Mucha gente haciendo cosas, pero sin sembrar. Mucho mundo encarcelando por miedo a la semilla
| X. Pikaza
Esta es la parábola del domingo. Pongo en la imagen 2 a un obispo, "responsable” de la simiente de reino, con la palabra mundo, que los evangelios aplican a las personas que controlan para servicio propio los poderes de la administración y dinero del conjunto social (Mc 10).
Desde ese fondo cito de nuevo la parábola , comentada por extenso en la postal anterior, evocando su sentido en siete reflexiones. Las imágenes son para situar el tema, no quiero ni puedo interpretarlas, pues pueden entenderse también en otras perspectivas, como harán sin duda los lectores.
Parábola:
Marcos: 4, 26-28: Y decía: El reino de Dios es como un hombre que echa simiente en la tierra 27 y duerme y se levanta noche y día y la simiente germina y crece, sin que él sepa cómo. 28 Por sí misma da fruto la tierra: primero tallo, luego espiga, después trigo abundante en la espiga.
Ese hombre sembrador es Jesús (como en Mc 4, 3-9), sembrador de vida humana, que no ha venido a imponer un Reino (sus cosas), ni a encerrar la semilla en un tipo de cárcel, gestión, sino a sembrar… Siendo sembrador, él es también simiente y quiere que todoslo sean, no para taparlos bajo un celemín, ni para cerrarlos en una cárcel, ni para impedir que alarguen sus tallos y den sus propios frutos… Ésta es la parábola más importante de Jesús y de la Iglesia. Cada lector puede ofrecer sus reacciones. Yo presento aquí siete que pueden servir para pensar mejor el tema
Siete reflexiones

1. Una primera reacción ante esta parábola podría ser: “tranquilos”, que no cunda el pánico, pues en principio no tenemos nada que hacer, sino sembrar, y dejar que la semilla de Dios sea en nosotros… Que ella crezca. Sed como el sembrador quese acuesta y se levanta, día tras día… como si no se preocupara, pues la semilla germinará “por sí misma”. La suerte de Dios (de la vida) está echada. La humanidad (la historia de la vida) está “sembrada de Dios”. No es vuestra siembra, es la de Dios la que importa.
2. El reino de Dios no depende de ellos. Algunos “obreros aventajados” piensan que la obra (con palacio incluido) es de ellos. Pero no, no es “opus eorum”, sino Opus Dei… No son ellos los que deciden la llegada del Reino; más aún, algunos han podido angustiarse, suponiendo que el Reino depende de lo que hagan… Pues bien, este Jesús de la parábola de Marcos les dice que no se angustian, que no se precipiten: Que navegan en el barco del Padre, que crecen en la tierra de la siembra de Dios. Que la suerte de la vida (de su vida, de la vida de la humanidad entera) está ya decidida, pues ha decidido hacerse y ser simiente de humanidad.
3. La simiente es de Dios (4, 26). El hombre arroja en la tierra una simiente (sporos) que lleva en sí misma el poder de germinar, porque es de Dios… y porque la tierra también es de Dios. Por eso, el hombre (incluidos los obispos) puede dormir y levantarse, porque la simiente germina y crece, sin que él sepa cómo. Ellos pueden ser y son limitados y pequeños, porque son siempre humanos, hombres y/o mujeres, ancianos y/o niños, pero llevan en sus manos una semilla de Reino, una realidad que, siendo suya, les desborda. No se trata de que duerman sin más, sino que duerman en brazos de la Vida, sabiendo que forman parte del despliegue de una Vida/Simiente que, siendo de ellos, les desborda: son Simiente, Palabra de Dios.
4. La semilla no es de ellos, tampoco la tierra donde se siembra la semilla. Así dice la parábola (4, 28). que la tierra (hê gê) “produce por sí misma” (automatê), como decìa Gen 1, 24. En una parábola anterior (en Mc 4, 3-9), en otro contexto, Jesús nos ponía ante cuatro tipos de tierras. Ahora, en cambio, estamos ante un solo tipo de tierra generosa que acoge la semilla y da fruto, suponiendo y diciendo que toda tierra es buena, arriesgada pero bueno, una tierra que es el mismo Dios expandido, ampliado, el Dios-Tierra donde se siempre y florece su palabra/semilla (la vida de los hombres).
5. Esta parábola sólo aparece en el evangelio de Marcos. Ni Mateo ni Lucas han querido (o podido) recogerla en sus evangelios, lo que indica que quizá se han sentido molestos con ella. No es que vayan en contra de Marcos, pero no asumen plenamente su mensaje de fondo (porque les parece quizá peligroso, porque quizá no saben entenderlo). Por eso es bueno volver al evangelio de Marcos, que trata en primer lugar del hombre (lo que él debe hacer), sino de Dios: Lo que él es, siendo “semilla”, siembra de vida en forma humana. No se trata pues de “hacer cosas”, sino de acoger la palabra, de ser lo que somos, Dios en forma humana. Éste es el mensaje, el principio y sentido de fondo de esta preciosa parábola, que puede y debe estudiarse también desde otras perspectivas. Aquí me limitaré a ofrecer una pequeña versión del villancico de San Juan de la Cruz, al que aludía al principio de esta postal.
6. Aplicación de San Juan de la Cruz: Como la virgen María, preñados de Dios. Ésta es para él la parábola completa del Adviento del Reino. Todos somos la Virgen María, todos estamos “preñados de Dios”, y así vamos de camino: “La Virgen preñada, del Verbo divino, ya va de camino… ¡Si hallará posada”. La que va preñada es ella, somos todos los seres humanos, haciendo el camino de Dios: ¡Si hallará posada! Esta es la pregunta: Si la semilla de Dios hallará posada en la tierra, hallará espacio, hallará casa….
7. Una conclusión abierta… ¡Si hallarán posada los hombres, simiente de Dios! Si hallarán posada los niños de Dios en la casa de sus padres (No la hallaron las niñas de Tenerife, arrojadas al fondo del mar…). Si hallarán posada los niños de Ceuta, que hacían y hacen camino de Dios, siendo arrojados tras los muros y vallas de una ciudad discutida… Si hallaran posada verdadera los encarcelados del mundo, arrojados en una prisión, para que se pudran allí (pues no caben en el mundo que otros construyen para sí mismos, no para la simiente de Dios). Muchos son los que quieren encerrar la simiente, encarcelar la palabra, impedir que la Palabra/Simiente de Dios que es la vida humana se extienda y florezca con tallo y con fruto, para todos, para Dios (es decir, de un modo especial) para los excluidos y alejados (descartados) de la vida. Precisamente ellos, los descartados, son la “carta” buena, la promesa y futuro de la vida de Dios.