"Para algunos se ve que es importante seguir escribiendo libros de una extrema arrogancia" La claridad doctrinal de Francisco

El arzobispo Georg Gänswein, quien fuera secretario personal de Ratzinger, uno de los primeros que, fallecido Francisco, ha salido del agujero donde permanecía agazapado para arremeter contra el antecesor de León XIV
Francisco tuvo esa genialidad de hacernos llegar el mensaje de Jesús de Nazaret saltándose dos mil años de historia
¿Quién se atreve a negar la profundidad teológica de Fratelli Tutti, Laudato Si y Evangelii Gaudium?
¿Quién se atreve a negar la profundidad teológica de Fratelli Tutti, Laudato Si y Evangelii Gaudium?
| Prof. Dr. Antonio J. Mialdea Baena
Algunos confunden, y resulta cuanto menos extraño si es que no lo hacen con muy mala idea, la claridad doctrinal con un determinado uso del lenguaje, como si el empleo de términos especializados o cuyo significado sólo conocen unos pocos dotase de mayor empaque y fundamento a aquello de lo que hablan y de lo que generalmente saben menos de lo que presumen saber y de lo que, con frecuencia, es mejor callar.
Este primer párrafo de mi escrito va dedicado directamente al arzobispo Georg Gänswein, quien fuera secretario personal de Ratzinger, uno de los primeros que, fallecido Francisco, ha salido del agujero donde permanecía agazapado para arremeter contra el antecesor de León XIV. Para ello, afirma que si este nuevo pontífice de la Iglesia es capaz de unir los zapatos negros de Bergoglio con la claridad doctrinal de Ratzinger, será todo un éxito. Resulta a todas luces insultante que los zapatos negros de Francisco simbolicen o signifiquen lo que este arzobispo le ha hecho significar: vulgaridad, falta de rigor. Creo que yo he conocido mejor a Francisco, estando tan lejos, que este individuo, estando, al menos, curialmente, tan cerca.

Traducir a un lenguaje medianamente entendible lo que, de suyo, resulta casi incomprensible es de genios y Francisco tuvo esa genialidad de hacernos llegar el mensaje de Jesús de Nazaret saltándose dos mil años de historia. A un papa no se le pide que sea un teólogo en el sentido más rancio, trasnochado, dogmático y despachero, sino que, antes al contrario, a un papa se le pide que sea un pastor, un buen pastor que, al igual que Jesús de Nazaret, apaciente y guíe a su rebaño con la única consigna del amor, no con libros de teología dogmática.
Cuando san Juan de la Cruz se mete al oficio de teólogo dogmático y de despacho fracasa absolutamente. Sin embargo, se mueve con pez en el agua cuando escribe el poema “El Pastorcico” o en una de las primeras estrofas del Cántico Espiritual, la que comienza precisamente haciendo referencia directa a los pastores. En estas mismas páginas de RD escribió Xabier Pikaza justo hace un año, y con motivo de la celebración del Buen Pastor, un artículo sobre la figura del pastor en Juan de la Cruz que les recomiendo vuelvan a leer porque van a comprender lo que Francisco ha significado para la historia de la Iglesia.

El pastor que conoce a todas sus ovejas, que las llama por su nombre, es el TODOS, TODOS, TODOS que se ha convertido en el lema de su pontificado. Recuerda, indudablemente al “Totus Tuus” de Juan Pablo II y que también siguió a su manera Benedicto XVI. La radical diferencia es que el de Juan Pablo II remite a una teología vertical, jerárquica y patriarcal; mientras que el de Francisco nos guía a una Teología horizontal, eclesial, sororal y sinodal. ¿De verdad les parece esto arbitrario, como señala Gänswein? ¿Les parece de poca profundidad doctrinal?
Ahí, en esa reiteración del absoluto está encerrada toda la Teología del Cuidado y de la Compasión que durante estos algo más de doce años han presidido el gobierno del Papa que llegó casi del fin del mundo. Para algunos se ve que es importante seguir escribiendo libros de una extrema arrogancia intentado demostrar una y otra vez que Dios existe, que el único Dios verdadero es el católico y que quien no crea en Él se puede dar por condenado. Francisco, sin embargo, con el libro de su vida como pastor escribió las páginas de amor más bellas que un teólogo puede escribir. Pero, incluso, ¿quién se atreve a negar la profundidad teológica de Fratelli Tutti, Laudato Si y Evangelii Gaudium?
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