Moral (XV). Los nuevos DDHH (II). Derecho al divorcio, derechos de los homosexuales...


Los principales luchadores contra la esclavitud fueron durante mucho tiempo los propios esclavos.

Ya en la Edad Moderna, entre los promotores teóricos de su abolición estuvo un pequeño grupo de cuáqueros de Pensilvania que redactó un documento en 1688. (Aunque el padre Las Casas se había opuesto previamente a la esclavización de los indios, en realidad abogaba por la de hombres de raza negra, a los que estimaba mucho más idóneos para el trabajo forzado).

A lo largo de dos siglos, los principales abolicionistas fueron librepensadores que se las tuvieron que ver contra los defensores del mantenimiento del régimen esclavista. Entre éstos estaban los principales y más vehementes predicadores cristianos.

En la Enciclopedia Francesa (publicada entre 1751 y 1772) se precisaba que “la esclavitud es el establecimiento por la fuerza de un derecho, en virtud del cual un hombre llega a ser propiedad de otro hombre de tal manera que el uno dispone de la vida, hacienda y libertad del otro, en calidad de dueño absoluto” , y se recordaba que “todos los hombres nacen libres” y “la naturaleza los ha hecho a todos iguales”.

Estas mismas eran las ideas defendidas por Montesquieu (Las Leyes, 1748), Voltaire (Ensayo sobre las costumbres, 1756) y un grupo de pensadores que publicó una obra colectiva en 1770. Y también las del cuáquero Anthony Benezet, que (en 1775) se hizo célebre como activista en Norteamérica.

En Francia, Condorcet (en 1781) publicaba sus “Reflexiones sobre la esclavitud de los negros” en las que reflexionaba que “es un verdadero crimen, peor aún que el robo, someter a un hombre a la esclavitud, comprarlo, venderlo y mantenerlo en servidumbre”. En 1788, Jean-Pierre Brissot fundó la Sociedad de Amigos de los Negros.

Si bien los ilustrados, los revolucionarios franceses –autores de “La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, de 1789, a la sazón condenada por la Iglesia por reconocer la libertad de expresión y la libertad de conciencia - y los cuáqueros tenían claro que la esclavitud era inhumana, la mayoría de los representantes cristianos buscaban razones bíblicas y evangélicas para apoyar en sus discursos el mantenimiento de la esclavitud. Los obispos de Hispanoamérica mantuvieron esclavos a su servicio hasta el siglo XIX, esto es, hasta la abolición.

En realidad, las ideas liberadoras siempre han tenido el mismo tipo de enemigos. Aquellos que –generalmente en nombre de la rigidez de algún mandato religioso- se oponen a extender los actuales derechos humanos en su propia línea, esto es, a que continúen su desarrollo lógico, además de universalizar su aplicación: más democracia, más libertades, más humanitarios, más igualitarios, más emancipadores…

Sólo dos países no incluyen el divorcio en su ordenamiento jurídico: Filipinas y la Ciudad del Vaticano. Imagino que el lector pensará que la Iglesia es normal que no legisle sobre el tema. Pero no se limita a ello: ha pretendido influir en que los no cristianos tampoco puedan divorciarse legalmente.

“La primera vez que se reconoció el derecho al divorcio en España fue en la (…) Ley de Divorcio de 1932 que aprobaron las Cortes republicanas, a pesar de la oposición de la Iglesia Católica y de los partidos católicos... (…) La dictadura del general Franco abolió esa ley en 1939 y no fue hasta (…) 1981 (cuando se aprobó la nueva Ley del Divorcio), de nuevo con la oposición de la Iglesia Católica y del sector demócrata-cristiano… (…) En 2005 se reformó la ley de 1981 para instaurar el divorcio libre y agilizar los trámites de separación y divorcio de los matrimonios. y de nuevo la Iglesia se opuso calificando la ley de "divorcio exprés".(3)


En diciembre de 2008 la ONU propuso incluir una propuesta para despenalizar la homosexualidad en todo el mundo. Ésta, lejos de ser un derecho, estaba incluso penalizada con la muerte en varios países, sobre todo islámicos. Sólo los países árabes y el Vaticano se negaron a firmar la propuesta.

En 2003, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó, con el consentimiento del papa Juan Pablo II un documento titulado Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, en el que, tras recordar las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio, afirma (…) las uniones homosexuales irían contra la ley natural, recuerda la condena que desde la Sagrada Escritura existe sobre los actos homosexuales, y reconoce que “aun cuando en ocasiones el Estado pueda asumir una actitud de tolerancia en relación con estas uniones, conviene que busque contener el fenómeno dentro de “los límites que no pongan en peligro el tejido de la moralidad pública”.(4)

Quizá en relación con lo anterior y por verse más refrendada en este sentido que en el opuesto, “en 2016 la Conferencia Episcopal de Malawi emitió una carta pastoral en la que considera que «la homosexualidad es uno de los principales problemas del país» y solicita al gobierno que acabe con la moratoria del uso de las leyes que la criminalizan (una moratoria que el gobierno introdujo en 2012 por presiones internacionales, mientras la Corte Constitucional de Malawi delibera sobre el caso de tres hombres cumpliendo penas de entre 10 y 14 años por practicar la homosexualidad.”

Parece que en estos casos las “morales” basadas en prohibiciones y criterios absolutos juega en contra de la sensibilidad humanitaria que rige nuestros juicios.

Continuaremos en el próximo post.
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(1) http://www.cinu.mx/ruta-esclavo/publicacion-especial-lucha-esclavitud.pdf.
(2) v. Breve Quod Aliquantum, Roma, 1791. Los revolucionarios franceses se basaban entonces en dos principios: la distinción entre esferas pública y privada, y la universalidad del individuo.
(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Divorcio#Familia_y_divorcio.
(4) https://es.wikipedia.org/wiki/Homosexualidad_y_catolicismo.
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