendo que Jesús se compadezca, no que se enoje), aunque en ella podría reflejarse también el intercambio entre las guturales heth y ‛ayin en las palabras arameas ethra‛em (se enojó) y ethraham (tuvo piedad de) . B. M. Metzger se opone a la lectura que escogemos (enojándose), afirmando, en contra de aquellos que dicen que los copias han querido mejorar el texto, que esos copistas han conservado la ira o enojo de Jesús en Mc 3, 5 y en 10, 4 y que también habrían podido conservarla aquí. Pero, en contra de eso, debemos afirmar que la ira de Jesús resulta fácilmente comprensible en aquellos pasajes, pero no en 1, 41.
Por otra parte, si la lectura original hubiera sido splachnitheis, Mateo y Lucas hubieran conservado probablemente esa palabra en sus paralelos, dado que ellos la utilizan en otros lugares refiriéndose a Jesús (Mt 9, 36; Lc 7, 13. Por el contrario, si el original es orgistheis, es fácil entender la razón por la que los escribas y los evangelios posteriores cambiaron la palabra . La Scholars Bible acepta la palabra orgistheis, pero traduciéndola de un modo concesivo (aunque Jesús estaba indignado); pero el participio paralelo embrimēsamenos (indignándose) de 1,43 tiene un sentido causal (no concesivo), y en Jn 11, 33.38, donde se emplea también la palabra embrimēsamenos, la indignación de Jesús ante el poder de la muerte constituye el motivo para una curación milagrosa . Por eso, nos inclinamos a pensar que el texto original decía enojándose (orgistheis) y que esa palabra tenía un sentido causal: es precisamente el enojo el que lleva a Jesús a curar al enfermo de la piel.
Extendiendo la mano, tocó y le dijo. Gr ekteinas tēn cheira autou hēpsato, literalmente: “habiendo extendido él la mano, tocó”. Juan Crisóstomo (Homilía sobre Mateo 3, 2) afirma que esta descripción es deliberadamente provocativa, dado que ella va en contra de los escrúpulos del Antiguo Testamento y del judaísmo ante el tocar personas que son ritualmente impuras; en este contexto, él cita 2 Rey 5, 1-14 donde Eliseo evita el contacto con el hombre al que cura de enfermedad de escamas (de un modo semejante Num 12, 9-15) . H. Sariola piensa que Marcos no toma conciencia del problema que implica el contacto con una persona que tiene la enfermedad de escamas, pero la repetición de “extendiendo la mano y tocó”, y la omisión en griego del pronombre “le” (le tocó a él) hacen que el acto por el que Jesús toca al enfermo resulte enfático y este énfasis se explica más claramente por la impureza del hombre.
queda limpio. Gr. katharisthēti. Éste es probablemente un “pasivo divino”, una circunlocución judía reverente, para sugerir la acción de Dios, sin mencionarle directamente; de esa manera se implica que Dios es el agente de la curación .
43. enfureciéndose Gr embrimēsamenos. Como ha destacado R. Guelich , en el griego clásico, el verbo se refiere al resoplido de un caballo; cuando se aplica a los seres humanos indica la indignación que se manifiesta a través de una expulsión explosiva de la respiración. El matiz de ira sigue presente en los LXX (véase Lam 2, 6; Dan 11, 30) y resulta obvio en el otro uso marcano (14, 5); no hay razón para negar ese matiz en nuestro pasaje, especialmente cuando sigue a la referencia sobre la indignación de Jesús en 1, 41 (cf. nota sobre “indignándose” en 1, 41). La palabra se utiliza también en contextos de curación en Mt 9, 30 y en Jn 11. 33. 38.
le despidió. Gr exebalen. Éste es el mismo término que se utiliza para el exorcismo de los demonios en 1, 34. 39; 3, 15 et.
44. para testimonio ante ellos. Gr eis martyrion autois. La frase podría modificar aea a ”lo que mandó Moisés”, en cuyo caso “ellos” se referiría a Israel; o a “ofrece por tu purificación”, en cuyo caso “ellos” se refiere a los sacerdotes . La referencia a los sacerdotes es más probable por el paralelismo entre los dativos tō hierei (al sacerdote) y autois (a ellos). El dativo podría traducirse sea como “para ellos” o como “contra ellos”. Esa última traducción está apoyada por el paralelo de 6, 11, pero resulta poco probable en este momento de la historia, antes de la ruptura de hostilidades entre Jesús y los líderes judíos. La presentación del hombre ante el sacerdote sería testimonio de dos cosas: del poder que Jesús tiene de hacer milagros; y de su obediencia a la Ley mosaica .
45. pero él… Jesús. Gr. ho de… auton. Literalmente: “pero él… él”. J. K. Elliot quiere probar que el primer “él” no se refiere al hombre curado, sino a Jesús, que va y proclama la buena nueva, dado que la otra opinión (la que se defiende aquí) implica un cambio abrupto de sujeto al comienzo de 1, 45, de manera que debe hacerse de nuevo un cambio a Jesús en la mitad del verso. Elliot añade que, en todos los restantes lugares, la palabra “logos” (lo ocurrido) significa siempre el mensaje de salvación y no la noticia de un incidente particular. Pero J. Swetnam defiende la traducción más usual, indicando que, en todos los lugares, en Marcos, ho de indica siempre un cambio de sujeto y que auton sería gramaticalmente superfluo si Jesús hubiera sido el sujeto desde antes, y que en Mt 28, 15, el único pasaje restante del Nuevo Testamento que vincula diaphēmizein (narrar por todas partes) con logos, esta última palabra significa el relato de un acontecimiento particular, no el mensaje de la salvación. Para otros ejemplos donde la gente aparece proclamando (kēryssein) una curación, cf. 5, 20 y 7, 36.
saliendo. Gr exelthōn, literamente “yendo fuera”. Es evidente que este hombre desobedece el mandato de Jesús que le pide que esté callado. Lo que no es claro es si él desobedece o no su mandamiento de mostrarse al sacerdote y ofrecer el sacrificio requerido .
y seguían viniendo a él. Gr kai recontó. Literalmente: “y ellos iban viniendo a él”, sin especificación del sujeto exacto (véase la nota sobre “la gente estaba admirada”, en 1, 22).
COMENTARIO
Introducción. Como apéndice a la sección del «día de Cafarnaum» (cf. introducción a 1, 16-45), Marcos añade una historia de curación, haciendo así que sean tres los milagros terapéuticos que Jesús realiza en 1, 16-45 a favor de las personas (cf. 1, 21-28 y 1, 29-21). Como las otras dos curaciones, ésta tiene rasgos pronunciados de exorcismos, pero se relaciona también con un tipo de observancia de la ley judía, que vendrá a convertirse en un tema importante en la siguiente sección del evangelio (2, 1-3, 6). Según eso, esta escena se encuentra muy bien situada para realizar una función de transición entre esta primera sección (Mc 1, 16-45) y la siguiente (2, 1 – 3, 6), una función que se encuentra literariamente señalada por el uso del presente histórico, que aparece al comienzo del texto (erchetai, «vino», literariamente «viene», en 1, 40).
Se trata de una historia originalmente independiente que no forma parte de la fuente del «día de Cafarnaum», como puede verse por el modo abrupto con que se introduce al hombre con enfermedad de escamas . En contraste con las cuatro perícopas anteriores, ésta no describe el contexto en el que se sitúa, ni tiene como sujeto a Jesús. El rasgo redaccional más claro es el verso final (1, 45) que está lleno de vocabulario marcano (fue, comenzó a, proclamar, con gran fuerza [polla, con sentido adverbial], no podía, entrar, abiertamente, lugares despoblados, seguían viniendo, de todas partes).
El mandato de 1, 44 (no digas nada a nadie) encaja con suavidad y sin fuerza en su contexto y es un mandato provisional, temporal, en contra de otros mandatos de silencio que aparecen en Marcos; por eso, es posible que sea un elemento original de la tradición, en vez de responder al motivo del secreto mesiánico de Marcos . Por otra parte, los rasgos de exorcismo que tiene la historia (el enojo de Jesús en 1, 41, la salida de la enfermedad del hombre en 1, 42 y la expulsión del mismo curado en 1, 43) pueden ser elementos marcanos, dado que resultan extraños dentro del contexto de una historia de curación, pero cuadran con el tema de exorcismos de esta sección del evangelio. La frase «como testimonio para ellos», que vuelve a aparecer en 6, 11 y 13, 9, puede reflejar también la actividad editorial de Marcos.
La estructura del pasaje está dominada por las repeticiones y los contrastes. Al comienzo, el enfermo viene (erchetai) a Jesús y muestra confianza en su capacidad (dynasai) de curarle. Al final, él sale (exēlthon) del lugar donde está Jesús y el texto destaca la incapacidad que Jesús tiene de aparecer en público (mēketi… dynasthai). La historia está dominada por el motivo de la limpieza (puedes limpiarme, queda limpio; quedó limpio; ofrece por tu purificación [limpieza]) y sigue el desarrollo típico de una historia de curación. (1) petición de curación, destacando la gravedad de la enfermedad (1, 40); (2) gesto y palabra de curación (1, 41); (3) cumplimiento de la curación (1, 42); (4) demostración de la curación (1, 43-45). Pero la atención que se dedica al último elemento – ocupa la mitad de la historia – resulta inusual.
1. 40-42. Curación en sí misma. La problemática de la historia se introduce inmediatamente, con el personaje principal. En algún momento del viaje misionero descrito en 1, 39, un hombre con enfermedad de escamas se aproxima a Jesús (1, 40; sobre la naturaleza de la enfermedad cf nota sobre la enfermedad de escamas en 1, 40). Esta enfermedad de la piel aparece tratada con gran dureza en el contexto de la pureza cúltica de la comunidad, en la antigua religión israelita (cf. Lev 13-14) y en el judaísmo posterior. Los afectados por ella se consideraban, en efecto, como si fueran cadáveres, y el contacto físico con ellos producía el mismo tipo de impureza que surgía al tocar a los cadáveres (cf. Num 12, 12; Job 18, 13; 11QTemplo 45, 17-18; b. Nid 64b) . El ostracismo que de ello deriva ha sido patéticamente descrito en Lev 13, 45-46.
El hombre que tiene enfermedad de escamas llevará vestidos rasgados, y su cabeza será despeinada. Se cubrirá hasta la nariz y pregonará: «¡Impuro! ¡Impuro!». Quedará impuro todo el tiempo que tenga enfermedad. Siendo impuro, habitará solo, y su morada estará fuera del campamento (véase también F. Josefo, Contra Apión 1, 281).
En nuestro caso, el matiz de desesperación de la petición del expulsado (del enfermo) queda destacada por la repetición del tema en el primer versículo: pide a Jesús y le ruega que utilice su poder para «limpiarle» (1, 40a).
Al mismo tiempo, el hombre expresa su fe en el poder de curación de Jesús: «Si quieres, puedes limpiarme» (1, 40b). Su utilización de dynasai (puedes, eres capaz) resulta significativa, pues en Marcos esta palabra indica a menudo la capacidad de hacer aquello que resulta imposible para los meros poderes humanos (cf. 3, 27; 5, 3; 8, 4. 22-23. 28-29). Pero es importante recordar que, en el contexto general marcano, esta capacidad de Jesús deriva de Dios (cf. dynathai en 9, 3; 10, 26). El texto de 9, 28-29 utiliza dynasthai para mostrar que el poder divino para realizar milagros sólo se consigue a través de la oración. En ese contexto probablemente, el hecho de que el pasaje previo al nuestro presente a Jesus orando no es una coincidencia (1, 35). Según eso, el poder de Jesús proviene de Dios, un rasgo que queda también destacado por el paso del verbo en voz activa (katharizein: «puedes limpiarme», en 1, 40) al pasivo divino (queda limpio, quedó limpio, de 1, 41). (Sobre el pasivo divino, cf. nota a “queda limpio” de 1, 41).
Jesús responde a la petición del hombre con una mezcla compleja de emociones: él se enfurece, pero extiende su mano y toca al suplicante, acompañando esta acción con palabras que ponen de relieve su deseo de ayudar: «Quiero, queda limpio» (1, 41). Los estudiosos han quedado sorprendidos por la irritación de Jesús y han sugerido para entenderla algunas explicaciones improbables, como las siguientes: el suplicante es ritualmente impuro (pero ¿por qué debería enfurecer esto a Jesús?), o tiene dudas de la disponibilidad de Jesús para curar, o ha interrumpido la misión que Jesús que está predicando. Todas estas explicaciones ven demasiadas cosas en el texto y no tienen en cuenta el doble carácter de la respuesta de Jesús: por un lado, Jesús se enoja contra la enfermedad; por otro lado, él cura al enfermo.
En esa línea, hay que tener en cuenta que el enojo de Jesús no se dirige contra el hombre, sino contra las fuerzas demoníacas, que son responsables de su enfermedad (cf. b. Ketub 61b, donde la enfermedad de escamas se atribuye a un espíritu malo, como aparece quizá ya en 4Q272) . Esta explicación queda avalada por el hecho de que en 1, 43 se utiliza exebalen (le «expulsó»), un término que se utiliza en los restantes casos para la expulsión de los demonios por parte de Jesús (1, 34. 39 etc.). Más aún, hay unos paralelos especialmente cercanos a nuestro pasaje en el exorcismo del que se habla unos versos antes, en 1, 21-28: Jesús encuentra a un hombre impuro y enfrentándose con él increpa al espíritu impuro, de manera que «la impureza sale del hombre» y, como resultado de ello se extiende la fama de Jesús .
De esa manera, la furia de Jesús contra la enfermedad o contra el demonio que la ha ocasionado se vincula con su compasión por el hombre (atacado por esa enfermedad) y con su gesto de tocar al hombre, corriendo de esa forma el riesgo de contraer la impureza ritual. Pues bien, no es la impureza del hombre la que pasa a Jesús, sino que es la pureza de la santidad de Jesús (cf. 1, 24) la que pasa de él al hombre, de manera que éste es curado (1, 42) .
1, 43-45. Respuesta a la curación. Pues bien, ilógicamente, después de haberle curado, Jesús trata al hombre como si él se identificara con la enfermedad, expulsándole de su presencia, como si él mismo fuera un demonio (1, 43, cf. nota sobre «le expulsó» en 1, 43). El deseo de Marcos, que quiere presentar la curación como un exorcismo ha influido aparentemente en la coherencia de la narración. Sea como fuere, el rasgo más destacado es el hecho de que Jesús imparte instrucciones al curado (1, 44): no tiene que hablar con nadie, sino ir donde el sacerdote y ofrecer los sacrificios ordenados por Moisés en Lev 14, para aquellos que han sido curados de una enfermedad de escamas (tres corderos, o un cordero y cuatro aves, dependiendo de la riqueza de la persona). A través de esta instrucción, Jesús parece reconocer la autoridad de la institución sacerdotal. En esa línea, al menos parcialmente, la razón que Marcos ha tenido para colocar aquí nuestro pasaje, antes de las historias de controversia de 2, 1–3, 6, parece haber sido la de destacar el respeto que Jesús tiene por la ley, a pesar de sus enfrentamientos con los escribas, intérpretes de esa ley, tal como se mostrara inmediatamente en el evangelio .
El hombre, sin embargo, desobedece a Jesús y comienza a extender la noticia del milagro, como se dice en el verso final de la perícopa (1, 45). Esta conclusión está llena de ironías. Por un lado, el hombre al que antes no se le permitía aparecer en público va ahora pregonando por todas partes los hechos de Jesús, de manera que Jesús mismo no puede aparecer abiertamente a causa de la fama que esta publicidad le concede. Por otro lado, una habilidad de Jesús, es decir, su poder de curación (dynasai; 1 40) ha venido a convertirse en causa de su inhabilidad para moverse libremente (mēketi auton dynasthai; 1, 45).
Resulta difícil concebir este resultado como negativo, a pesar de que vaya en contra de la intención de Jesús, pues la desobediencia de este hombre curado hace que la causa de Jesús se extienda y se conozca más en el entorno – no sólo en toda Galilea (cf. 1, 39), sino por todas partes –. Sin duda, este resultado del milagro haría posible que los lectores de Marcos pudieran traer a su mente la situación de su propio tiempo, cuando el evangelio se estaba extendiendo a todas las naciones (13, 10).
Ciertamente, el hombre curado de la enfermedad de escamas parece ser en cierto sentido un misionero prototípico: él difunde por todas partes la buena nueva y su proclamación hace que otros repitan su experiencia, viniendo a Jesús (cf. el paralelo entre este hombre que «vino» donde Jesús en 1, 40 y la afirmación de que «seguían viniendo a él de todas partes» en 1, 45). En este contexto, el gesto de este hombre que comienza a proclamar la buena noticia en su entorno puede estar indicando la manera en que su predicación anticipa la predicación de la iglesia después de pascua (cf. nota a “comenzó a enviarles”, en 6, 7).
Para Marcos, esta proclamación universal de la buena noticia es en sí misma un signo escatológico (cf. de nuevo 13, 10), y la conclusión del pasaje, con la afirmación de que la gente viene hacia Jesús de todas partes, refuerza este matiz escatológico. La misma curación encaja en este contexto, dado que la restablecimiento de un hombre afligido con la enfermedad de escamas se tomaba a veces como equivalente a la resurrección de un muerto (cf. b. Sanh 47a) y de esa manera aparece como un signo de la llegada de la nueva era de salvación y como expresión del lugar central que Jesús ocupa en ella (cf. Mt 11, 5//Lc 7, 22) .
Pero esta entrada del eschaton en la historia lleva en sí la amenaza de borrar la nítida distinción estructuradora que la Ley establece entre el reino de los puros y el de los impuros . Aunque, según nuestro pasaje, Jesús no hizo nada ilegal , y aunque el texto pone de relieve su respeto por la Ley, pues Jesús dice al curado que vaya donde el sacerdote, Jesús está entrando en un terreno peligroso, aventurándose en el reino de la impureza, a través de un contacto deliberado con una persona impura, a pesar de que él no era un «experto» bien entrenado para ese tipo de casos, como debían ser los sacerdotes (cf. la nota sobre «extendiendo la mano, tocó» en 1, 41). Jesús realiza según esto un tipo bravata teológica que, en la próxima sección del evangelio le llevará a un enfrentamiento duro con los profesionales de la religión (cf. especialmente 2, 13-17).
Según eso, nuestro pasaje anticipa por un lado la libertad escatológica de Jesús respecto de la ley y, por otro, su insistencia en mantenerla. Ambos rasgos vendrán a convertirse en temas fundamentales de la próxima sección del evangelio.