LECTURAS PARA 1'.- La fe que mata y la fe que organiza funerales.

Es un argumento de tan honda profundidad que los crédulos debieran renegar al punto de todo lo que creen si cayeran en la cuenta de la magnitud del drama, un drama que no tiene otro fundamento que la fe, ningún otro. Nos referimos al hecho de que la gente se liquide entre sí por sus creencias o tomen éstas como motivo para asesinar a otros.
La fe ciega a las personas porque, de hecho, la fe en sí misma es ciega. Esto no son palabras, son vidas truncadas, negocios destruidos, inseguridad vital, angustia sobrevenida, desunión...
La fe del judío llevó a otro judío al tormento de la cruz; la del católico condujo a protestantes, “brujas” y demás a la hoguera; la fe del musulmán lo llevó a ser atravesado por la espada del cruzado; la fe en dioses solares, supuso que su jefe fuera empalado; personas acribilladas a balazos en Beirut; bombas en Belfast por estar en un barrio católico o protestante...
El largo etcétera llega hasta unas torres que caen, países que son invadidos, regímenes que sucumben... La fe, siempre la fe.
La fe, ni por exceso ni por defecto puede derivar en atentados contra la vida.
Se persigue a muerte a los terroristas pero cuando el terror proviene de la religión ya tiene otro matiz y, entre los suyos, casi se justifica. Hasta se buscan soluciones políticas sin entrar a valorar el origen del mismo ni menos demonizarlo: son nuestros hijos (de puta).
¿Por qué sigue manteniendo el crédulo, con su adscripción al menos, un sistema de muerte? Sea consecuente con la vida.
Y escarbando en los "porqués", se llega al convencimiento de que toda religión no puede ser sino intransigente:
a) Todo en las religiones es creencia en la propia verdad como la única verdad. Y todo en las religiones lleva a la intransigencia, porque no puede haber más verdad que la suya o porque una verdad débil, etérea, sólo se sostiene con actitudes.
b) Lógicamente el mayor mal es la mentira --la verdad que discute su verdad--, mentira en la que están sumidos los demás, mentira que difunden los demás, mentira que hay que reprimir, suprimir y consumir.
c) La libertad de prensa, es, evidentemente un mal; la Iglesia es la única que debe gozar de libertad de expresión y el Estado debe prohibir el de las demás.
Todas estas frases deshilvanadas sólo reflejan "opiniones" de autoridades del pasado reciente católico: Pío IX, León XIII, cardenal Segura, obispo de Pittsburg...
No pueden entender que una nación es grande cuando aúna diferentes opiniones y más grande todavía cuando es capaz de integrar en un proyecto social común creencias de lo más diverso. Y más todavía cuando los proyectos que aúna son "humanos", es decir, encaminados al engrandecimiento del hombre: ¿para qué perder energías en mantener dioses que por principio se mantienen a sí mismos?.