El viento no me empuja, porque él está ahí; soy yo el que camina en su contra. ¿Será mejor dejarse llevar por el viento? Es más cómodo. Si el viento quiere llegar hasta allí, ¿por qué le pongo obstáculos?
No quiero que se retrase; que llegue cuando quiera. No quiero ser otro viento. ¿Y si yo fuera una pluma en el viento? Pero, ¿por qué se ha de salir con la suya? ¡Allí no hay nada!, le digo. Sí, como no hay nada el viento quiere y consigue llenar el vacío: tiene prisa por henchir el vacío. Si no va él, alguien llenará ese vacío. ¿Me voy con el viento? Creo
EL MAR DEL SABER, LA ARENA DEL CREER.- Me baño en el océano de las dudas, en el mar del saber. Apenas si puedo avanzar de pie unos metros dentro del agua. El resto es duda.
Todavía toco la arena de la seguridad; luego me pongo a nadar; todavía estoy cerca de la línea de costa. Ahora me vuelvo a la infinitud del océano y se pierde la vista.
Peces sueltos, algún pequeño banco zigzaguea y escapa. Ya no veo el fondo; el agua está oscura...
¡Pero estoy dentro del agua, estoy nadando, no me hundo, domino el mar! He gozado jugando con las olas, ahora me siento dueño del agua, la abrazo y me abraza, me envuelve y se me cuela por los poros... A lo lejos, en la arena, veo a muchos de pie frente a las olas; juegan a no mojarse; veo a otros tumbados; otros dormidos al sol pastoso de la tarde...
Están seguros y lo saben. Creen.