LA RELIGIÓN ÓRFICA /a


No haber siquiera nacido sería lo mejor para los humanos terrenos (Teognis)

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A principios del s. VI a. e. c. aparecen en Grecia los cultos de misterios, una nueva forma de religiosidad, que se diferencia claramente de la religión oficial o cívica, integrada en la política y heredada de los mitos homéricos.

Estos nuevos cultos son una alternativa a la tradicional religión de estado en la que cada polis elige y da culto a un dios o diosa dentro de la diversidad multicolor de las divinidades olímpicas que cohabitan dentro del panteón politeísta. (véase Jean-Pierre Vernant: Mito y religión en la Grecia antigua).

A la nueva religión de los misterios pertenecen el culto a Dionisos, procedente de Tracia, el culto a Deméter, cuyos misterios se celebraban en la ciudad de Eleusis cercana a Atenas y que eran los más importantes de la Hélade. Los misterios órficos se relacionan con el mítico cantor Orfeo, hijo de Apolo y de la ninfa Calíope, que con su lira embelesaba y amansaba a las mismas fieras.

El mito narra el descenso (catábasis) al Hades de Orfeo para rescatar a Eurídice, su amada muerta por la mordedura de una serpiente, después de aplacar con su música a Caronte y al guardián Cerbero.

El rescate resultó frustrado porque Orfeo infringió la prohibición de Perséfone de mirar a su esposa, como el Lot de la biblia, con lo que Eurídice retornó al Hades para siempre.

Tras ello, Orfeo rehusó el amor de todas las mujeres (por fidelidad eterna a Eurídice) y murió de forma violenta, despedazado por mujeres tracias o por ménades. Pero junto con su lira la cabeza de Orfeo llegó a Lesbos y sobrevivió, convirtiéndose en símbolo de la salvación eterna.

Se ignora el origen de los misterios órficos con su culto a Dioniso Zagreus, relacionados con el legendario Orfeo. Herodoto les atribuye origen egipcio en relación con el culto a Osiris.

El culto dionisíaco se celebraba en lo alto de las colinas con fiestas protagonizadas por mujeres, ménades danzantes, poseídas por el entusiasmo y el éxtasis. El término “bacantes” (del verbo bakchéuo = celebrar las fiestas de Baco) se refiere a un estado especial de éxtasis (= estar fuera de sí), que no todos alcanzaban.

El orfismo en cuanto religión de salvación, es totalmente nueva y extraña para los helenos, supone un renacimiento religioso con sus conceptos de culpa, expiación y purificación. Pero el estilo ordenado y ascético de vida órfica, en la que era fundamental la dieta vegetariana, está en oposición a los excesos dionisíacos y a su ritual de comer carne cruda.

En el s. VI aparece en Crotona, Magna Grecia, con un claro influjo en los pitagóricos y en la tradición mística posterior, como señala el helenista Cornford: “el orfismo se interpenetra con la totalidad de la tradición mística presente en la filosofía helena: el pitagorismo, el platonismo, el estoicismo, el neoplatonismo y el cristianismo” (F. M. Cornford: Antes y después de Sócrates, p. 105).

Alberto Bernabé destaca también el aspecto permeante y “la capacidad de lo órfico para penetrar en movimientos filosóficos” (cfr. A. Bernabé: “El orfismo y el neopitagorismo” en A. Piñero (ed.): Biblia y Helenismo).

El influjo órfico aparece claramente en Pitágoras y su escuela, en Empédocles y luego en Platón, quien inicia una reinterpretación simbólica del mensaje órfico, continuada por el neopitagorismo, el neoplatonismo y el paleocristianismo. El platonismo popularizado extendió las ideas órficas en el imperio romano.

El pitagorismo comparte con el orfismo el dualismo de alma y cuerpo, la transmigración de las almas (metempsícosis) y el vegetarianismo como práctica de purificación, pero ésta se eleva al campo de las matemáticas.

La mística de los números y la dedicación a la política distingue a los pitagóricos de los órficos. El interés central de los órficos es la soteriología y escatología, es decir, la salvación del alma en el más allá, evitando las tinieblas y el fango del Hades.

En la época clásica, lo órfico es despreciado por la literatura oficial. Así en Eurípides o las burlas de Aristófanes, pero su influjo no llegó sólo a las masas de creyentes, sino a mentes elevadas, como Píndaro o Platón (sobre todo en el Fedón, diálogo que tendrá un gran influjo en teología cristiana).

Platón, con su interpretación alegórica, somete las creencias y rituales órficos a la racionalidad de sus esquemas filosóficos, especialmente morales: primacía ontológica del alma sobre el cuerpo, iniciación a la filosofía con la salida de la caverna y purificación moral más que ritual.
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